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Pasen, lean y asómbrense de las maravillas del Padre Río 



En todos los órdenes de la política, hoy, el Río Paraná y el Canal Magdalena siguen siendo ejes centrales de análisis, preocupación y resistencia.

El atropello fluvial viene siendo denunciado desde hace años, y ya son harto conocidos los incontables y desquiciados intereses antiargentinos que arrasan al Padre Río con puertos truchos, locales y foráneos, sólo interesados en llevarse todo y arrasar con la fauna íctica, hoy desdichadamente arrasada.

Por su parte, las dragas que quedan son pocas y desvencijadas; los caminos de sirgas arrasadas, las aguas tóxicas por contaminadas y contaminantes, y es una realidad penosa la imposibilidad creciente de cuidar y proteger las aguas, las costas, las islas y ni se diga la alarmante depredación de la fauna íctica.

Algunos funcionarios sensatos –que los hay en Formosa, Chaco y Corrientes, como le consta a esta columna– lamentan la cruda realidad de no contar con personal entrenado y asistido con medios adecuados para ejercer los debidos y urgentes controles que son necesarios, y que históricamente cuidaron la salud del Paraná y de todos sus afluentes. Pero sistema que hoy está en estado de abandono y donde son visibles los resultados de las contaminaciones y depredaciones generalizadas.

Por otra parte, es sabido y visible que la Prefectura Naval Argentina –que históricamente cumplió necesarios y correctos servicios de cuidado y control de nuestras aguas– hoy está por lo menos sobrepasada, y ya no alcanza a cumplir su misión de guardiana del Paraná y a la vez luchadora por la defensa del ambiente.

Y súmesele a esto el hecho tan evidente y doloroso, sí que también indesmentible, de que hoy la circulación de bienes por el Paraná está al servicio de intereses que no son argentinos. Es la flota fluvial de la República del Paraguay la que se sirve del río y a su leve manera lo cuida para que nunca agonice, pero por la elemental razón de que la flota fluvial paraguaya es considerada la tercera más importante del mundo.

Paradoja gigantesca, si se recuerda y subraya que la hermana república guaraní es el único país de Sudamérica que no tiene costas marinas ni viaductos propios suficientes para ejercer el riquísimo comercio que ese país –el Paraguay– ha desarrollado.

Y cuyas enormes, larguísimas barcazas navegan ahora en exclusivo beneficio de ese hermano país y en ambos sentidos, como una perfecta avenida transitada río arriba y río abajo a través de los 1.200 kilómetros del río Paraná que es de jurisdicción argentina. Y encima lo hacen sin pagar peajes salvo pequeños períodos excepcionales y de bajo costo. Y “pecado”, dígase claramente, que no es culpa de nuestros vecinos norteños sino estricta estupidez, necedad y traición a la Patria de por lo menos tres generaciones de gobernantes y legisladores y jueces. Con poquísimas excepciones desde la incalificable e imperdonable genuflexión del entonces presidente Carlos Menem.

Lo cierto es que nuestro maravilloso río, a lo largo de su lánguido y bellísimo transcurrir, herido como está hoy parece incapaz de esperanzar a la Patria de l@s argentin@s.

Sin ir muy lejos, y en la provincia de este columnista, la fauna íctica está librada a su suerte. Lo que significa descuido y letargo, por lo menos. Por eso, y seguramente para contrarrestar daños, hace algunas semanas el diario Norte, de la capital chaqueña, y con la firma de Ricardo González Zund, hizo pública lúcidamente la problemática del “bajísimo nivel de agua en el cauce del río” (…) lo que posibilita capturas de los peces atrapados por las bajantes.

Así se retomó, saludablemente, un artículo publicado en el mismo diario el 22 de Junio de 2003) y titulado “Agoniza el río Paraná”. Y texto que abogó por “la protección de la fauna íctica” y al que siguieron diversas publicaciones en igual sentido.

Algunas fuentes de información, incluso, señalan que hay pescados capturados desde canoas malloneras del Chaco y Corrientes. Y también destacan esas notas el silencio absoluto de personas y hasta organizaciones dedicadas al comercio de pescados que consiste en comprar a lugareños y costeños para sacarlos del país y venderlos en Paraguay, donde su precio es muy superior.

Y sigue esa nota: “más allá del agotamiento de los recursos pesqueros, la bajante histórica del Paraná durante estos años colaboró en forma determinante para llevar a su mínima expresión a nuestro majestuoso río”.

Asimismo, en la capital chaqueña se sabe que ante la depredación sostenida en riachos internos del río Paraná, que recibe afluentes de la otrora selva chaqueña, desde hace años se interpusieron acciones dada la cantidad de espineles colocados de orilla a orilla de cada cauce. Frenar tal depredación se ha convertido también en heróica lucha de Clubes de pescadores conscientes, como el viejo y bien reputado Club Yapú Guazú.

Acaso por eso, el gobierno del Chaco, según señala Norte, estaría dictando un decreto provincial permitiendo la pesca comercial pero solo tres días por semana. También se sabe que se están organizando reuniones ampliadas con pescadores comerciales (malloneros), y a la vez se dice que hay decisión de terminar con la depredación incluyendo en la enorme tarea a la Prefectura y a la Policía del Chaco.

Desde luego que hoy todo lo que se propone, en una primera instancia no pasa de eso: anuncios y buenas intenciones. Pero saludables, porque más allá de las buenas expresiones que pudieran tener algunos gobiernos futuros, los niveles históricos son negativos. Por eso cabe subrayar, hacia el final de esta nota,

algo fundamental: la flota fluvial de la República del Paraguay se sirve del río y lo cuida a su leve manera para que nunca agonice. Y lo hace por la elemental razón de que la flota fluvial paraguaya es considerada la tercera más importante del mundo.

Exactamente eso que, en opinión de esta columna, innumerables gobiernos argentinos han ignorado estúpidamente.

Quizás también subrayando estos dolores y estos modos, con paciencia popular y severidad funcionarial, el Paraná alguna vez volverá a estar en poder y al servicio de intereses argentinos. Claro que con otros gobiernos que entiendan el valor del vocablo Patria y entonces asuman que la entrega del Paraná ha sido y será tan infame y repugnante como la ocupación de nuestras Islas Malvinas.



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