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A 10 años de Ni Una Menos: la cuarta ola feminista


A una década del primer grito colectivo en las calles argentinas, Ni Una Menos sigue siendo un símbolo de resistencia y memoria. Nacido en el sur global, el movimiento feminista que cambió el mundo lucha hoy por preservar su origen frente a los relatos hegemónicos que intentan reescribir la historia.

Ni Una Menos cumple 10 años y su legado sigue vivo. Lo que comenzó el 3 de junio de 2015 en Argentina como una respuesta urgente ante los femicidios, se convirtió en la chispa que encendió una revolución feminista global. A una década de aquella primera marcha multitudinaria, es clave recordar el origen de un movimiento que rompió el silencio, liberó la palabra y puso a América Latina en el centro del mapa feminista internacional.

El movimiento, impulsado por periodistas como Marcela Ojeda, nació en las redes sociales y rápidamente se transformó en una masiva expresión callejera. “Nos están matando”, tuiteó Ojeda, y esa frase detonó una movilización sin precedentes. El 3 de junio, 200 000 personas colmaron las calles de Buenos Aires para gritar juntas: Ni Una Menos. El Congreso respondió con una ley para brindar asistencia legal gratuita a víctimas de violencia de género. La llama se encendía en el sur global.

Lo que pocos recuerdan —o muchos eligen olvidar— es que Ni Una Menos precedió al Me Too, y que América Latina fue el epicentro del despertar colectivo. Michelle Obama lo reconoció en 2016, cuando visitó Argentina y mencionó en su discurso la importancia del tuit de Ojeda y el poder de esa movilización. Sin embargo, con el tiempo, el relato fue apropiado por el norte global. Las series, los libros y las producciones en Hollywood borraron el punto de partida y reescribieron la historia desde el momento en que el movimiento llegó a Europa y Estados Unidos.

Pero la historia no empezó en una alfombra roja. Empezó con sangre y coraje. La frase “Ni Una Menos” fue creada por la poeta mexicana Susana Chávez, quien en 1995 escribió “Ni una mujer menos, ni una muerta más” denunciando los crímenes en Ciudad Juárez. Susana fue asesinada brutalmente en 2011. Su muerte fue minimizada por el sistema judicial, como tantas otras. Pero su palabra quedó. Y se transformó en consigna.

Después de la marcha de 2015, las réplicas no tardaron en llegar: #MiPrimerAsedio en Brasil, #MiPrimerAcoso en Colombia, #EnaZeda en Túnez, #Cuéntalo en España, #UnVioladorEnTuCamino en Chile. La ola feminista se volvió imparable. En paralelo, en 2017, el Me Too se viralizó en Estados Unidos tras las denuncias contra el productor Harvey Weinstein. El término ya existía desde 2006, creado por la activista Tarana Burke, pero fue cuando la actriz Alyssa Milano lo popularizó que explotó en redes y medios.

// Foto: AP/Damian Dovarganes

Sin embargo, la cronología es importante: el impulso de Ni Una Menos allanó el camino cultural para Me Too. Lo reconoció incluso el diario El País en diciembre de 2017. Pero el poder narrativo, como tantas veces, vino del norte. Y con él, la tendencia a borrar el origen latinoamericano del movimiento.

Hoy, en pleno backlash, quienes alzaron la voz enfrentan persecución, amenazas y silenciamiento. El periodismo feminista, motor de esta transformación, sufre el castigo de haber visibilizado lo que se quería callar. Pero a pesar de los intentos por ocultar el inicio, la historia comenzó en el sur: en las calles de Buenos Aires, en las denuncias de Ciudad Juárez, en los tambores de Montevideo y en los hashtags de Bogotá y São Paulo.

Ni Una Menos no fue una réplica: fue el punto de partida. Su impacto no solo impulsó leyes y debates, también transformó el lenguaje y habilitó nuevas narrativas sobre el goce, el consentimiento, el aborto legal y la sexualidad. Y sobre todo, dejó una marca imborrable en la historia del feminismo.

Ni Una Menos, en Comodoro

Varios femicidios conmocionaron a la ciudad, desde Gabriela Zúñiga (1998) hasta Georgina Poletti (2024).

Gabriela Zúñiga fue asesinada el 12 de noviembre de 1998 a manos de su pareja, quien ese entonces tenía 17 años.

 

Iris Martínez fue asesinada por su esposo, Wenceslao González, el 29 de julio de 2009.

Eliana Epulef perdió la vida a manos de Celestino Vera, el 15 de marzo de 2010.

Estela López falleció días después del 20 de diciembre de 2011 por quemaduras causadas, presuntamente, por Gerardo Julio. 

Daniela Flores fue asesinada el 27 de enero de 2013 por Segundo Vargas.

Yasmín Chacoma fue asesinada el 14 de diciembre de 2013 por Miguel Ángel Pallalaf.

Vanesa Farías falleció el 23 de marzo de 2016, luego de ser atacada por Horacio Atay.

Valeria Palma fue asesinada el 28 de agosto de 2016 por Mauro Díaz.

Lidia Contreras y Yasmín Espinoza fueron asesinadas el 12 de septiembre de 2016 por Osvaldo Soria.

Yasmín
Lidia

 

Débora Martínez fue asesinada el 27 de enero de 2017 por Néstor Alberto Aguilante.

Soledad Arrieta fue asesinada el 5 de febrero de 2018 por Gustavo Servera.

Yanina Montes Castro fue asesinada el 29 de agosto de 2020 por Luis Eduardo Gómez.

Daniela Velasco fue asesinada el 5 de noviembre de 2021 por Miguel Ángel Asencio.

Georgina Elizabeth Poletti fue asesinada el 15 de diciembre de 2024 por Jesús Santos Falcón, quien se suicidó tras el crimen.





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