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Entre votos y algoritmos, cómo la inteligencia artificial está cambiando las elecciones | Los nuevos desafíos a los que se enfrenta la democracia



Ir a la escuela, hacer la fila, entrar al cuerto oscuro, elegir la boleta de preferencia – de papel o electrónica -, guardarla en un sobre, meterla en la urna e ir a esperar que se publiquen los resultados. Así se podría resumir la rutina electoral habitual a la que milones de argentinos se enfrentan cada dos años. Sin embargo, detrás de la maquinaria electoral hay mucho más. Y en un contexto de avances tecnológicos incesantes, la inteligencia artificial tiene un impacto decisivo en la organización de los comicios.

En tiempos marcados por el ritmo vertiginoso de los avances tecnológicos es de esperar que, de una u otra forma, haya un impacto en las democracias y las elecciones. Así lo dejó en claro la Unesco en su informe titulado Elecciones en tiempos digitales: una guía para funcionarios electorales, donde especialistas advierten sobre la influencia dela tecnología y las herramientas de inteligencia artificial en la planificación y organización de las elecciones, desde las campañas electorales al sufragio y el recuento de votos. 

Los especialistas aseguran que la IA está transformando los procesos electorales y plantea desafíos para la democracia, porque si bien puede tener amplios beneficios también podrían verse afectados directamente derechos humanos esenciales, como la libertad de expresión, la privacidad y la participación política.

Elecciones en tiempos de la IA

Según la Unesco, la IA ya dice presente desde la etapa de organización de las elecciones a través de los análisis de grandes volúmenes de datos sobre el electorado. Esto influye, y mucho, ya que permite segmentar e identificar con facilidad grupos específicos de la población.

Y a la hora de hacer una campaña, la segmentación precisa es más que valiosa, ya que permite hacer interacciones altamente dirigidas. Algo bueno para los partidos, pero riesgoso para las elecciones, ya que aumenta el peligro de manipulación por un factor elemental: quienes buscan tu voto sabe qué decirte para intentar convencerte.

La automatización en la planificación puede reducir costos y optimizar recursos, pero también conlleva la dificultad de garantizar la transparencia sobre cómo se seleccionan y usan los datos, así como en las estrategias que emplean los actores políticos.

Un ejemplo claro es el mensaje que le llegó, vía llamado, a muchos y muchas porteñas con un claro sesgo y desinformación: “Muchos porteños están preocupados porque, por primera vez desde 2005, el kirchnerismo podría ganar las elecciones en la ciudad. ¿Usted estaba al tanto de que, según la mayoría de las encuestas, la elección de este domingo se va a definir solamente entre dos candidatos, el kirchnerista Leandro Santoro y Manuel Adorni, el candidato apoyado por Javier Milei?”.

Otro ejemplo cae rápidamente en la memoria: el escándalo de Cambridge Analytica, donde se reveló el uso masivo de datos influyó en la manipulación de elecciones en todo el mundo, entre las que habría estado la de Argentina del 2015 con el PRO y Mauricio Macri a la cabeza.

La consultora británica Cambridge Analytica obtuvo sin consentimiento datos de hasta 87 millones de usuarios de Facebook para crear perfiles psicográficos detallados y luego vendió la información a partidos políticos para hacer campañas de microsegmentación que enviaban mensajes políticos personalizados para influir en las emociones y comportamientos de los votantes.

Además de su influencia en las elecciones de Trump en Estados Unidos y el referéndum del Brexit, Cambridge Analytica fue acusada de interferir en procesos electorales en varios países, incluyendo Argentina, ya que exempleados de la empresa revelaron que trabajaron con el partido PRO y Mauricio Macri en 2015.

Las primeras elecciones de las redes sociales

Al mismo tiempo, señalan los especialistas, esta misma tecnología —aún sin llegar a los extremos de Cambridge Analytica y la enorme vulneración de datos personales— permite crear contenido personalizado, incluyendo anuncios y mensajes políticos específicos para diferentes segmentos, potenciando el microtargeting.

Este contenido personalizado no navega por el vacío, sino por las redes sociales que emplean también algoritmos de IA que priorizan contenidos con el objetivo de aumentar el tiempo en pantalla, algo que puede facilitar la viralización de información falsa o polarizante, impactando en la percepción y opiniones públicas.

