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La muerte de Francisco y un secreto del Vaticano detrás del último adiós al Papa



Por qué cuerpo del papa Francisco no fue embalsamado. Éxitos, fracasos y escándalos detrás de la conservación de los cuerpos papales.

El Vaticano reforzó en las últimas semanas el entrenamiento de su equipo de tanatopractores, responsables de la preparación estética y sanitaria del cuerpo papal en caso de muerte. Los expertos trabajaron bajo discreción absoluta para garantizar una imagen serena del pontífice durante los tres días de exposición pública en la Basílica de San Pedro. La decisión se inscribe en una lógica de previsión: Jorge Mario Bergoglio, de 88 años, formalizó en noviembre de 2024 su voluntad de tener un funeral austero y sin embalsamamiento, en línea con su estilo de vida sobrio y sus posiciones sobre la dignidad en la muerte. Pero, además, intenta dejar atrás un secreto que aún se guarda con Pío XII: se dice que su cuerpo explotó por acumulación de gases.

Desde este miércoles 23 de abril, cientos de miles de fieles desfilan por la Basílica de San Pedro para despedirse de Bergoglio. El cuerpo del papa Francisco fue dispuesto en una sencilla urna de zinc dentro de otra de madera, ambas abiertas, en una ceremonia austera que respeta su voluntad. “Francisco insistió en no ser expuesto sobre un catafalco ni ser colocado en el tradicional sistema de tres féretros”, confirmaron fuentes vaticanas. Tampoco se recurrió al embalsamamiento.

En su lugar, se utilizó la técnica de tanatopraxia, un método moderno y menos invasivo, que busca preservar temporalmente el cuerpo humano para su exposición pública. A diferencia de la embalsamación tradicional, que implica la extracción de órganos y el uso de químicos agresivos como la formalina, la tanatopraxia permite conservar un aspecto natural mediante “la inyección de fluidos conservantes en el sistema arterial, la desinfección del cuerpo y un tratamiento cosmético correctivo”.

El procedimiento busca asegurar un “aspecto sereno y compuesto”, y se encuentra regulado en Italia desde 2022. De este modo, se garantiza que los fieles puedan rendir homenaje sin alterar la dignidad del difunto. Francisco no fue el primer pontífice tratado con esta técnica: también se aplicó a Benedicto XVI en 2022 y a Juan Pablo II en 2005.

 

Una historia que se ocultó por décadas

 

La historia de la conservación de los cuerpos papales está marcada por éxitos, fracasos y escándalos. En 1958, el médico de Pío XII, Riccardo Galeazzi Lisi, envolvió su cuerpo en cellophán con hierbas aromáticas, lo que provocó una descomposición acelerada que generó gases y laceraciones. El desastre fue tal que la Guardia Suiza rotaba cada minutos para evitar desmayos. Peor aún: el médico personal del papa, Riccardo Galeazzi Lisi, fue expulsado del Vaticano tras intentar vender fotos del papa moribundo a la prensa. 

Galeazzi Lisi había ideado un método “revolucionario” junto al embalsamador Oreste Nuzzi. La técnica, que consistía en envolver la salma con cellophane y hierbas aromáticas, provocó una rápida descomposición. Incluso se llegó a decir, sin confirmación oficial, que el cuerpo explotó por acumulación de gases.

 

De Pío XII a Pablo VI

 

La mala experiencia de Pío XII motivó al Vaticano a revisar sus protocolos. En años posteriores, algunos pontífices —como Juan Pablo I y Pablo VI— optaron por no recibir ningún tipo de tratamiento, con resultados similares: “sus cuerpos se deterioraron visiblemente durante las ceremonias fúnebres”.

La elección de cada papa refleja no solo cuestiones prácticas, sino también decisiones profundamente personales. “La muerte de un pontífice es un evento de alto contenido ritual y espiritual, pero las decisiones sobre la conservación de sus restos no siguen una norma fija”, señalaron especialistas en historia eclesiástica. Francisco, en vida, dispuso cambios importantes en el rito fúnebre papal: pidió ser enterrado en una tumba sencilla en la Basílica de Santa María Maggiore, para evitar toda forma de ostentación.

El funeral del papa Francisco está previsto para el sábado 26 de abril. El método elegido asegura que la imagen del pontífice, serena y austera, permanezca en la memoria de los fieles como él quiso: sin adornos, sin exhibiciones, con la humildad que caracterizó su pontificado.





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