Huracán y Platense: dos finalistas sin figuras ni derroches | Opinión

El Torneo Apertura comenzó a fines de enero bajo el influjo de los millones de dólares que River y Boca invirtieron para reforzar sus planteles y que los convirtieron en los grandes candidatos al título. Cuatro meses más tarde, termina con Huracán y Platense llegando a la final del domingo en Santiago del Estero con un mensaje opuesto: sin nombres rutilantes ni presupuestos elevados, pero con bajo perfil, mucho trabajo, gran poder de convicción y un compromiso colectivo a toda prueba, también se puede pelear un título.
Durante el verano, Frank Darío Kudelka en Huracán y la dupla que componen Favio Orsi y Sergio Gómez debieron recomponer planteles que habían quedado desmebrados. A Kudelka se le desarmó un medio campo entero (Alarcón, Fattori y Echeverría) que había sido el corazón del equipo. Y con el respaldo eficaz de Daniel Vega desde la secretaría técnica logró recomponerlo: trajo a Leonardo Gil, desde Colo Colo de Chile, y a Matko Miljevic, libre de Newell’s, y promovió al juvenil Leonel Pérez quien desde la reserva se transformó en una de las revelaciones del campeonato como volante central. Lo nuevo funcionó sin gastar demasiado.
Con el orden como atributo esencial, Kudelka compuso un equipo que afrontó la doble competencia con buen juego y carácter: llegó a la final del Torneo Apertura, ganó su zona en la Copa Sudamericana y en el último bimestre, sacó victorias en bastiones tan complicados como San Pablo, Montevideo y Avellaneda, además de un empate 0 a 0 ante el América en Cali.
La dupla no la tuvo mucho más sencilla. Y como el dinero nunca abunda en la tesorería “calamar” debió arreglarse con jugadores como Oscar Salomón, Guido Mainero, Vicente Taborda, Tomás Silva, Franco Zapiola y Nicolás Orsini, descartados por otros clubes. Siempre con la prioridad de sumar puntos para no pelear el descenso, Orsi y Gómez supieron conectar con sus jugadores. Les aportaron una idea clara aunque no siempre vistosa de juego, mística ganadora y funcionamiento. Y los resultados están a la vista: en tres semanas y con todo en contra, sacaron de competencia a tres grandes como Racing, River y San Lorenzo en su propia casa. Y sin colgarse del travesaño. Histórico.
Es cierto que el formato corto y heterodoxo del torneo (apenas dieciseis partidos más cuatro definiciones mano a mano) favorece a los equipos con bajos recursos que en una competencia tradicional de todos contra todos a dos ruedas, acaso tendrían menos chances. Pero hay varios en la situación de Huracán y Platense. Y fueron únicamente ellos los que consiguieron llegar a la final. De Kudelka y Orsi-Gómez se habla poco. Tal vez ese estar lejos del alcance de las cámaras, los micrófonos y del ronroneo de las redes sociales haya sido lo mejor que pudo haberles pasado. Porque pudieron ponerse a trabajar sin la presión de decir todos los días una frase titulera y vendedora. Se centraron en armar verdaderos equipos sin figuras ni derroches. Y lo consiguieron. Con una idea que no se negocia: los colores siempre estarán por encima de todo.