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Ratatouille | A propósito de Javier Milei y las ratas en el Congreso



Ratatouille es una de las pelis favoritas de mi familia. Con mi hija la vemos, como mínimo, cuatro veces por año. Para los que no la conocen, cuenta la historia de una ratita que intenta ser chef y, por esas cosas de la vida, termina conociendo a un humano que tiene su mismo deseo. Alerta spoiler: ella ayuda al cocinero y se hacen amigos.

Se preguntarán a qué viene esta historia, seguramente. Sucede que cada vez que me actualizo con alguna novedad del criptogate, no dejo de pensar en ciertos paralelismos. A medida que transcurre el tiempo, la supuesta estafa sigue cobrándose víctimas y las ratas se convierten en personajes principales también en esta trama.

Como ya todo el mundo sabe, mientras el 14 de febrero lxs enamoradxs llenaban las redes sociales con mensajes sobre San Valentín y el amor, el presidente de la nación decidió recomendar en su cuenta en X una nueva criptomoneda y esto desató un escándalo internacional que el gobierno no puede frenar con nada. A pesar de los diversos intentos por apagar la noticia y sus consecuencias, cada día que pasa, el tema se vuelve más escabroso. Todos los cañones de este atraco que perjudicó a miles de personas apuntan directo al presidente y a su entorno más cercano.

Me cuesta mucho, como a todos, comprender qué imaginaba Milei que ocurriría luego de publicar su segundo tuit: ¡él no estaba enterado, no se había interiorizado como corresponde! ¿Nos está subestimando a todxs o realmente es así? Lo que era un aparente proyecto de inversión se esfumó tan rápido como la primera publicación: según sus palabras, él no estaba vinculado para nada. Por otra parte, tampoco entiendo cuál es el objetivo de esta maniobra torpe de encubrimiento. ¿Cuánto creyeron que iba a durar? ¡Si está plagado de información que vincula a Milei con estás personas!

A partir de este punto, además, el tema no paró de crecer. No solo descubrimos que sabía muy bien lo que “difundía”, sino que además mintió sobre la estafa en la que habría participado. El fin de semana el tema explotó en todas partes y el propio presidente siguió alimentando el estruendo: “A diferencia de otros presidentes, yo voy a hacer que me investiguen”. E inmediatamente explicó que la oficina anticorrupción que depende de él sería la encargada de esta “investigación”. Por el momento, no se supo más nada esta agencia. No dio una sola información. Lo anecdótico de la decisión de Milei es que este organismo depende del ministro de justicia: el mismo que mencionó el lunes en la entrevista con Jonatan Viale que sería su abogado en esta investigación.

El otro intento de tirarse lavandina ocurrió en ese mismo encuentro con Viale. Milei había dicho que no tenía nada que ocultar y que daría la cara. No aclaró que sería con un periodista amigo. El giro es más torpe que el anterior desde el momento que un tal Davis, “amigo y asesor” del presidente y dueño de Libra, estaba al tanto de que Milei daría una entrevista para aclarar las cosas. Diría que, en vez de aclarar, se oscurecieron: lo vimos intentando limpiar su imagen hasta que se viralizó el ya famoso fragmento que debía quedar afuera en el que quedó filmado que le dictaban las preguntas al periodista que debía hacerlas.

En medio del papelón, hubo quienes pedían juicio político y los radicales decidieron crear una comisión investigadora. El viernes el gobierno comenzó a presionar a los gobernadores para que esta comisión no saliera y estos se dejaron presionar… ¡o vaya uno a saber qué recibirán a cambio de su voto! Tan asqueroso y evidente fue el manejo que algunas de las personas que habían firmado la petición de esta comisión para que se investigara terminon votando en contra porque sus gobernadores los presionaban. Por un voto no salió el dictamen. El propio senador radical que había presentado el proyecto votó en contra de su propio proyecto. Con este fallo, el presidente logró evitar que se investigara con cierto nivel de transparencia e independencia, como merece este escándalo. Si realmente deseaba ser investigado, ¿por qué hicieron todo lo posible para que eso no sucediera?

Esta supuesta victoria tiene un alto precio para el gobierno. En esta columna siempre apelo a la importancia de la memoria y qué necesaria en este momento. Hace un año y un mes el presidente de la nación dio su épico discurso de espaldas al Congreso de la Nación, en el que llamó casta y ratas a lxs políticxs de la oposición. Desde ese día, las redes se inundaron de memes sobre ratas y cada vez que no salía alguna ley que favoreciera al gobierno, el tuit del presidente atendía a las ratas del Congreso de la Nación.

Las ratas salvaron a Milei y una vez más queda en evidencia lo rancio de nuestra política y lo bien que les calza a muchos dirigentes este apodo. Gracias a ellxs, tenemos este presente, dispuesto a vender sus convicciones a cambio de vaya uno a saber. Como en la película, la rata al servicio del hombre, pero en este caso no es para cocinar un guiso, sino una vez más, para meter a todos los argentinos al horno.



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