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Mempo Giardinelli: “El río Paraná no está gobernado por nuestro país” | El columnista de Página/12 habla de su último libro



La perorata repetida hasta el hartazgo por la historiografía oficial argentina (la académica y la escolar) acerca de la libre navegación de los ríos interiores no configura otra cosa que un capítulo más en la larga saga de slogans simbólicos destinados a convencer al imaginario criollo de cualquier interés, menos del propio. En aquel entonces, era Gran Bretaña la beneficiada por la demonización de quienes luchaban contra esa “libre navegación”, sabiendo de sus intereses coloniales. Juan Manuel de Rosas, Lucio Mansilla y Pascual Echague, a saber. Uno de esos ríos protegidos por el Restaurador de la rapiña inglesa era justamente el Paraná, defendido durante “Vuelta de Obligado” y, especialmente, la heroica batalla de “Punta Quebracho”, que dirimió finalmente el conflicto en junio de 1846, a favor de la Confederación Argentina. Claro, no tardaría en caer en desgracia aquella gesta tras la batalla de Caseros. Y en desgracia también la soberana libertad del río, cuyas aguas a merced de consorcios multinacionales –siempre bajo el pretexto de la libertad de comercio- continúa dos siglos después. En ese río revuelto se viene metiendo Mempo Giardinelli a través de crónicas alusivas en Página/12. “Lo primero que hay que decir es que el río Paraná es esencial para la Argentina. Política, económica y demográficamente, el país depende de él”, sostiene el periodista y escritor nacido y criado a orillas del Paraná, horas previas a presentar su nuevo libro que justamente agrupa su trabajo de años bajo el nombre de Paraná, Crónicas de un río herido. “Las heridas del río, hoy, pasan por la pobreza y el desempleo”, sentencia Mempo, que presentará su trabajo este lunes a las 17.30 en la Sala Sábato del Pabellón Azul de la Feria del Libro, acompañado por los periodistas Roberto Navarro, Gustavo “Gato” Sylvestre y Carlos del Frade, entre otros.

El libro de Mempo está poblado por 80 crónicas de las predichas, cuyo raid semántico sugiere –visto en conjunto- varias preocupaciones del autor vinculadas al devenir de un río que, excepto ciertos períodos felices del pasado (las presidencias de Juan Perón, por caso), ha sido y es mancillado en su soberanía. “El río corre peligro no solo por el proceso privatizador que recae sobre él desde que Menem prácticamente lo entregó, a través de concesiones perversas que se renuevan según pasan los años”, refiere el escritor, pensando en voz alta sobre las sistemáticas concesiones a consorcios privados, que provoca la desaparición de puertos y astilleros, con todo lo que ello implica en términos de trabajo, soberanía, comercio e industria. “Resulta que ahora le quieren cambiar el nombre por el de hidrovia, una palabra que no existe en castellano. Es para que muchos no se den cuenta que nos están robando el río”, explica el chaqueño. “Por ejemplo, ahora se está pretendiendo llevar el dragado a más de 40 metros, algo que representa un disparate. Incluso, hay intentos de dinamitar el fondo del río para que entren barcos más grandes, lo que está significando una tremenda parálisis industrial”.

-¿En qué te basás para afirmar semejante cuadro?

-En que los puertos cierran, en que las grúas se están herrumbrando, en hay un montón de barcos para desguace, y en que ya no hay navegación civil. A ver, si uno analiza el complejo Misuri-Mississippi, se entera que está a cargo del cuerpo de ingenieros del Ejército de Estados Unidos, y que el cuidado de la navegación en él está a cargo de la Armada de ese país. No entra un solo barco desde el Golfo de México que no haya sido construido en EEUU, quiero decir, y esto mantiene una industria extraordinaria. Cuando uno ve esto dice ¿qué mal que estamos nosotros, que atrasados? Es parte de la colonización cultural que, si uno analiza en perspectiva histórica, arrancó con “próceres” como Mitre y Roca.

-Ya que entramos en la perspectiva histórica ¿Qué de lo mejor y qué de lo peor se ha hecho con el Paraná, según tu mirada?

-Además de los casos históricos que mencioné, las dictaduras que sacaron al Estado de todas las decisiones económicas, destruyendo flotas y empresas marítimas, y el gobierno actual son cómplices de la claudicación contumaz que implica la entrega del Paraná, algo que no hubieran tolerado ni Rosas ni Irigoyen ni Perón, jamás. Perón, por caso, fue quien desarrolló los astilleros. El Paraná ha llegado a tener 70, 75 astilleros, que generaron una industria extraordinaria durante sus gobiernos, algo que hoy está destruido. Esto a mí me conmueve, me hace hervir la sangre porque el Paraná, bien cuidado como estaba entonces, brindaba un servicio extraordinario a la patria, porque no hay industria en la Argentina que no dependa de este río… los minerales, el maíz, el arroz. Es más, en la medida en que se consoliden las políticas actuales sobre el Paraná ni siquiera va a haber pesca de costa, situación que va a dejar sin trabajo a decenas de miles de familias que viven de la pesca y su comercio. Esto pasa porque hoy el río no está gobernado por nuestra República.

-Fuerte, Mempo ¿En qué otros aspectos se trasluce este desgobierno?

-En que la salida al mar por el Río de la Plata es mentirosa, porque la salida en verdad es por el canal del Indio, que está en Uruguay. Argentina está pagando todos los servicios, porque es por el Magdalena, nuestro canal natural, por donde deberían salir los productos nacionales, y no están saliendo. El negocio es que Argentina no tenga esta independencia. Parece mentira pero hoy nuestro país no tiene salida al mar, cuando hay economistas serios que sostienen que con diez años de buen funcionamiento del canal Magdalena se pagaría toda la deuda externa. Este río no se puede perder, es absurdo eso.

-¿Qué pasa con el puerto de Quequén, tema que también tratás recurrentemente en tus crónicas?

-Que también se ha concesionado, eso pasa. Esto es una canallada, porque las concesiones son regalos. Habría que detenerlas todas y recuperar el sistema de puertos, porque lo que está haciendo este gobierno cipayo es un horror, que va a tener consecuencias nefastas para el país.



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