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Cada 40 días se extingue una de las lenguas habladas en el mundo


Un poco como las especies animales y vegetales, la Unesco lleva años diseñando su propia metodología para evaluar las lenguas en peligro. Puede haber seis niveles de bienestar, por así decirlo, o malestar de una lengua: si cae en los dos primeros, le va bastante bien, aunque con algunas criticidades. Van desde el primer nivel, en el que caen las lenguas seguras, hasta el segundo, en el que se consideran vulnerables. Los problemas empiezan en el tercer peldaño, el de las lenguas definitivamente en peligro, para ver cómo empeora la situación en el cuarto y el quinto: en peligro grave y en peligro crítico, donde solamente la hablan unas pocas personas mayores de la comunidad, y además con poca frecuencia. El último escalón es, por supuesto, el de la extinción.

Cada año, el mundo pierde algunas de sus 7,000 lenguas. Por otra parte, apenas una treintena son utilizadas por la inmensa mayoría de la población mundial. No es casualidad que la ONU y su agencia cultural, la Unesco, hayan declarado 2022-2032 el “Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas”, precisamente para subrayar esta hemorragia cultural, en la pérdida de lenguas o dialectos tan arraigados que constituyen modismos un tanto autónomos. Y, sin embargo, muy frágiles. También este aspecto tiene su peso en términos de objetivos de desarrollo sostenible: si los padres dejan de hablar lenguas y dialectos a sus hijos, las comunidades pierden palabras y recuerdos, y ya ni siquiera son capaces de descifrar sus propios documentos, las escrituras del pasado. Tampoco son capaces de proteger su territorio y su futuro.

La aceleración de los últimos cinco años

Hasta hace diez años, cada tres meses se extinguía una lengua, lo que seguía siendo una cadencia importante. Desde 2019, el ritmo ha aumentado drásticamente: cada 40 días una lengua desaparece del planeta Tierra. Es decir, un total de nueve lenguas al año. Aquí, por supuesto, utilizamos los términos “lengua”, “idioma” y “dialecto” como sinónimos cuando por supuesto no lo son, simplemente para ilustrar el fenómeno general sin ambiciones socio-lingüísticas científicas. Volviendo a las predicciones de la Unesco, parece que la mitad de las lenguas del mundo desaparecerán a finales de siglo. Y según los expertos en la materia, se trata de previsiones optimistas.

La dinámica de la extinción también difiere mucho. Si algunas lenguas, como The Guardian en un bonito análisis en profundidad de algunas de las herramientas digitales utilizadas para intentar salvar algunas de ellas, desaparecen con la muerte de sus últimos hablantes, miles más están en peligro porque necesitan una comunidad de referencia más amplia. Y a menudo, precisamente por eso y en un círculo vicioso y pernicioso, incluso en países donde la lengua oficial sigue siendo la de los antiguos países colonizadores, quedan excluidas del uso institucional: no se enseñan en las escuelas, no se utilizan formalmente en los centros de trabajo, no se emplean en la planificación urbana.

Casos de protección del mundo

Uno de los ejemplos es el de Tochi Precious, un activista nigeriano de Abuja que pertenece a la organización Wikitongues y que se ha interesado especialmente por la suerte del igbo, una lengua de África Occidental en peligro de extinción este año. Otro caso recogido por el diario británico es el de Amrit Sufi, una mujer que habla angika, una lengua del estado oriental de Bihar utilizada por 7 millones de personas pero excluida de las escuelas y raramente utilizada para documentos escritos, que graba videos en un intento de dar un futuro al patrimonio oral de un idioma considerado por muchos inferior al hindi dominante, y por tanto raramente utilizado para evitar prejuicios. “Documentar canciones populares ha sido mi forma de aprender sobre mi cultura y hacer una contribución”, explica. “Hay una necesidad urgente de documentarla y hacerla accesible para que otras personas puedan verla, no solo archivarla en algún lugar de una biblioteca. La cultura oral está desapareciendo porque las nuevas generaciones se inclinan más por consumir música producida por la industria que por sentarse en grupo y cantar.”

Cómo funciona Wikitongues

Wikitongues apoya a los activistas en este complicado trabajo de campo, a caballo entre el de los antropólogos y el de los lingüistas con herramientas digitales. Fundada en 2014 en Nueva York por Frederico Andrade, Daniel Bogre Udell y Lindie Botes, esta organización sin ánimo de lucro se ha marcado el nada sencillo objetivo de documentar todas las lenguas del mundo antes de que se extingan. Lo hace básicamente grabando videos, pero también promoviendo la enseñanza de las más amenazadas, en concreto a través de una plataforma bautizada como Poly (aunque no está claro qué fue de ella tras sus primeros años de uso, a la vuelta de 2017 y 2018).

No solamente eso: para evitar su desaparición, ofrece becas, formación y recursos a los activistas que luchan por salvarlas. Además, se ha hecho a sí misma un “banco” lingüístico con videos, como se ha dicho, pero también diccionarios y otros archivos lingüísticos en más de 700 lenguas. En esencia, ya ha estudiado cerca del 10% de los modismos que se hablan en el mundo. El sitio web oficial puede ser el punto de partida de una exploración realmente apasionante del mundo, y recoge muchas historias como las de Precious o Sufi antes mencionadas. No hace falta irse muy lejos para encontrar una lengua en peligro: Jonathan Mayers, por ejemplo, se ocupa del kuri-vini, también conocido como criollo de Luisiana, una lengua nativa hablada principalmente en el estado, pero también a lo largo de la costa del Golfo, entre Texas y Misisipi. Se trata de una lengua criolla en peligro crítico, hablada actualmente por menos de 10,000 personas.

¿El futuro de las lenguas en manos de la IA?

Y si, por supuesto, muchos activistas han escrito libros sobre sus propias lenguas (tal es el caso de los intentos de proteger la lengua rohingya, dialecto del bengalí de Chittagong hablado por la minoría de refugiados de Myanmar en Bangladesh tras décadas de persecución, distribuyendo volúmenes en 500 escuelas de los campos de refugiados), han creado emisoras de radio locales, cuando no hiperlocales, a mayor escala y eficacia; la inteligencia artificial también podría echar una mano en este sentido. ¿Cómo? Por ejemplo, procesando los textos existentes en determinadas lenguas y tal vez desarrollando chatbots específicos a través de los cuales las nuevas generaciones podrían mantenerse en práctica y aprender las lenguas de sus abuelos. Aunque, como señalan algunos expertos, muchos activistas tienen dudas al respecto, es decir, sobre la autorización de este tipo de materiales para este tipo de herramientas. Por otra parte, la elección parece en muchos casos entre la desaparición y el compromiso tecnológico.

La Unesco también publica desde hace varios años su Atlas de las Lenguas en Peligro, y lo hace en línea. El punto de partida es el mencionado al principio: la diversidad lingüística del mundo está gravemente amenazada y alrededor del 40% de las poblaciones no tienen acceso a la educación en la lengua que hablan. La última edición data de 2010-2011 y recoge datos e información sobre el grado de riesgo de extinción de unas 2,500 lenguas en el mundo y los países en los que se hablan. No faltan coordenadas geográficas con respecto a las zonas de adopción de cada una de las lenguas.

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.



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