Aunque esto se vio – y se ve – cada vez con más frecuencia, como en Argentina en 2019, las elecciones presidenciales en Filipinas del 2016, en las que se impuso Rodrigo Duterte, son consideradas por muchos como las primeras elecciones en las que las redes sociales tuvieron un rol central en la campaña y en el resultado.

Para comprender esto se debe entender antes que en 2016 había aproximadamente la mitad de la población filipina tenía acceso a internet, y había alrededor de 41 millones de usuarios de Facebook de entre 18 y 65 años, algo que aprovechó Duterte para conectarse directamente con los votantes, evitando los medios tradicionales.

En estos espacios sus seguidores defendían su candidatura difundiendo una gran cantidad de noticias falsas a través de cuentas anónimas y bots para amplificar mensajes y atacar a opositores. De hecho, años más tarde, una ejecutiva de Facebook calificó a Filipinas como el “paciente cero” de la desinformación global.

En la actualidad, Amnistía Internacional denunció que las autoridades filipinas están intensificando el uso de Facebook para realizar campañas de “etiquetado en rojo” contra jóvenes activistas —acusándolos falsamente a grupos terroristas— profundizado las tácticas iniciadas con Duterte, que apoyado en la Ley Antiterrorista de 2020, permitía detenciones arbitrarias sin orden judicial.

Voto, seguridad y resultados

Finalmente, según la Unesco, está todo aquello que tiene que ver con la instancia del voto en sí y del recuento de votos. Es que si bien la automatización en la gestión de la votación puede mejorar la eficiencia, también puede presentar riesgos, como ataques cibernéticos, suplantación, o manipulación de resultados.

Un ejemplo es Estonia, el primer país del mundo en implementar el voto por internet a nivel nacional, en el temprano 2005. Este sistema, conocido como i-Voting, permite a los ciudadanos emitir su voto desde una computadora con conexión a internet, sin necesidad de ir a una mesa electoral.

El sistema se basa en el documento de identidad digital, obligatorio para todos los ciudadanos, quienes pueden identificarse de forma remota y firmar documentos legalmente en línea.

Sin embargo, por problemas de transparencia, a partir de 2013, se introdujo un sistema de verificación individual del voto, ya que antes no había ninguna constancia de que el sufragio se haya procesado correctamente y en 2017 se agregó una verificación universal del recuento utilizando tecnologías criptográficas.

Pese a los avances, el sistema es criticado por expertos en ciberseguridad. De hecho, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) aseguró que el sistema necesita más controles, aunque en 2023 aclaró que el proceso electoral fue administrado eficientemente y conforme a la ley, con algunas deficiencias técnicas menores.

Otro ejemplo es el de Nigeria, donde en 2023 la Comisión Electoral Nacional Independiente (INEC) enfrentó críticas significativas debido a problemas de transparencia a pesar de haber implementado sistema Bimodal de Acreditación de Votantes (BVAS) para mejorar la transparencia.

Este sistema verifica la inscripción de votantes mediante la autenticación de la Tarjeta Permanente de Votante (PVC), el uso de un código QR y reconocimiento facial. Además, sirve para subir en tiempo real los resultados verificados de cada centro de votación al portal público electoral.

Sin embargo, las elecciones estuvieron marcadas denuncias de irregularidades. Según las quejas del Partido Laborista y el Partido Democrático Popular, la INEC las elecciones se vieron empañadas por irregularidades, poniendo en tela de juicio la eficacia de las herramientas digitales en la gestión electoral, explicaron desde Democracy in Africa, una organización voluntaria dedicada a tender puentes entre académicos, legisladores, profesionales y ciudadanos.

“Con la introducción del BVAS surgió un fuerte optimismo (…). Sin embargo, (…), se hizo evidente que este optimismo era infundado. Por un lado, el BVAS nunca iba a poder influir en las condiciones que pueden dificultar una elección, como la inseguridad y la violencia. Por otro lado, la nueva tecnología no logró evitar la alteración de los resultados en algunas zonas, en parte porque los resultados no aparecieron en el sistema IREV como se prometió. En consecuencia, no se restableció la confianza popular en el sistema político”, denunciaron.



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