cómo impacta el conflicto bélico en la economía Argentina

La guerra entre Israel e Irán trajo inevitablemente reminiscencias de lo ocurrido en 2022, tras la invasión rusa a Ucrania. En aquel año, el conflicto cambió drásticamente todas las proyecciones económicas, debido a las alzas en los precios de las materias primas. Y, ahora, en todos los países se están sacando cuentas sobre cuál podría ser el impacto, sobre todo teniendo en cuenta que la región afecta al hipersensible rubro del petróleo.
En Argentina, la situación de hoy es radicalmente opuesta a la existente durante el inicio del conflicto ruso-ucraniano. En aquel entonces, el país seguía siendo un importador neto de combustibles y, para colmo, se registraron temperaturas inusualmente bajas en la zona centro del país, donde se concentra la mayor parte de la población.
Todavía no se habían completado las obras de gasoductos que transportasen gas natural desde los grandes yacimientos, como Vaca Muerta, hacia las grandes áreas urbanas. Por ese motivo, en 2022 el país se tornó más dependiente que nunca de la llegada de barcos cargueros de gas natural licuado.
Hablando en plata, las importaciones de combustibles llegaron ese año a una inédita cifra de u$s12.868 millones -un 15,8% del total importado-, mientras los precios en el mercado internacional tocaban niveles astronómicos -con el barril de petróleo en un pico de u$s130 y el gas a u$s50 por millón de BTU-.
El peor momento se dio en julio de ese año, cuando el alto consumo de gas hizo que la importación de energía ascendiera a u$s2.400 millones, el 29% del total de las importaciones argentinas en ese mes.
No resulta extraño que, justo para esa época, se produjera la gran crisis cambiaria que derivó en la salida de Martín Guzmán del ministerio de economía y que finalizara con el ingreso de Sergio Massa como “super ministro”.
Con la soja no alcanzó
Es cierto que, así como la guerra ucraniana produjo un salto en los precios energéticos, también lo hizo sobre los cultivos agrícolas que Argentina exporta, especialmente soja y trigo, dado que tanto Ucrania como Rusia son grandes productores.
De hecho, el trigo argentino ayudó al gobierno de Alberto Fernández a atravesar con relativa calma el verano de 2022, porque la oferta argentina llenó “huecos” del mercado global que tradicionalmente compraban a Ucrania.
Sin embargo, el impacto positivo sobre los precios agrícolas no llegó, ni de lejos, a compensar el daño que provocó la suba de los combustibles.
Hubo varios motivos para ello. Uno fue la mayor presión sobre la inflación: con la suba repentina del precio del trigo, subieron los precios de panificados, fideos y otros productos alimenticios en el mercado doméstico.
Pero, además, ese fue un año de sequía, lo que hizo que la producción de soja estuviera un 15% debajo de las proyecciones iniciales. De esa manera, aun con un precio que tocó un pico de u$s630 por tonelada de soja, el campo estuvo lejos de vivir un momento de euforia, porque la caída en las cantidades vendidas terminó “neteando” el precio.
Además, la suba del petróleo implicó incrementos en los costos del campo, por la mayor incidencia en los fletes y en fertilizantes y otros insumos derivados del petróleo.
Y además, claro, estaba el debate sobre el nivel de las retenciones a la exportación y la pérdida que sufrían los productores por la brecha entre el tipo de cambio oficial al que el Banco Central les pagaba su exportación y el dólar paralelo al que se volvían a hacer de divisas. Los números eran elocuentes: apenas un 30% de ese precio récord de la soja se quedaba en los bolsillos de los sojeros, lo cual hacía que se exacerbara la tendencia a retener los granos en los silobolsas.
Finalmente -y tras la aplicación del régimen “dólar soja”- ese año terminó con una suba de exportaciones de 9,4% en productos primarios y de 7,1% en manufacturas de origen agrícola, cifras modestas si se tiene en cuenta el alza de los precios en el mercado global.
La lupa en el estrecho
En definitiva, el impacto económico de aquel conflicto terminó teniendo un efecto negativo sobre la economía argentina, aun cuando la soja tocó récords.
¿Es comprable la situación de medio oriente en 2025 con la de Ucrania 2022? En principio no, ni para el mundo ni para Argentina.
Los primeros análisis de los expertos indican que, tras el intercambio de misiles, no hubo una disminución significativa en la cantidad de buques petroleros circulando el estrecho de Ormuz, una de las zonas de mayor tráfico mundial de combustibles -se estima que el 20% del crudo exportado para por esa zona.
