un jaque al consenso sobre la sustentabilidad

El mandatario estadounidense ya se manifestó en contra de la agenda ambiental. Esto representa un claro retroceso en todo lo conseguido.
El ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos profundiza un contexto de incertidumbre para el futuro de las políticas ambientales y la sustentabilidad en general. Trump, quien durante su último mandato intentó revertir un centenar de leyes ambientales y desestimó reiteradamente el cambio climático como un “engaño”, promete un retroceso en los avances logrados en materia de sustentabilidad durante la última administración.
En su campaña, el presidente electo hizo hincapié en el fortalecimiento de la producción de combustibles fósiles con el objetivo de asegurar la independencia energética de Estados Unidos. Propuestas como la reactivación de la explotación de petróleo y gas en tierras federales y la agilización de los permisos para infraestructuras energéticas parecen más cercanos.
La designación de Chris Wright, CEO de Liberty Energy -una empresa especializada en fracking y gas natural- y conocido escéptico del cambio climático para dirigir el Departamento de Energía y la salida del Acuerdo de París, dentro del grupo de las primeras órdenes ejecutivas, confirman el cambio de mirada que la actual administración tiene sobre el tema.
En esta línea, el “Project 2025” de Trump busca revertir las regulaciones ambientales de la administración Biden, incluida la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que fomenta energías limpias. Además, planea detener los subsidios a los vehículos eléctricos y revertir los estándares de eficiencia energética que, según él, afectan negativamente a la industria automotriz y otros sectores tradicionales. Si actualmente Estados Unidos impacta con alrededor del 14% de las emisiones globales de dióxido de carbono, distorsionar los estándares de eficiencia puede traer consecuencias graves.
Los números son alarmantes: según un análisis de Carbon Brief, la victoria de Trump podría generar 4.000 millones de toneladas adicionales de emisiones en Estados Unidos para 2030, equivalente a las emisiones anuales combinadas de la UE y Japón. Más claro: anulará todas las emisiones ahorradas por el despliegue de energía eólica, solar y otras tecnologías limpias en todo el mundo en los últimos cinco años.
Si bien el contexto no es favorable, la sustentabilidad va a prevalecer. Los compromisos asumidos por las empresas son de largo plazo y no tienen que ver sólo con normas y regulaciones gubernamentales. Muchos fondos ya están invertidos: hay proyectos de litio en California, plantas solares en Texas, fábricas de baterías y coches eléctricos en Georgia.
Casi el 60% de los nuevos proyectos de energía limpia desde 2022 están en distritos republicanos que votaron a Trump y que se beneficiarán de inversiones que aportarán más de u$S400 mil millones a la economía estadounidense.
En los últimos años las conversaciones sobre cuestiones ambientales estuvieron en el centro de la agenda y, desafortunadamente, se han politizado demasiado. En la era Trump -o, más cerca, en la era Milei– ingresamos en una nueva etapa donde el foco va a estar en el impacto real y no en las terminologías que de tanto repetirlas se tornaron cliché. Entre tanto hay algo claro: la acción colectiva será crucial para enfrentar los retos ambientales que se avecinan.