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Anticipan lluvia de dólares pero un dato genera alerta en el mercado



Mayo es uno de los meses preferidos para todos los ministros de economía. Es, históricamente, el mes en el que se produce la mayor entrada de dólares por la exportación de la cosecha gruesa, y por consiguiente cuando se consigue un respiro en los momentos de volatilidad financiera.

Todo indica que este año no será la excepción, salvo por un detalle que tiene preocupado al mercado: ¿se aprovechará el ingreso de divisas para aumentar las reservas del Banco Central, o se seguirá cumpliendo a rajatabla con la promesa de no comprar dólares hasta que la cotización toque el piso de la banda -algo que podría no ocurrir nunca-?

Hablando en números, este mes hay un potencial ingreso de unos u$s3.500 millones por exportación agrícola. Si se mantuviera el comportamiento de los productores visto en abril -cuando las ventas superaron en un 32% el ingreso del año pasado, se llegaría a esa cifra. Y el mismo cálculo, proyectando el mes de junio, daría un adicional de u$s2.600 millones.

Son montos que están por debajo del promedio histórico para esta época del año, pero que tienen el mérito de ocurrir en un momento de baja de los precios agrícolas en el mercado global, lo que implica que, si en vez de medirse en dólares se mide en volúmenes, la suba es mucho mayor.

Si se toma el caso de la soja, el producto más representativo de la exportación argentina, la cotización en Chicago viene mostrando variaciones en torno de u$s380, con algunas caídas marcadas a inicios de año como consecuencia del “efecto Trump”. En cambio, hace un año, la tonelada de soja cotizaba a u$s450, y en 2023 superaba los u$s530.

Todo indica que, a pesar de las protestas iniciales, finalmente la estrategia de Toto Caputo de rebajar las retenciones -con advertencia de que la medida sólo durará hasta mitad de año- surtió su efecto. Es cierto que la liquidación había sido lenta en marzo -ventas promedio de u$s61 millones por día- en coincidencia con el peor momento de incertidumbre cambiaria -y, además, dificultades logísticas en el campo-. Pero las ventas de abril dieron un salto al nivel de u$s77 millones diarios.

Un otoño con u$s6.000 millones

En definitiva, si no ocurren imprevistos económicos ni climáticos, todo indicar que están dadas las condiciones como para que, entre mayo y junio, haya un nivel de exportación agrícola por u$s6.000 millones.

Es un ingreso que debería traer tranquilidad al equipo de Toto Caputo, por varios motivos. Antes que nada, porque consolidaría la certidumbre en el sensible tema cambiario. Con ese nivel de ingreso de divisas, resulta difícil pensar en un salto del dólar dentro de la banda, sobre todo si, además, el gobierno acentúa su política de restricción monetaria y de incentivo para que los ahorristas utilicen los “dólares del colchón” para realizar transacciones cotidianas.

Pero, además, el ingreso masivo de los “sojadólares” debería ser una ayuda para que se pueda cumplir con uno de los principales objetivos de política económica asumidos con el Fondo Monetario Internacional: la acumulación de u$s4.400 millones en las reservas del BCRA.

No por casualidad, el Central suele tener en los meses de otoño su “zafra” en la que compra divisas, mientras que se torna vendedor neto a partir del segundo semestre. Esa reversión suele ser más marcada en los momentos en que hay apreciación del peso y se produce un voluminoso “rojo” en la cuenta de servicios del balance cambiario -con protagonismo estelar para los gastos por turismo emisivo-.

Sin embargo, este año hay un condimento especial. Para reforzar su discurso de disciplina monetaria y para ayudar a reducir la volatilidad cambiaria, el gobierno ha dicho que no hará uso de su potestad para comprar dólares dentro de la banda de flotación. Aun cuando esa posibilidad estaba aceptada en el texto del acuerdo con el FMI, Javier Milei fue enfático en el sentido de que únicamente se comprará cuando la cotización caiga al piso de la banda -que en el promedio de mayo será de $990-.

¿Los pesos irán al crédito o al dólar?

La fundamentación técnica del plan fue explicada por Federico Furiase, el ideólogo del plan de “las tres anclas” -fiscal, monetaria y cambiaria-. Su argumento es que la única forma de que la inflación baje es con una estricta política monetaria que “cierre la canilla” de pesos. Si el BCRA se pusiera a comprar dólares ahora, estaría inyectando pesos que no necesariamente son demandados por la economía.

