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Científicos argentinos diseñan un microsatélite que viajará a la Luna con la NASA   | Fue bautizado “Atenea”, tiene las medidas de una caja de zapatos y servirá para validar tecnologías



La NASA, sobre todo a partir del mandato de Donald Trump, acelera el paso para llegar a la Luna y prepara el terreno para conquistar Marte. La misión Artemis II, que está programada para abril de 2026, sobrevolará el satélite natural, con el objetivo de explorarlo nuevamente y realizar experimentos. En este marco, científicos argentinos de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales y de distintas universidades públicas desempeñarán un rol fundamental. Antes del acercamiento lunar, se desplegará Atenea: un microsatélite, pensado, diseñado y fabricado por cerebros y manos locales. Una muestra que confirma que, a pesar del desfinanciamiento que lleva adelante el gobierno de Javier Milei, la ciencia doméstica está a la altura de los desafíos internacionales más importantes.

Atenea es un CubeSat, cuyo diseño, desarrollo y puesta a punto corrió por parte de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales en colaboración con la UBA, las Universidades Nacionales de La Plata y San Martín, el Instituto Argentino de Radioastronomía, la Comisión Nacional de Energía Atómica y la empresa VENG SA. Aunque resulte difícil imaginarlo, por sus medidas, se asemeja a una caja de zapatos. Una infraestructura de 30 cm x 20 cm x 20 cm es suficiente para albergar un artefacto potente y útil. 

Según informaron desde la UBA, tendrá el objetivo general de validar funciones críticas. Por ejemplo, servirá para medir la radiación en órbitas bajas y profundas; probar dispositivos optoelectrónicos de alta eficiencia utilizados para comunicaciones, sensores y pantallas; recopilar datos GPS por encima de la constelación, para optimizar maniobras; validar enlaces de comunicación de largo alcance para su uso en programas de exploración del espacio profundo.

Hacia fines del verano en el hemisferio norte, Atenea se incorporará a un adaptador del cohete en el Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral. Pese a ser tecnologías pequeñas, los CubeSats son compactos y muy eficientes. A partir de sus componentes, facilitan la realización de experimentos y los procesos de monitoreo fundamentales hacia una nueva comprensión del escenario cósmico.

En Artemis II viajarán cuatro astronautas durante 10 días a bordo de la nave Orión. Un hecho novedoso, ya que hay que remontarse a 1972 y el Programa Apolo para recordar las experiencias de los últimos viajeros espaciales. Hacia 2027, Estados Unidos intentará posar a los tripulantes en suelo lunar y que la bandera de las barras y las estrellas monopolice la escena. 

Una buena noticia, a pesar de todo

A partir de la experiencia recolectada en el diseño del CubeSat, Argentina podrá avanzar hacia el desarrollo de misiones espaciales de mayor complejidad en el futuro. Esta posibilidad que en el presente se abre para Argentina –de que su microsatélite sea incorporado en una misión de la NASA– fue posible gracias a un acuerdo reciente entre las agencias espaciales de ambos países, es decir, la NASA y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales. Sin embargo, vale destacar que Argentina ya se había incorporado al Programa Artemis en 2023, en ocasión de la visita del director Bill Nelson a Córdoba y Buenos Aires.

El aporte tecnológico de los investigadores locales constituye una buena noticia, que puede concretarse gracias al apoyo estatal a los proyectos científicos y tecnológicos de los últimos años. En el presente, no obstante, la situación no puede ser más crítica: el gobierno de Javier Milei sostiene que la ciencia y la tecnología representan más un gasto que una inversión, y destina a esos campos tan solo el 0,15 por ciento del PBI. Por debajo, incluso, de lo que sucedía en 2002, cuando ese porcentaje, al menos, llegaba a un magro 0,17 por ciento. La actual Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología no cumple con la Ley de financiamiento para el área (sancionada en 2021), que preveía una inversión para 2025 del orden del 0,45 por ciento del PBI.

La ciencia argentina sigue de pie por sus recursos humanos de altísima calidad formados en universidades públicas. Desde la Facultad de Ingeniería de la UBA, por ejemplo, desarrollan el proyecto Astar, otro microsatélite que recibió ese nombre en honor al compositor argentino Astor Piazzolla. Hay otras instituciones universitarias, como la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de San Martín, que también participan habitualmente de proyectos y desarrollos espaciales. Por caso, la UNLP posee el programa “Satélite universitario”, en el cual se enmarca la puesta en marcha de Usat I, un satélite muy pequeño que pesa alrededor de 4 kilos y sus medidas son 10 por 10 por 34 cm, similar al tamaño de un pan lactal.

La obsesión es Marte

Como en plena Guerra Fría, Estados Unidos se apura a conquistar el universo porque busca ganarle de mano a China. El enemigo que “se quiere quedar con todo” ya no es la Unión Soviética, sino el gigante asiático liderado por Xi Jinping. Trump hace bien en apresurarse, porque China hace lo propio con desarrollos cada vez más sofisticados. De hecho, hacia fines de 2024, se conoció el avance de investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong, que desarrollan insumos que podrían ser útiles para construir futuras bases en la Luna. Los bloques están hechos de un material similar al suelo lunar y serán probados en el espacio durante este 2025.

EE.UU. utiliza Artemis para reunir voluntades de diferentes naciones alrededor del mundo. Más allá del microsatélite de Argentina, también se incorporarán tecnologías de la agencia espacial alemana DLR, la Agencia Aeroespacial de Corea y la Agencia Espacial Saudí para transportar cargas útiles a bordo de la misión que partirá en abril de 2026. Al año siguiente, el objetivo es que los astronautas a bordo pisen la Luna. Todos constituyen pasos previos, instancias intermedias para el gran objetivo: llegar a Marte como sea. Algo que también entusiasma mucho al magnate Elon Musk. 

El espacio tiene su tablero geopolítico y las fichas ya se están moviendo. 



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