EE.UU. enfocado en quebrar el sistema de salud global | Los efectos que la salida de la OMS decidida por Donald Trump tendrán en Argentina y el mundo

Donald Trump asumió su segundo mandato en EE.UU. y rápidamente decidió la salida de su país de la OMS. Como se trata del principal financiador del organismo –aporta aproximadamente el 15 por ciento del presupuesto– la medida afectará la salud global. En lo concreto, se verán atenuadas las capacidades de la entidad para combatir patologías y responder a emergencias sanitarias de toda clase. Programas globales de combate del VIH y enfermedades sexuales, así como tuberculosis, podrían interrumpirse. Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director de la agencia, ya anunció que este golpe “agravará la situación financiera de la organización” y comenzará un proceso de revisar “qué actividades priorizarán”.
El reacomodamiento no será sencillo, en medio de la avanzada de la ultraderecha mundial que, a tono con las ideas del presidente argentino, desprecian lo público, cuestionan a los organismos multilaterales y sostienen una predica anti-científica y anti-vacunas. ¿Qué rol podría jugar China ante la salida de EE.UU.? ¿Qué podría ocurrir si Argentina también decide dejar la OMS? ¿Cómo, desde hace décadas, los grupos privados marcan la agenda de las discusiones globales en materia de salud?
La experta del Conicet Marcela Belardo, la exjefa de gabinete del Ministerio de Salud de Nación –Sonia Tarragona– y el exfuncionario de la Organización Panamericana de la Salud Adrián Díaz, ofrecen sus respuestas a Página/12.
Un terremoto con epicentro en Washington
Aunque la decisión no tomó a nadie por sorpresa –en la medida en que Trump ya había iniciado la salida del país en su anterior gestión– provocará efectos en varios sentidos. Consultada por Página/12, la investigadora del Conicet Marcela Belardo, detalla: “Los efectos serán muy importantes en la medida en que EE.UU. es el principal aportante en la OMS. Su salida causará un cimbronazo en todas las políticas globales de salud. Se verá muy afectado el combate al sida, la tuberculosis, la malaria, la poliomielitis, el cáncer; y también los programas de respuestas frente a brotes epidémicos y pandemia, los de salud materno-infantil y la investigación científica”.
Los ecos de su retirada de la OMS van más allá que la interrupción de programas puntuales. Adrián Díaz, exfuncionario de la OPS, dice: “EE.UU. también contribuye a través de otras fuentes; realiza cooperación a partir de instituciones como los CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades) en distintos campos, como el de inmunizaciones”. Las mismas incertidumbres se abren con respecto a la coordinación de respuestas sanitarias globales y la imposición de normativas. Belardo puntualiza en el rol que cumple la FDA (Administración de alimentos y medicamentos), el ente regulador equivalente a Anmat en EE.UU. pero que posee un peso específico a nivel internacional.
“El papel de la FDA es esencial para el mundo, pues cuando este ente aprueba un medicamento, casi que inmediatamente lo aprueban todos los países. Lo mismo con los CDC, que tienen un alcance global. Con el retiro de EE.UU. de ámbitos internacionales, estas instituciones podrían abandonar la escena global para cerrarse a lo nacional”, describe.
A partir de esta decisión, se desconoce cuál será el futuro de las estadísticas sanitarias globales que, en general, se diseñan en los centros colaboradores de la OMS radicados en universidades de EE.UU. En efecto, si este país deja el organismo, también dejarán de difundirse cifras sobre problemas de salud globales. Sin cifras, básicamente, no hay políticas públicas ajustadas a las necesidades.
EE.UU. cumple un rol fundamental en asuntos como el diseño anual de la fórmula de la vacuna antigripal. Sin su aporte, la situación también deberá redefinirse. De hecho, Robert F. Kennedy Junior, quien actúa en el presente como secretario de Estado de Salud, es un escéptico de las vacunas. Díaz lo ilustra: “No cuestiona las vacunas contra la covid que se aprobaron de manera muy reciente, sino que carga contra aquellas que están instaladas en el ideario colectivo desde hace décadas. La del sarampión, la de la polio. Es una situación muy complicada, por la deriva que puede tener; no sabemos cómo impactará en la salud pública”.
Al dejar de formar parte de la OMS, EE.UU. ya no reportará si detecta algún brote. Asunto muy riesgoso, en la medida en que los virus no conocen de fronteras geográficas. Para citar un caso, en la actualidad, EE.UU. enfrenta la propagación de gripe aviar, que ya se manifestó en humanos y que tiene potencial pandémico.
Trump, Milei y el universo paralelo
La medida va a tono con la concepción de la salud pública de los gobiernos de ultraderecha que ganan terreno en planeta. “A pesar de la heterogeneidad, comparten el ideario antivacuna, anticiencia, de disminución de la intervención estatal en problemas sanitarios, o bien, directamente promueven la privatización de los sistemas públicos de salud”, refiere Belardo.
Esta expresión en contra de lo público también se alimenta, en el plano internacional, de un fuerte cuestionamiento a los organismos multilaterales. Desde la ultraderecha, los definen como lugares con concepciones progresistas o de izquierda. El presidente electo observa a las universidades y la ciencia como bastiones de la elite progresista. Frente a ello, Díaz comenta: “Con todas las fallas que tienen, los organismos internacionales tratan de poner un poco de equilibrio y marcar límites. Todo lo multilateral frena las ambiciones desmedidas de los grupos de poder concentrados”.
