El Vaticano reveló imágenes de la habitación de las lágrimas donde el Papa elegido recibirá su investidura

El Vaticano ultima los detalles para el Cónclave que comenzará el próximo miércoles 7 de mayo a las 11:30, hora argentina. A tan solo horas de la votación que elegirá al sucesor del papa Francisco, desde la Santa Sede compartieron más intimidades de los preparativos y publicaron un video de la “habitación de las lágrimas”.
En detalle, las imágenes muestran un pequeño cuarto oculto pegado a la Capilla Sixtina, donde quién sea elegido Papa recibirá su primera investidura. Tras esto, el nuevo Sumo Pontífice se asomará a través de un balcón para saludar a todos los fieles que se encuentren presentes en la Plaza de San Pedro.
Cónclave: la imponente habitación de las lágrimas
El Cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco será el primero que ocurra en total convivencia con un desarrollo y auge de las redes sociales en el mundo. Las primeras consecuencias de esto ya se sienten y es que la Santa Sede compartió, durante las últimas semanas, imágenes, videos e información como nunca antes había ocurrido en la historia de la Iglesia Católica.
Uno de los secretos que compartió la Santa Sede – y que se volvió viral en los últimos días – es un video de lo que se conocer como “la habitación de las lágrimas”. En pocas palabras: el cuarto donde el Papa recién elegido se retira para recibir su primera investidura.
El Sumo Pontífice, al momento de su asunción, se pone la sotana blanca tradicional para luego saludar a todos los fieles presentes en la plaza. En detalle, en el video pueden verse distintas prendas papales además de rosarios y un mobiliario austero.
Es que lo imponente de la habitación no radica en los lujos o la belleza física de la habitación. En realidad, la sala recibe su nombre ya que muchos de los Papas derramaron lágrimas mientras estaban a la espera de aparecer, por primera vez, ante el mundo.
Cónclave en el Vaticano: juraron los funcionarios y oficiales que participarán en la elección del nuevo Papa
A menos de un día del inicio del Cónclave que definirá al sucesor del Papa Francisco, una serie de funcionarios y laicos —designados y autorizados por el Cardenal Camarlengo junto a los tres Cardenales Asistentes— prestaron juramento de confidencialidad el lunes pasado en la Capilla Paulina, ubicada en la Tercera Logia del Palacio Apostólico. Este paso marca formalmente el compromiso de silencio absoluto que rige durante todo el proceso de elección del nuevo Sumo Pontífice.
Si bien son 135 los cardenales con derecho a voto, el Vaticano confirmó que serán finalmente 133 los presentes en esta elección papal.
Además de los cardenales electores, el Cónclave también requiere la intervención de otros actores —eclesiásticos y laicos— que cumplen funciones operativas y técnicas durante las jornadas de votación. Todos ellos juraron mantener el secreto total sobre lo que ocurra puertas adentro. El compromiso, pronunciado de manera individual, establece:
“Yo N. N. prometo y juro observar el secreto absoluto con quien no forme parte del Colegio de los Cardenales electores, y esto perpetuamente, a menos que reciba especiales facultades dadas expresamente por el nuevo Pontífice elegido o por sus Sucesores, acerca de todo lo que atañe directa o indirectamente a las votaciones y a los escrutinios para la elección del Sumo Pontífice.
Prometo igualmente y juro que me abstendré de hacer uso de cualquier instrumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y particularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver con las operaciones relacionadas con la elección misma.
Declaro emitir este juramento consciente de que una infracción del mismo comportaría para mí la pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano.”
Este juramento se enmarca dentro de los protocolos establecidos por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada en 1996 por Juan Pablo II, que regula cada etapa del Cónclave. En ese marco, el secreto absoluto se impone como un principio rector: están prohibidas las grabaciones de audio o video, así como cualquier tipo de comunicación externa con los cardenales. La violación de esta norma implica una excomunión automática impuesta directamente por la Santa Sede.