Viaje de Lula a China: alianza con Xi y distancia con Trump | Tercer encuentro entre los líderes de Brasil y China desde 2023

Desde Brasilia
Al embarcar hacia China, donde este martes se encontrará con el presidente Xi Jinping, Lula le hizo llegar un mensaje a Donald Trump. “Desde hace mucho tiempo mucha gente piensa que Brasil es el patio trasero de Estados Unidos. Brasil quiere ser tratado con respeto, somos un país muy grande, de 213 millones de habitantes, que no será patio trasero de nadie”.
Ser patio trasero es la opción de algunos presidentes de la región como el argentino Javeir Milei – posición que priva a Brasilia de un aliado gravitante para su estrategia de diplomacia regional frente a Washington- y el salvadoreño, Nayib Bukele. Por citar los casos más intensos, no los únicos.
En Brasil el más ardoroso de los presidentes “patiotraseristas” fue Jair Bolsonaro.
Lula no se cansa de criticar al excapitán -así volvió a hacerlo este sábado – y a menudo le recuerda cómo se encuadraba ante Trump y hacía la venia frente a bandera de cincuenta estrellas.
Pero ahora, afirmó el viejo sindicalista de voz ronca hablando al lado de su canciller Mauro Vieira y su asesor internacional, Celso Amorim, Brasil optó por ser un “país libre y soberano” indócil ante las imposiciones de la Casa Blanca en tiempos de tarifazo.
Las declaraciones del sábado fueron hechas en Moscú donde el petista parecía estar resfriado luego de asistir al desfile conmemorativo de los 80 años de la victoria de la Unión Soviética sobre el nazismo y reunirse con su colega Vladimir Putin.
Este domingo el mandatario y asesores repasaron el discurso a ser pronunciado el martes ante Xi Jinping, y algunos presidentes latinoamericanos, como el colombiano Gustavo Petro, durante la reunión China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y de Caribe). Evento del cual debe surgir la Carta de Beijing.
Mientras tanto, la delegación brasileña mantenía consultas con la Cancillería china para la redacción de una probable declaración conjunta de Lula y Xi Jinping, en la esperada cumbre bilateral prevista para este martes.
Comercio con China
El Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño ubicó a esta visita como parte de una relación marcada por la expansión de los vínculos económicos, con el avance de las inversiones chinas en infraestructura y sobre todo a caballo de un comercio bilateral próximo a los 190 mil millones de dólares en 2024.
Brasil tiene en China a su primer socio comercial desde 2009, durante el segundo mandato de Lula, cuando Estados Unidos fue desplazado de lo alto de un podio que ocupó por décadas.
La ventaja china sobre los norteamericanos tiende a incrementarse este año, bajo la impronta de las restricciones comerciales trumpistas.
El año pasado el comercio brasileño con el gigante asiático más que duplicó a las transacciones los norteamericanos. Además Brasil es superavitario con China y deficitario frente a Estados Unidos.
Lo político
Sin embargo, esa dinámica comercial es sólo una de las razones de este viaje, donde Lula y su homólogo chino Xi parecen muy interesados en acorazar su alianza política de largo plazo para ponerla a salvo de actuales y futuros estremecimientos con los que la administración republicana intenta minar el peso chino en Brasil y, por extensión, Latinoamérica.
“Las últimas decisiones del presidente de EEUU, con la tasación del comercio” causan incertidumbre sobre el orden global que se avecina, planteando desafíos para el “sur global” , donde China y Brasil , son relevantes, sostuvo el petista en Moscú este fin de semana.
Paralelamente en Bejing la Cancillería china se aliaba a la tesis lulista, apuntando contra la “posición extrema” asumida por la administración republicana en su ambición “hegemónica”.
Tres reuniones Lula-XI
Desde que Lula retornó a la presidencia en enero de 2023, esta será la tercera reunión con Xi, algo que no ocurrió con ningún otro mandatario, ni siquiera latinoamericano y traduce en sí mismo la fluida interlocusión entre los gobiernos .
La primera conversación presencial ocurrió en abril de 2023 en China, y coincidió con la asunción de la ex presidenta Dilma Rousseff como titular del Nuevo Banco de Desarrollo del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Africa del Sur), con sede en Shanghai.
Reelecta para un nuevo mandato al frente del banco del grupo -que incorporó seis nuevos miembros- en marzo pasado, Dilma estableció una relación de proximidad con Xi de quien recibió elogios.
Ese prestigio la posicionó como una interlocutora calificada ante Beijing, donde ella funge como una suerte de embajadora, que no responde institucionalmente a las directivas del Palacio Itarmaraty (Exteriores) más del estado brasileño, pero representa al presidente Lula.
La siguiente cumbre Lula-Xi fue celebrada en noviembre pasado, en Brasilia, cuando a pesar de las expectativas chinas, Brasil no firmó su incorporación al proyecto de la Ruta de la Seda. Posiblemente ante la recia presión estadounidense complementada por la posición refractaria factores de poder económico y la prensa comercial en pleno.
Lo que une a las tres bilaterales, incluyendo a la de este martes, es que se las elevó al rango de visitas de Estado, lo cual mucho más que un decorado del protocolo, revela la importancia política dada por la segunda y décima (lugar que cambia según diferentes rankings) economías mundiales a estas reuniones. O, como afirmó oficialmente el gobierno brasileño, ponen de manifiesto, la “densidad estratégica” de la relación.
Advertencia desde Washington
Trump escogió la semana pasada, mientras Lula volaba hacia Moscú -en su primera escala de su gira que concluye este martes en China-, para que una delegación de su gobierno aterrice en Brasil. Al frente de la comitiva fue designado el coordinador de Sanciones del Departamento de Estado, David Gamble.
Gamble y miembros de su delegación fueron recibidos por funcionarios del segundo o tercer escalón de la Cancillería y el Ministerio de Justicia brasileños en reuniones de las que se divulgaron comunicados escuetos, de los que surgen, o se infieren, las pocas coincidencias alcanzadas entre dos gobiernos cuyos presidentes, Lula y Trump, aún no cruzaron palabra, desde que el republicano asumió su segundo mandato en enero en Washington, donde había una numerosa delegación de políticos bolsonaristas, a la cabeza de la cual estaba el diputado Eduardo Bolsonaro.
Radicado en Estados Unidos, tras pedir licencia en el Congreso, el hijo del exmandatario acusa al gobierno petista de ser “totalitario”, con un Supremo Tribunal Federal que persigue y encarcela a los opositores y una política externa proclive a vincularse con “tiranos” y a convertir al país en una suerte de enclave bajo influencia china.
Con ese discurso el legislador de ultraderecha, a quien muchos ven como un lobbista anti-China, se presentó ante congresistas, líderes del Partido Republicano y funcionarios del Departamento de Estado.
Según declaraciones de Eduardo Bolsonaro, la administración trumpista se mostró sensible a su prédica y estaría dispuesta a castigar Brasil por estas transgresiones a los valores “occidentales”. Esa presión trumpista-bolsonarista, que también busca la impunidad de los golpistas que trataron de derribar a Lula, parece inspirada en un “patiotraserismo” que permea a la ultraderecha y buena parte de la derecha brasileñas.