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Por qué este aniversario de Ni Una Menos podría ser el principio de algo nuevo | La marcha en la que se conmemoraron 10 años de lucha



“Ni una menos. Vivas nos queremos”, sonaba la emblemática voz de Liliana Daunes desde el micrófono, sobre una tarima que no llegaba a ser escenario. A sus espaldas, el Congreso. Caía la tarde. “Ni una menos. Vivas nos queremos”, se escuchaba entre pañuelos verdes y violetas a su alrededor. En la plaza de los Dos Congresos y sus inmediaciones confluyeron este miércoles las luchas contra Milei: la de los jubilados, la de las mujeres y diversidades, la de los residentes del Hospital Garrahan y en ellos la defensa de la salud pública, la de las personas con discapacidad, de las universidades, de los trabajadores de la cultura y el arte, de los científicos, de las niñeces, y la lista sigue. Mujeres y varones: fue una multitudinaria manifestación con un claro signo intergeneracional.

Tal vez, la convocatoria de este miércoles, en la que desde el movimiento transfeminista se eligió mover la conmemoración de los diez años de la histórica convocatoria del 3 de junio de 2015 para sumarse a la tradicional marcha de los jubilados marque un hito, un comienzo de algo, un empezar a organizarse para un frente más grande. Esa sensación flotaba entre las y los manifestantes: esa idea de que nadie se salva solo, que la salida es colectiva, como vino a reafirmar la ministerie El Eternauta.

“Esto puede ser el principio de la búsqueda de confluir en las luchas para recambiar la situación porque el hecho de que haya protestas aisladas, sectoriales, lo único que hace es favorecer al Gobierno”, reflexionaba bajo la bandera de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, una feminista histórica como Nina Brugo. A pocos metros, casi en la esquina de Rodríguez Peña y avenida Rivadavia, integrantes del colectivo cultural Fuerzas de la Tierra levantaban sus carteles rojos, entre ellos la escritora María Inés Kreimer, el sociólogo y ensayista Pablo Alabarces, la investigadora del Conicet y profesora universitaria Maristella Svampa. “La lucha no puede ser sectorial. Tenemos preguntas pero no tenemos el manual con las respuestas”, decía Svampa. A su lado, un muchacho joven llevaba a su hija de unos 3 años en los hombros. La nena, con pollerita de tul y un moñito en el pelo, levantaba un cartón que decía: “Marcho por mí y por mi abuelo”.

Con campera violeta, jean y zapatillas, Lucía, una estudiante de la carrera de Audiovisión de la Universidad Nacional de Lanús, de 23 años, coincidía: “Es un gran logro haber unido las demandas”, convencida de que “como demostró el movimiento de mujeres los derechos se conquistan y defienden en las calles”.

Del otro lado de la plaza de los Dos Congresos, las columnas de secundarios, llegaban por Hipólito Yrigoyen, junto a militantes de partidos políticos y agrupaciones sindicales. Delfina Carbajal, presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Comercio Carlos Pellegrini, con pañuelo violeta y remera con el rostro de CFK, contaba que en la primera marcha de Ni Una Menos ella tenía 7 años y llegó a la misma plaza junto a su mamá, que le inculcó las banderas feministas. También la adolescente, de 17 años, resaltaba la importancia de “juntar las luchas”.

Entre la multitud, un señor avanzaba desde el centro de la plaza hacia el Congreso alzando por sobre su cabeza una imagen de la Virgen de Luján. Detrás, casi como un séquito, se abrían paso un grupo de socorristas de la colectiva feminista La Revuelta de Gran Buenos Aires con pelucas fucsias y repartían papelitos con un número de Whatsapp para quienes necesiten abortar.

“Unir es un verbo, es acción, coordinación y tejido entre las luchas. Los transfeminismos saben de ese trabajo, otra vez fuimos escuela de unidad”, concluía Luci Cavallero, del Colectivo Ni Una Menos, mientras la gente –con las primeras luces del anochecer– lentamente empezaba a desmovilizarse.



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