La anti política, ese clima de época | La falta de interés y conocimiento, las dudas sobre la participación

Es lunes, falta menos de una semana para las elecciones. Un varón y una mujer de unos 38 años promedio primero esquivan pero luego ceden a las preguntas. Cuentan que son comerciantes, que están cerrando un local para abrir otro más chico, más “pagable”. Cuando llega la pregunta sobre si conocen a los candidatos de las elecciones legislativas de este domingo en la Ciudad, se ríen y confiesan: “no, la verdad ni idea, ni miramos quienes son los candidatos, estamos muy en la nuestra”. “Ya sabemos, igual, que gane quien gane nada va a cambiar, nosotros tenemos que laburar igual, son todos medio lo mismo”, agrega el hombre. Cinco minutos después, un joven de no más de 25 años, frente a las mismas preguntas asegura que su voto será decidido en el momento de efectuarlo, ya que a él le cuesta mucho ver y hablar de política: “no les creo nada de nada”; remata.
Ya es martes y se acerca la salida de los trenes que parten a las nueve de la noche de Constitución. El paisaje es evidente: hay cansancio, caminatas rápidas, ganas de volver al hogar. Un hombre de unos 35 años se acerca al molinete para tomar su tren. Frente a la consulta sobre qué opina de los precios, y si llega a fin de mes, con cierta reticencia responde que no, que no llega, que hace muchos meses no llega. Explica que es repositor y que trabaja en relación de dependencia, pero que igual la plata no le alcanza. Cuando llega el momento de opinar sobre política la nota se termina: “no sé, yo de política ni hablo, no me interesa”, responde y se va. No se habla más.
Un día después, en las calles de Caballito nuevamente, puntualmente en la esquina de Acoyte y Rivadavia, una mujer joven narra que ella está bien, que le alcanza la plata porque vive sola. Cuando llega la hora de responder sobre política, la mujer, profesora de educación física, encoge los hombros y responde: “yo política cero, porque la verdad, gane quien gane yo el lunes tengo que ir a trabajar, estoy medio en mi mundo la verdad”. Las conversaciones suceden en I+P, el programa que todas las noches conducen Noelia Barral Grigera y Gabriel Sued en el canal IP.
La sociedad argentina siempre se expresa. A veces con furia, a veces con silencio. En algunas elecciones, como la de 2001, votó un “que se vayan todos” materializado en una feta de salame. Los analistas miraron entonces con malos ojos ese magro 75,47% del padrón rompiendo el 79% de participación que el electorado había marcado en las elecciones de 1997. El Centro de Investigación para la Calidad Democrática, CICaD, realizó una base histórica que compone todas las elecciones nacionales (nivel nacional y por distrito) y provinciales desde 1983 hasta la fecha. Uno de los datos salientes resulta ser el de participación electoral desde la vuelta a la democracia: El porcentaje de participación cae entre 5 y 10 puntos cada 10 años desde 1983.
Sin embargo, esta caída no es lineal y pareciera que de una forma u otra, la participación ciudadana expresa los climas de época. “La baja en la participación es un problema político. La gente no siente que votando le va a cambiar algo, y están tan decepcionados con la política que sienten que no les va a cambiar nada. En 2001 la gente iba, con el salame pero iba, y ahora no están yendo. Es una nueva forma de protesta, no está articulada, pero está ocurriendo”, analiza el historiador Sergio Wischñevsky.
Las últimas cuatro elecciones provinciales mostraron bajas estrepitosas en la participación como ocurrió en Chaco -un descenso del 66% al 52% en comparativa con elecciones de medio término-. A la hora de narrar el presente, en la calle aparece una tendencia a explicar realidades personales, pero una resistencia a la reflexión o mirada política, que viene de la mano con un apagado o nulo interés de participación electoral. La reflexión que se repite en la calle es que nada va a cambiar: “son todos lo mismo”.
“La sensación de que todo es más precario atenta con la posibilidad de salir del ensimismamiento, porque la posibilidad de perderlo todo está siempre presente”, cree la filósofa y escritora Tamara Tenembaum. “Lo que crece es una sensación de una clase media que antes no se sentía precaria y hoy sí, que siente que tiene lo mismo que tenía antes, pero atado con alambre. ¿Tiene una casa? Sí, pero puede que no la tenga más. ¿Tiene un trabajo? Sí, pero en cualquier momento no. Y eso genera una neurosis social muy particular. Gente que no es pobre de ninguna manera, en ninguna calificación, pero puede serlo todos los días”.
Aparece un profundo agotamiento de las formas de la política tradicional, agravado por la crisis económica, que se traslada al armado electoral. Facundo Cruz, politólogo y especialista en procesos electorales, define la construcción política de La Libertad Avanza como “profundamente personalista“. “Los armadores de Milei capturan su base electoral para potenciar las candidaturas provinciales”, advierte. A Manuel Adorni, primer candidato de la elección legislativa en la Ciudad de Buenos Aires por La Libertad Avanza, le alcanza con decir, como lema de campaña: “Adorni es Milei”.
Aunque cada vez se rechaza más “a la política”, cada vez hay más partidos. Se cuentan más de 700 entre nacionales, de distritos, provinciales y municipales. El movimiento permanente de caras y espacios, puede ser otro factor que atente contra la identificación ciudadana con una propuesta. “Ah, Larreta no va con el PRO?”, “¿Marra entonces no es candidato del gobierno?” “No sé quién es Lospennato”, son algunas de las múltiples confusiones que aparecieron en la calle en estos días.