Bajo esta premisa, al combo de la crítica de lo público y de los organismos multilaterales, se suma un tercer condimento: el aislacionismo. Trump fogonea la idea de no ceder autoridad frente a órganos supranacionales. Desde el gobierno que se estrena no creen en entidades por encima de los Estados, porque básicamente EE.UU. no necesita a nadie para progresar.
¿Y si Argentina se va de la OMS?
Nuestro país imita esta cosmovisión al pie de la letra: el gobierno defenestra a las universidades y las desfinancia, al igual que al ámbito de la salud. En paralelo, busca minar los espacios de articulación internacional; Milei coquetea con retirar a la nación del Acuerdo de París y de la OMS, como guiño de sintonía fina con su par norteamericano.
“El Ministerio de Salud ha quedado como una especie de cascarón vacío ante la falta de políticas, por eso, quizás el golpe de gracia tenga que ver con que Argentina se retire de la OMS. Algo que no sería nada sorpresivo”, desliza Belardo. En julio pasado, Argentina ya se opuso a la OMS al no suscribir el Tratado contra las futuras pandemias, destinado a mejorar la articulación ante las crisis globales que podrían avecinarse.
Sonia Tarragona, exjefa de gabinete del Ministerio de Salud nacional apunta: “Argentina podría perder el acceso a datos globales. Con todas las deficiencias que se pueden señalar, la OMS es una fuente clave de información sobre enfermedades, epidemias, posibles pandemias. Todos los países reportan eventos de relevancia de salud pública”. Y continúa: “Argentina posee un número significativo de centros colaboradores de la OMS y de la OPS, que trabajan en investigación a nivel global para nutrir las decisiones de política sanitaria. También podría implicar la reducción de apoyo técnico y financiero para vacunación, control de enfermedades, formación en investigación”.
De esta manera, con solo un movimiento, Argentina podría quedar aislada en la materia. “Se convertirá en un país sin compromiso con la salud global, justamente después de atravesar un contexto como el de la pandemia”, completa la exfuncionaria.
China al acecho
Más allá de la bomba que significó la noticia, retirar a un país de la OMS no es una acción inmediata. Se requiere de un anuncio formal, como el que hizo Trump, con 12 meses de antelación. En ese tiempo, menciona Belardo, siempre hay negociaciones, y recién ahí se procede a la desvinculación política y financiera. Con lo cual, en todo 2025, más allá de que se quiera retirar, EE.UU. seguirá enviando dinero.
En su primer mandato, durante la pandemia de coronavirus, Trump había anunciado la salida, pero no le dio el tiempo necesario para que esta medida se hiciera efectiva. Luego, con la llegada de Biden, se dió marcha atrás. Sin embargo, ahora la situación es otra: el nuevo presidente no está de salida: acaba de comenzar su gestión y el riesgo de que el retiro se confirme, es real.
EE.UU. fue uno de los países que promovió, en plena Guerra Fría, la creación de la OMS. Su hegemonía fue muy significativa desde ese momento hasta el presente. No obstante, como siempre sucede, el poder se reacomodará y algún gigante recogerá el guante. En este escenario, China se relame: “El lugar que dejará EE.UU. podría ser ocupado por otras potencias globales. Aunque no será sencillo: Alemania está sin gobierno, Reino Unido sigue con sus problemas del Brexit, en Italia está Meloni. No será fácil, sobre todo, con el ascenso de la ultraderecha. La única que está bien perfilada es China”, dijo Marcela Belardo.
Ante la salida de EE.UU., rápida de reflejos, China salió a respaldar a la OMS y se espera que podría asumir un rol más activo en el futuro. Previamente, sin embargo, debería limpiar su imagen internacional luego de lo que sucedió en la pandemia y el reparto de culpas por el origen en Wuhan. “China es un candidato a ocupar ese lugar, tampoco descartaría a los países árabes. Lo que seguro no va a ocurrir es que Trump reconsidere la situación. No le interesa acercar posiciones; directamente quiere que desaparezca la OMS”, remata Díaz.
Los privados marcan la agenda
A partir del dinero que recibe de los diversos países, la OMS financia políticas globales y programas específicos para diferentes regiones. En función de un cálculo específico que involucra a la población y el PBI, cada nación aporta fondos de manera directa; como si se tratara de una persona que abona la cuota de socio de su club. Entre los años 90 y los 2000, cuenta Belardo, ganaron lugar las “contribuciones voluntarias”. A partir de allí, por un lado, las naciones fueron habilitadas a poner más dinero (es decir, pagan un monto voluntario más allá de la cuota directa); y por otro lado permitió, esencialmente, el aporte de otro tipo de actores, como los grandes filántropos. De hecho, la Fundación Bill y Melinda Gates está en el podio de los que más fondos donan cada año.
Si se combinaran las contribuciones que realizan Estados y privados, se observa que EE.UU. lidera la tabla y el segundo lugar lo ocupan los Gates, que además son norteamericanos, y brindan nada menos que un 14 por ciento. Luego, siguen el resto de las potencias con porcentajes muy por debajo.
“A partir de este cambio, fundaciones, ONGs y potencias consiguieron profundizar su poder de lobby y ejercer mayor incidencia en términos de financiamiento. Según las tendencias, las contribuciones voluntarias pesan más y dominan la agenda”, narra Belardo. Hay una norma por estatuto de OMS que indica que las contribuciones voluntarias tienen el fin específico que decide el contribuyente. Es decir, quien pone el dinero, le dice al organismo dónde tiene que gastarlo. Después de todo, la salud constituye uno de los mercados más importantes del mundo.