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Celac y China | Opinión



Argentina fue el único país de los 33 integrantes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que se negó a firmar el documento final de la IV Reunión Ministerial del Foro CELAC-China (foto), divulgado en Beijing el 13 de mayo. Los representantes de la Cancillería argentina viajaron con el mandato dispuesto por el Departamento de Estado, consistente en hostigar a China para impedir que se convierta en la primera economía global.

De esta manera, el Gobierno de Javier Milei se constituyó en una administración paria para el resto de América Latina y el Caribe. Todos los gobiernos derechistas de la región, incluso aquellos que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán –situación que supone una afrenta para Beijing–, rubricaron el documento final de 28 puntos que promueve el multilateralismo, impulsa la integración regional, defiende la soberanía y cuestiona el injerencismo estadounidense.

Los datos oficiales del INDEC confirman que el gigante asiático es el segundo socio comercial de la Argentina, con quien, incluso, contamos con un superávit comercial. El primer lugar lo ocupa Brasil, y en tercer término aparecen los Estados Unidos, con quienes ostentamos una balanza comercial deficitaria. Milei envió a funcionarios de tercer nivel para congraciarse con Donald Trump y desairar a los mandatarios de Brasilia y Beijing, que en conjunto expresan casi el 40 por ciento de las exportaciones. Esta ofensa contra Xi Jinping se llevó a cabo luego de que el 10 de abril el Banco Central de la República Popular de China concediese una renovación del tramo activado del swap, consistente en cinco mil millones de dólares, de un total de 18 mil millones prestados por Beijing.

El desprecio realizado por los funcionarios argentinos coincidió, además, con la incorporación de Colombia a la Nueva Ruta de la Seda y la divulgación de los datos agregados sobre el comercio entre la CELAC y la República Popular. Durante 2024, los intercambios completaron unos 518 mil millones de dólares, el doble del valor alcanzado una década atrás, cuando los guarismos alcanzaban los 200 mil millones. Mientras Washington intenta involucrar a la CELAC en su guerra híbrida contra China, el IV Foro insistió en la promoción de vínculos horizontales –opuestos al involucramiento en los asuntos políticos internos de cada país–, el respeto por las trayectorias civilizatorias diversas, el compromiso con el medio ambiente y la cooperación centrada en el desarrollo del Sur Global.

El gobierno de Estados Unidos no reconoce a la CELAC a pasar de estar integrado por todos los países que ellos ubican en el Hemisferio Occidental. Ese desprecio se suma a las diversas provocaciones antilatinoamericanas enunciadas por Donald Trump, entre ellas la amenaza de ocupación del Canal de Panamá, situación que motivó la renuncia de este país a la Iniciativa de la Franja y la Nueva Ruta de la Seda. Esta exigencia fue cumplimentada de forma servil por el presidente José Raúl Mulino, reeditando la pleitesía de quienes contribuyeron en 1903 a resquebrajar Colombia, con el único objetivo de cederle el Canal de Panamá a Estados Unidos.

Una de las últimas acciones impulsadas por el equipo de Marco Rubio fue la operación desplegada por los diplomáticos argentinos en Honduras, durante la IX Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC, instancia a la que fueron enviados para boicotear la Declaración de Tegucigalpa, pese a que la misma contaba con un consenso mayoritario para su aprobación. La tarea de Washington –como un siglo atrás fue la del Reino Unido, y antes de España– consiste en fragmentar la Patria Grande, desmembrar su territorio, sembrar la desconfianza entre los 33 integrantes de la Comunidad, imponer políticas funcionales a sus intereses, aplicar sanciones unilaterales, impulsar la persecución de líder populares, bloquear países soberanos (Cuba o Venezuela), o promover golpes genocidas (Plan Cóndor). La evidencia histórica también presenta la posibilidad –siempre latente– de la apropiación de territorios (México), las operaciones militares encubiertas (Bahía de los Cochinos) y la invasión militar directa, como la llevada a cabo de forma repetida entre 1898 y 1933, en el marco de la Política de las Cañoneras.

En el caso de la CELAC, el posicionamiento de Washington tiene un triple cometido. En primer término, evitar todo tipo de integración regional. En segundo lugar, impedir que Beijing siga financiando proyectos de infraestructura que terminan liberando el comercio de la tutela de las oligarquías domésticas, y –por último– debilitar la economía del gigante asiático. En la última visita del jefe del Comando Sur, Alvin Holsey, a la Argentina, se instruyó a Milei acerca de la necesidad de negarse a cualquier ofrecimiento de Xi Jinping para establecerse en la zona, que consideran “americana” y, por lo tanto, de su control, con clara expectativa respecto al continente Antártico.

El gobierno trumpista intimó al empresario de Hong Kong Li Ka-Shing a que comercialice de forma perentoria su participación en la administración de puertos, especialmente los ubicados en Balboa y Cristóbal. El resultado fue que la empresa estadounidense de gestión de activos BlackRock adquirió los 43 puertos y 200 muelles de transbordo en 23 países de la empresa Hutchison, propiedad de Ka-Shing. Los planificadores chinos, que vienen trabajando y negociando con diferentes gobiernos en el marco de los BRICS, previeron estas restricciones y decidieron apostar por el financiamiento del Corredor Ferroviario Central, conocido como el Tren Bioceánico, que conectará el Puerto de Santos, en Brasil, con el Puerto de Chancay, en Perú, atravesando también Bolivia, con estaciones importantes en Santa Cruz de la Sierra y en la Paz. Otra de las alternativas previstas se vincula con el tren de Tehuantepec, inaugurado por Andrés López Obrador con la violenta oposición de las oligarquías mexicanas asociadas a los intereses de Washington. Este ferrocarril articula el puerto de Salina Cruz (Oaxaca), en el Pacífico, con el de Coatzacoalcos (Veracruz), en el Atlántico.

Mientras los representantes argentinos brillaban por su ausencia en el Plenario Ministerial y se negaban a firmar los documentos del Plan de Acción Conjunto, el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, “Lula”, firmaba 20 acuerdos con el gobierno chino. Cuando Lula asumió el cargo por primera vez, la balanza comercial total con China implicaba alrededor de 7 mil millones de dólares. Hoy representa unos 160 mil millones, contando Brasil con un superávit comercial de 31 mil millones. La pérdida de inversiones chinas y el rol ignominioso de la Argentina motivó que los enviados argentinos –el vicecanciller Eduardo Bustamante y el jefe de Gabinete de la Cancillería Ricardo Lachterman– fueran ridiculizados con una consulta realizada por dos periodistas acreditados en Beijing: “Cuál es la razón por la que ustedes participan de este evento, si los Estados Unidos no han sido invitados?” Jostein Gaarder, el autor de “El mundo de Sofía” escribió hace tiempo que “Una sola pregunta puede contener más pólvora que mil respuestas.” 



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