Trabajadores migrantes muertos en las obras de los Mundiales

Miles de trabajadores migrantes han muerto en las obras de los Mundiales de fútbol desde Sudáfrica 2010 hasta los preparativos de Arabia Saudí 2034. Jornadas extenuantes, condiciones extremas y falta de derechos laborales exponen el lado más oscuro del mayor evento deportivo del planeta.
Mientras el mundo celebra cada Copa del Mundo como una fiesta del fútbol, miles de trabajadores migrantes han pagado con su vida la construcción de los estadios y la infraestructura necesaria para estos eventos. Desde Sudáfrica 2010 hasta Qatar 2022, y con la mirada puesta en Arabia Saudí 2034, las denuncias por condiciones laborales inhumanas y muertes evitables no han dejado de crecer.
Arabia Saudí 2034: decapitados, aplastados y electrocutados
Human Rights Watch ha denunciado que en las obras relacionadas con el Mundial de 2034 en Arabia Saudí, muchos trabajadores migrantes han muerto en accidentes laborales que podrían haberse evitado y que no han sido adecuadamente investigados por las autoridades. Las familias de las víctimas tampoco han recibido compensaciones.
Además, un documental del Canal 3 británico reveló que al menos 21 000 trabajadores extranjeros han muerto en las obras del megaproyecto NEOM, que incluye la construcción de la ciudad futurista The Line. La mayoría de estas víctimas son originarias del sur de Asia y han trabajado en condiciones extremadamente duras, con jornadas laborales de 16 horas al día y sin descansos durante dos semanas. Este proyecto forma parte del conglomerado que será la base del Mundial de Fútbol de 2034.
Qatar 2022: el caso más grave de muertes de trabajadores migrantes
Según una investigación publicada por The Guardian en 2021, más de 6500 trabajadores migrantes provenientes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka murieron en Qatar desde que el país fue designado como sede del Mundial en 2010. Aunque las autoridades qataríes alegan que muchas de estas muertes no están directamente relacionadas con las obras mundialistas, diversas ONG como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado condiciones laborales peligrosas, jornadas extenuantes bajo temperaturas extremas y falta de atención médica adecuada.
Human Rights Watch también ha señalado que los trabajadores migrantes y sus familias exigen una indemnización a la FIFA y a las autoridades de Qatar por los abusos sufridos, incluidas muertes inexplicables, robo de salarios y lesiones.
Sudáfrica, Brasil y Rusia: antecedentes que no se deben olvidar
Qatar no fue el primer caso con denuncias de abusos laborales en la organización de un Mundial. Ya en Sudáfrica 2010, se reportaron al menos dos muertes durante la construcción de estadios, y trabajadores sindicalizados denunciaron sueldos por debajo del salario mínimo, jornadas prolongadas y despidos injustificados.
En Brasil 2014, se registraron al menos ocho muertes en las obras. Uno de los casos más emblemáticos fue el colapso de una grúa en el estadio Arena Corinthians, en São Paulo, donde murieron dos obreros. La presión por cumplir con los plazos llevó a una aceleración riesgosa de los trabajos, lo que aumentó el nivel de siniestralidad laboral.
Rusia 2018 tampoco estuvo exento. Un informe de la FIFA reconoció la muerte de 21 trabajadores, aunque organizaciones independientes aseguran que el número real podría ser más alto. La mayoría eran migrantes de Asia Central, sometidos a condiciones precarias, con contratos irregulares y viviendo en alojamientos inadecuados.
FIFA: el negocio que se alimenta de explotación laboral
La FIFA, organismo rector del fútbol mundial, no solo ha tolerado estas condiciones: ha sido cómplice estructural de un sistema global de explotación. Su modelo de organización de torneos internacionales depende de países que pueden ofrecer mano de obra barata, regulaciones laxas y gobiernos que reprimen la protesta social.
Mientras factura cifras récord en cada Mundial —más de 7.500 millones de dólares en ingresos comerciales en Qatar 2022—, la FIFA no implementa ningún mecanismo real y vinculante para garantizar los derechos humanos de los trabajadores que hacen posible el espectáculo. Sus compromisos con la “debida diligencia” son, en la práctica, carteles decorativos para su marketing institucional.
La FIFA elige sedes donde sabe que los derechos laborales son pisoteados con impunidad. Se beneficia de la represión, del silencio mediático local, y de sistemas políticos autoritarios que entregan estadios a tiempo, sin importar a qué costo humano. No exige auditorías independientes ni sanciona a los Estados que violan derechos fundamentales. Su prioridad es una sola: que el negocio funcione, cueste lo que cueste.
En lugar de liderar un cambio, perpetúa un modelo extractivista, donde la fuerza laboral migrante es tratada como descartable. Sin estos trabajadores invisibles, el Mundial no podría existir. Sin embargo, no figuran en las galas de premiación, ni en los balances contables de la FIFA. Figuran en las morgues, en las listas de muertos sin nombre.
¿Y el Mundial 2026?
El próximo Mundial, que se celebrará en Estados Unidos, Canadá y México, está bajo la lupa. Aunque estos países tienen legislaciones laborales más estrictas, ya han surgido denuncias sobre contrataciones precarias de trabajadores migrantes en México para obras de infraestructura relacionadas con el torneo. Organismos internacionales piden a la FIFA que garantice, de forma real y verificable, el respeto a los derechos laborales.