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El atentado a Juan Pablo II: fe, perdón y una imagen que recorrió el mundo



El 13 de mayo de 1981, un estremecedor intento de asesinato cambió para siempre la historia del Vaticano. El papa Juan Pablo II fue herido de gravedad por un atacante turco en plena Plaza San Pedro. Aquel episodio, cargado de tensiones geopolíticas propias de la Guerra Fría, derivó en un gesto conmovedor: el papa visitó a su agresor en la cárcel y lo perdonó.

El mediodía del 13 de mayo de 1981, la Plaza de San Pedro estaba colmada de fieles. Como de costumbre, Juan Pablo II saludaba desde el papamóvil cuando sonaron cuatro disparos. El pontífice, herido de gravedad, se desplomó en brazos de sus colaboradores. El atacante, Mehmet Ali Ağca, un joven extremista turco de 23 años, fue detenido inmediatamente.

Dos balas perforaron el abdomen del papa, mientras otras dos impactaron en el brazo y la mano. La ambulancia lo trasladó al Hospital Gemelli, donde fue operado durante más de cinco horas. La recuperación demandó semanas.

¿Quién era Mehmet Ali Ağca?

El autor del ataque tenía un oscuro historial. Había escapado de una cárcel turca, donde cumplía condena por el asesinato de un periodista. Militaba en el grupo ultranacionalista Lobos Grises y, según él mismo declaró, no actuó solo.

A lo largo de los años, Ağca ofreció versiones contradictorias. Una de las más difundidas apuntaba a un complot del bloque soviético: según la “pista búlgara”, la inteligencia comunista habría usado a Ağca para eliminar al papa, debido a su cercanía con el movimiento opositor “Solidaridad” en Polonia, su país natal.

Aunque las acusaciones no pudieron probarse judicialmente, el contexto de la Guerra Fría y el creciente liderazgo espiritual del pontífice entre los trabajadores del Este europeo fortalecieron las sospechas.

La visita a la cárcel y el perdón

En diciembre de 1983, dos años después del atentado, Juan Pablo II sorprendió al mundo al visitar a Ağca en prisión. Hablaron a solas, durante veinte minutos. La imagen fue tan impactante como simbólica: un hombre que había intentado matar, y otro que le respondía con perdón.

“Lo perdono sinceramente”, dijo luego el papa. No buscaba venganza, sino reconciliación. Ese momento se convirtió en uno de los gestos de perdón más poderosos del siglo XX.

Tiempo después, el propio pontífice pidió el indulto para su agresor. En 2000, el gobierno italiano accedió al pedido y Mehmet Ali Ağca fue extraditado a Turquía para cumplir otra condena pendiente.

Una historia que no terminó ahí

Ya en libertad, Ağca continuó hablando del papa con respeto. En 2014, volvió al Vaticano y depositó flores sobre la tumba de Juan Pablo II, fallecido en 2005. “Era un santo”, dijo frente a los medios. Aseguró que el vínculo entre ambos había sido espiritual.

Aquella bala que casi le arrebata la vida al papa se convirtió, con el paso del tiempo, en un símbolo de perdón, fe y humanidad.





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