la historia de Burt Reynolds

El actor supo generar millones gracias a su carisma, pero una serie de pésimas decisiones lo hicieron tocar fondo económicamente.
Durante muchos años, Burt Reynolds fue el rey de la pantalla grande. Con su sonrisa pícara, su bigote inconfundible y una presencia que atrapaba, se convirtió en uno de los actores más populares de Hollywood. Pero mientras brillaba en los cines, en su vida privada acumulaba deudas por millones que terminaron pasándole factura.
Aunque ganó muchísimo dinero gracias a sus películas y proyectos personales, el actor no supo manejar bien esa fortuna. Entre malas inversiones, gastos excesivos y problemas personales, su economía se fue complicando. Lo que parecía una vida de lujo sin preocupaciones terminó siendo todo lo contrario.
Uno de los actores más famosos de la época: cómo Burt Reynolds amasó su fortuna
En los años 70 y 80, Reynolds era sinónimo de éxito. Películas como Amarga pesadilla, El rompehuesos y Dos pícaros con suerte lo pusieron en lo más alto. No solo actuaba, también dirigía, producía y hacía campañas publicitarias. Todo eso le permitió juntar millones y darse gustos que muy pocos podían darse.
Compró mansiones, autos de lujo y hasta invirtió en un equipo de fútbol americano. Hasta gastó 100.000 dólares en peluquines para alejarse de la calvicie. Durante un buen tiempo, parecía que nada podía salir mal. Pero con el tiempo, las decisiones equivocadas empezaron a pesar, y el dinero ya no alcanzaba como antes.
Malas decisiones que afectaron a sus millones: la caída financiera de Reynolds
El punto de quiebre llegó en los 90. Su divorcio con Loni Anderson fue costoso, varias inversiones no resultaron como esperaba y tuvo que pedir préstamos para mantenerse. En 1996 se declaró en bancarrota, con deudas millonarias que lo obligaron a vender casas, recuerdos de sus películas y hasta propiedades que había comprado con ilusión.
En sus últimos años, Reynolds vivió con lo justo. Siguió trabajando en cine y televisión para sostenerse, e incluso dictó clases de actuación. Murió en 2018 a los 82 años, dejando atrás una carrera brillante, pero también una advertencia sobre los peligros de la fama mal administrada.