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¿Se ha desmoronado la confianza en la era de la inteligencia artificial?


La escena podría haber sido rutinaria: una videollamada corporativa, ejecutivos conectados desde distintas oficinas, y un CFO británico liderando la sesión desde Londres. Pero lo que nadie sabía era que ese CFO no era real. Era un deepfake, una simulación perfecta, montada por estafadores usando inteligencia artificial para suplantar su identidad. La reunión siguió su curso y, obedeciendo sus órdenes, un empleado transfirió 25 millones de dólares. Nunca sospechó porque todo, la voz, los gestos, el rostro, la jerarquía, parecía auténtico.

Este caso, ocurrido en Hong Kong a inicios de 2024, no es una anécdota aislada. Es el síntoma de algo más profundo: la erosión de la confianza humana en la era de la inteligencia artificial. ¿Qué sucede cuando ya no podemos fiarnos de lo que vemos? ¿Qué pasa cuando, incluso dentro de tu propia empresa, el rostro al otro lado de la pantalla puede ser una mentira perfectamente construida?


El nuevo estándar profesional: aprender, pensar y construir con IA

La nueva entrega de PROMPTING aborda el caso de Shopify, cuyo CEO transmitió un mensaje revelador: trabajar con IA ya no es una habilidad deseable, es un requerimiento profesional.


Confianza: el pegamento invisible de la vida social

Desde el siglo XVII hasta hoy, la filosofía política y la sociología han insistido en lo mismo: sin confianza, no hay sociedad posible.

  • Thomas Hobbes imaginó un mundo sin normas, donde la desconfianza reina. En ese “estado de naturaleza”, todos temen a todos, y la única salida es entregar poder a un soberano que imponga orden. En su modelo, la confianza se impone por la fuerza del castigo: es la base mínima para la cooperación.
  • John Locke, en cambio, vio la confianza como algo más voluntario y moral: los ciudadanos ceden parte de su libertad al gobierno con la expectativa de que este los protegerá. El poder es “fiduciario”: solo funciona si el pueblo cree en su legitimidad.
  • Émile Durkheim llevó esta idea al corazón del tejido moderno: una sociedad solo funciona si los individuos, interdependientes, confían en que otros cumplirán su rol. Sin esa expectativa compartida, sobreviene la anomia, el caos normativo.
  • Georg Simmel fue aún más preciso: ni siquiera podemos comprar pan sin confiar. La vida cotidiana se basa en interacciones con desconocidos en las que, sin pruebas absolutas, apostamos por la honestidad ajena.
  • Niklas Luhmann lo resumió como nadie: la confianza es lo que nos permite actuar en un mundo complejo. Sin ella, estaríamos paralizados por infinitas dudas.
  • Anthony Giddens habló de “seguridad ontológica”: esa sensación de que el mundo sigue un orden predecible. Cuando eso se rompe, no solo nos sentimos inseguros, nos sentimos perdidos.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la IA? Todo.

IA: una amenaza estructural a la confianza moderna

Lo que antes eran certezas —la voz de un jefe, una foto en redes, una firma digital— ahora pueden ser simulaciones.

La inteligencia artificial no solo reemplaza tareas: reemplaza certezas sociales. Lo que vemos y escuchamos puede haber sido generado por alguien (o algo) con intenciones opacas. Como los deepfakes, que minan la confianza visual, o los textos generados automáticamente, que debilitan la noción de autoría y responsabilidad.



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