Es también por eso que le resta gravedad al hecho de que, en las últimas licitaciones, el Tesoro no haya logrado el “rolleo” de la deuda que vence. El argumento es que si un banco prefiere recuperar liquidez antes que cambiar un bono viejo por un bono nuevo, es porque necesita los pesos para darles crédito a sus clientes. Es decir, un aumento en la monetización de la economía por motivos genuinos y no forzado por el BCRA.

El argumento de Furiase está lejos de concitar unanimidad. Lo que varios economistas creen es que es factible que el tipo de cambio nunca llegue al piso de la banda, porque si cayera desde su actual nivel de $1.170, los ahorristas e importadores podrían ver una oportunidad de compra y mantenerlo siempre algo por encima del piso.

Uno de quienes cuestionó el argumento fue Gabriel Rubinstein, ex viceministro de Sergio Massa, quien en una declaración “con espíritu constructivo” le recordó a Furiase que el hecho de que haya un congelamiento monetario no es garantía contra una corrida cambiaria. Lo que objeta Rubinstein es que un “rolleo” inferior al 100% en las licitaciones del Tesoro puede implicar una mayor demanda de pesos por crecimiento del crédito, pero también podría porque resurge el apetito por los dólares.

“Hay que ser cuidadosos: podría ser contra remonetización, pero también contra dólar (como pasó entre abril y julio de 2024) o simplemente convalidar una inflación aún muy alejada del 0% (como ha venido pasando desde julio 2024 hasta ahora)”, advirtió el ex viceministro.

¿Cómo comprar dólares sin emitir?

En todo caso, el interrogante que hoy se plantea el mercado es qué pasará si, tal como muchos creen, el tipo de cambio nunca toca el piso de la banda. Pese al levantamiento del cepo, los exportadores siguen obligados a liquidar las divisas en el mercado oficial. Si el BCRA no compra, ¿quién lo hará? ¿Los propios productores para financiar el costo de la próxima cosecha? ¿Los importadores que se vean tentados a volver a adelantar compras para acumular stock? ¿Los pequeños ahorristas que vean la oportunidad del bajo costo?

Todo esto es altamente factible, y hasta es posible que, por vía indirecta esto ayude a las reservas -por ejemplo, si se produce un aumento en los depósitos bancarios en dólares, que desde el fin del cepo detuvieron su caída y están creciendo otra vez-.

Pero lo cierto es que la forma de aumentar de manera sustancial las reservas es mediante la compra directa del Central, que hoy en su resumen diario de variables financieras exhibe la frase “El BCRA no intervino en el mercado de cambios”.

Los analistas más inquietos por esa situación siguen de cerca el índice de riesgo país, al que consideran todavía demasiado elevado después del refuerzo financiero de u$s12.000 millones que supuso el acuerdo con el FMI. El índice está hoy en torno de 740 puntos, lo cual es un logro después del registro de 978 ocurrido en la primera semana de abril.

Pero eso está lejos de ser un consuelo: ese nivel de abril correspondía a un momento defensivo del mercado, con ventas masivas de bonos de deuda soberana, y una expectativa de inminente eliminación del “crawling peg”. Y, sobre todo, se condecía con una situación de sangría de reservas del BCRA -que el viernes del levantamiento del cepo había vendido u$s398 millones-.

El nivel de riesgo país es considerado en este momento un dato fundamental, porque marca qué tan lejana es la posibilidad de que Caputo salga a buscar financiamiento al mercado internacional y obtener ofertas a tasas pagables. Es algo que requiere que el índice caiga por debajo de los 500 puntos.

Según los analistas, si el índice de riesgo país muestra reticencia en caer de manera más marcada es, justamente, por la duda sobre cómo hará el BCRA para acumular reservas.

Y es ahí donde aparecen las clásicas especulaciones entre los operadores de la city. Hay quienes creen que las compras de divisas se harán de todas formas, pero no será el Central quien figure como comprador sino otras dependencias estatales. También puede haber intervención en el mercado de bonos que haga subir el precio de la deuda soberana -y, por ende, contribuir a una caída del riesgo país-.

Eventualmente, el Tesoro podría contar con dólares, vendérselos al Central y luego depositar esos pesos en su cuenta, por si necesitara cancelar deuda en una licitación en la que no se llegue al “rolleo” mínimo.

No sería una situación que el FMI objetara -dado que el punto que más le importa al organismo es el incremento de reservas, sea por el método que sea- pero el gobierno se preocupa en cuidar las formas, para que no se lo acuse de estar infringiendo su autoimpuesta promesa de no emitir pesos en el marco de la batalla anti inflacionaria.





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