La mirada de Pola Oloixarac sobre el Dr. Passarini: El “gordo compu”, nuevo proletariado digital

La escritora Pola Oloixarac trazó un perfil descarnado, irónico y profundamente simbólico del doctor Daniel Passarini, más conocido en redes como “Gordo Dan”. En su mirada, este personaje encarna una mutación decisiva dentro del ecosistema libertario de Javier Milei: el nacimiento de un nuevo sujeto político surgido desde las redes sociales, que combina épica digital, marginalidad cultural y una agresiva batalla por el lenguaje.
“El Gordo Dan es el primer troll encarnado”, escribe Oloixarac. A diferencia de los trolls anónimos y oscuros, habitualmente agazapados en el subsuelo digital, este se presenta musculoso y fornido, en traje y corbata, con “el pelo al ras de una media americana y de raya al costado”.
Su aparición en escena, al recibir un galardón digital otorgado por Aptra, fue acompañada de un discurso donde “agradecía a los enemigos –sin ellos no hubiera sido posible–, y terciaba con declaraciones de amor heterosexual”. Poco después, él mismo se definió como “el brazo armado de Milei, capitán de su guardia pretoriana de trolls”.
Con mordacidad, Oloixarac destaca que “no deja de ser encantador que el Gordo Dan se autoperciba como la guardia pretoriana, la escolta militar más fiel y mejor paga del Imperio”, y proyecta ese imaginario hacia el entorno presidencial, al que describe con resonancias del Imperio Romano: “Los estallidos de ira del León, sus berrinches de histeria constantes, la Hermana (su sangre) como la sacerdotisa sibilina de largos cabellos… todo tiene más que ver con el día a día de un Heliogábalo o un Calígula”.
Más allá de la caricatura imperial, Oloixarac ubica a Dan como una figura intelectual clave: “El Gordo Dan es el Santiago Kovadloff de LLA: quien mejor expresa su sensibilidad y las ranuras íntimas de su pensamiento”.
En la columna también se detalla el rol del Gordo Dan en la batalla cultural que sostiene el oficialismo libertario. “La batalla cultural es, sobre todo, una lucha por los epítetos, por la capacidad de nombrar: por retomar el control de qué cosa es qué. Por volver a enseñorearse sobre la Creación, como al principio del Génesis”.
En ese marco, Dan hace del término “gordo” un estandarte, una identidad orgullosa desde donde impugnar lo políticamente correcto: “La batalla cultural de Milei no deja de ser una lucha por el derecho ancestral de los argentinos de decirle gordos a los gordos, enanos a los enanos, y negro a todo morocho”.
Pero el núcleo del ensayo de Oloixarac publicado en el diario La Nación está en la idea de que Dan representa una nueva clase trabajadora emergente: “el gordo compu”. Según la escritora, se trata del “nuevo proletario de la era digital”: freelancers, programadores, autodidactas, jóvenes sin afiliación sindical ni interés en la vieja retórica universitaria. “Están acostumbrados a trabajar en la informalidad, a saltarse las trabas del Estado para cobrar sus trabajos en dólares, se sienten emprendedores de sí mismos, porque de hecho lo son”.
Este “gordo compu”, señala, fue el gran hallazgo político de La Libertad Avanza, mientras que el kirchnerismo seguía “imaginando que toda persona con IQ alto quedaba supeditada a los contoneos retóricos de la UBA”. A contramano de esa tradición, “muchos de estos chicos con intereses techies son absorbidos por ITBA y UTN, y muchos son totalmente autodidactas en la mejor tradición hackeril”.
Así, Dan se vuelve portavoz y símbolo de un nuevo sujeto político “descamisado digital”, según Oloixarac. En ausencia de una primera dama institucional, “el Gordo Dan hace las veces de Evita hablándole a estos obreros relegados que nadie vio antes y que ellos descubrieron y amaron antes que nadie”.
La autora, finalmente, interpreta su figura como una mutación cultural del peronismo: “El Gordo Dan hace una operación directa sobre el ADN peronista: transmite una derrota a flor de piel en el corazón del narcisismo peronista: ellos ya no son los oscuros. Los peronistas han dejado de ser los negros, los barriales, los ‘popu’, los jóvenes enojados con ganas de cambiar el mundo y la sociedad”.
Con su estilo incisivo, Oloixarac no solo retrata a una figura polémica, sino que plantea un interrogante central para la política argentina contemporánea: ¿cuáles son las nuevas clases, las nuevas épicas y las nuevas formas de militancia en la era del algoritmo?