En una orilla del estrecho está Irán, y enfrente Omán y los Emiratos Arabes Unidos. El estrecho es, además, la puerta de entrada al Golfo Pérsico, donde se embarcan buques petroleros de Arabia Saudita, Irak y Kuwait.
Los temores a un cierre de ese estrecho fue lo que llevó a que el petróleo, que apenas un mes atrás había caído debajo de los u$s60 por barril -impulsado por un anuncio de mayor producción de la OPEP y por el incentivo de Donald Trump al shale oil para abaratar la nafta-, saltara el lunes hasta los u$s78 tras el contraataque iraní a Israel.
Sin embargo, hubo un rápido recorte del precio, que terminó cerrando en u$s72 por barril Brent. La explicación de los expertos es que, de momento, Israel no ha tenido como blanco de sus ataques las terminales exportadoras iraníes ni parece dispuesto a alterar el tránsito marítimo en el estrecho.
El efecto Trump
Es algo que parece lógico desde el punto de vista geopolítico, dada la alianza del gobierno israelí con Trump, que por más cumpla sus promesas de generar un boom de producción propia, todavía está muy lejos de cortar su dependencia del petróleo importado: Estados Unidos sigue comprando una media de 2.400 millones de barriles diarios.
Y de hecho, pocas semanas antes de que estallara el conflicto israelí-iraní, una de las mayores potencias petroleras, Arabia Saudita había anunciado que se incrementará la oferta de crudo en hasta 2,2 millones de barriles diarios hacia el último trimestre de este año. El anuncio implica no sólo que este país subirá su producción sino que, además, aplicará sanciones a otras naciones petroleras que se mostraban renuentes a subir su cuota.
Arabia Saudita es el principal aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente, y la decisión de incrementar la oferta ocurrió, no por casualidad, a pocos días de una visita de Trump en la que se discutió un acuerdo sobre defensa y armas nucleares.
Respecto de la reacción que pueda tener Irán, expertos citados por el Financial Times indicaron que, aunque la tradición del país es bloquear el estrecho en situaciones de conflicto, esta vez su actitud sería diferente, dado que ha mejorado su relación con Arabia Saudita y, además, necesita mantener su propio flujo exportador -que mayormente tiene como destino a China-.
En cambio, afirman los analistas, lo que sí podría llegar a hacer Irán si el conflicto escalara, sería un ataque a yacimientos petrolíferos en Irak y Arabia Saudita.
¿Ahora Argentina gana?
Entonces, desde el punto de vista de la economía argentina, ¿este conflicto tendrá impacto positivo, negativo o resultará neutral? Si la infraestructura energética argentina estuviese en la misma situación de 2022, sin dudas habría tenido un impacto negativo, pero no de la gravedad que se produjo durante la invasión a Ucrania.
Pero hoy la situación argentina es radicalmente opuesta: pasó de importador neto a exportador de energía, gracias al incremento productivo de Vaca Muerta y a la mejora en la infraestructura de transporte de hidrocarburos.
Eso implica que cualquier suba en el petróleo, en principio tiene efectos positivos. El país exportó el año pasado u$s9.677 por el rubro petrolero, con lo cual rompió el histórico déficit energético: en ese rubro quedó un superávit de u$s5.668 millones.
Y las proyecciones iniciales para este año indicaban que ese superávit podría ascender hasta u$s8.000 millones. Esa era una de las razones por las que el ministro Luis Toto Caputo suele repetir que no hay que analizar la economía argentina con los viejos paradigmas: en la visión del gobierno, la clásica escasez de divisas que se produce en el segundo semestre se vería compensada por el aporte de “petrodólares”.
Pero aquella impresión inicial había sido afectada por el “efecto Trump”, que llevó a un desplome en la cotización del crudo en mayo. Por eso, el interrogante que el mercado todavía no termina de responder es: ¿fue ese momento una excepción, y a partir de ahora veremos presiones al alza por las tensiones geopolíticas? ¿O, por el contrario, la excepción es el pico de precios actual y lo normal será que el barril tienda a los u$s60 por la sobreproducción global?
Si ocurriera lo primero, y la inestabilidad global llevara a un petróleo sostenidamente alto, entonces Argentina tendrá motivos para mejorar su expectativa de entrada de dólares y de refuerzo de las reservas. En el caso contrario, habrá que recalcular en no menos de u$s2.000 millones el superávit petrolero.
De lo que ocurra en los próximos días en Medio Oriente dependerá si las previsiones de Caputo -que espera un holgado superávit comercial y de servicios en torno a los u$s20.000 millones- es cumplible o si las cosas saldrán como prevén los más escépticos, que ven con preocupación un superávit cada vez más flaco.