La disección del gran apagón ibérico | España estudia qué pasó y filósofos de la tecnología analizan las implicancias

La comisión investigadora del apagón de hace casi dos semanas sufrido en la península ibérica –creada por el Congreso de los Diputados españoles— acaba de comenzar sus indagaciones para determinar las causas. Por ahora se va clarificando apenas el diagnóstico de lo sucedido: las redes eléctricas de gran parte de Europa occidental sufrieron dos oscilaciones energéticas, unos 30 minutos antes del gran corte. Pero ignoran el porqué de lo sucedido en España y Portugal.
El grupo de expertos está liderado por el austriaco Klaus Kaschnitz y el húngaro Richard Balog. Los hechos se desencadenaron el lunes 28 de abril a las 12.33 minutos y se determinó que media hora antes hubo en el sistema europeo dos oscilaciones “de potencia y frecuencia, en la zona síncrona de la Europa continental”. Se refieren a un área geográfica dentro de una red eléctrica donde todos los generadores y la carga están sincronizados, operando a la misma frecuencia y en fase. Este fue el primer descubrimiento en dos días de trabajo. Sin embargo –dice un informe preliminar– “en el momento del incidente, no había oscilaciones y las variables del sistema eléctrico se encontraban dentro del rango de funcionamiento normal”. “Antes del incidente, los programas de intercambio internacional de España eran de 1.000 MW con Francia, 2.000 MW con Portugal y 800 MW con Marruecos, todos ellos en sentido exportador”, agregaron.
El primer gran corte se dio en España y se extendió a Portugal: “A partir de las 12:32:57 y en los 20 segundos siguientes, presumiblemente se registraron una serie de disparos de generación diferentes en el sur de España, por un total de 2.200 MW” publicaron los expertos. Y desde ese instante, una secuencia de episodios hizo colapsar al sistema ibérico eléctrico completo: “En cuanto se produjo la interrupción del suministro, los gestores de redes afectados trabajaron juntos en un esfuerzo coordinado para restablecerlo en el sur de Francia, en España y Portugal”.
Nadie sabe por qué sucedió esto. Además, no funcionaron los mecanismos preventivos que debieron generar apagones parciales que compensaran la pérdida de generación eléctrica para evitar colapso del sistema. La investigación completa tardará seis meses.
A las 12:44 horas los técnicos lograron restaurar la conexión entre España y Francia. Entonces comenzó el proceso de recuperación en España y Portugal que se completó a las 4 a.m. habiendo dejado a casi la totalidad de los habitantes de ambos países, sin luz, trenes, internet, comunicación ni posibilidad de comprar nada, a menos que se tuviese dinero en el bolsillo. Y se generaron atascos gigantescos porque se apagaron los semáforos y los metros. Lo más impresionante del escenario apocalíptico fue observar por la calle a cantidad de niños y adolescentes perdidos en las ciudades, porque sin el GPS no sabían cómo volver a su casa: no podían ni llamar un Uber. Esto de un síntoma de la limitación cognitiva que genera la digitalidad en los más jóvenes.
Casi totalidad de la población de España, Portugal y sur de Francia estuvieron sin luz más de seis horas. Porque de repente, en el sistema eléctrico –es interdependiente entre países— desaparecieron 15.000 MW de generación eléctrica. El sistema comenzó a recuperarse después de que entraron en funcionamiento los generadores diésel, un combustible líquido derivado del petróleo.
España es por cierto uno de los países más avanzados en producir electricidad a partir de energías renovables como la solar, la eólica y la hidroeléctrica. Además producen con plantas nucleares, no consideradas renovables pero sí limpias (siempre que no haya accidentes). El presidente de la compañía Red Eléctrica declaró que aunque España utilice energías renovables, esto no significa –per se– una mayor propensión a los grandes apagones.
En España son los partidos de izquierda los que siempre se han opuesto a la energía nuclear. El debate se ha reabierto a raíz del apagón, con la derecha tratando de frenar el cierre de las centrales nucleares previsto de manera escalonada entre 2027 y 2035, y que, según dijo Pedro Sánchez, decidieron las propias empresas que las explotan.
Así habló el filósofo
Diego Parente es investigador del Conicet y docente en el departamento de filosofía Universidad Nacional de Mar del Plata, especialista en filosofía de la tecnología. En diálogo con Página/12, opina que este tipo de procesos disruptivos tiene mucha importancia desde el punto de vista teórico, porque son anomalías o accidentes que sirven para pensar en verdad, las situaciones de normalidad: “ignoramos que esas infraestructuras están apoyadas unas en otras, a la manera de extensiones; hablo de las infraestructuras de transporte, comunicación y logística. Desde nuestro grupo de investigación, buscamos ir más allá de pensar a la técnica solo en términos de átomos y artefactos, como si estos fueran cosas en solitario.
–Es decir que estudian, no solo los objetos técnicos como el celular, sino las infraestructuras que sostienen toda esa red tecnológica interconectada, incluso a escala global.
–Sí. Y hemos observado que los gobiernos de cada país ponen mucho énfasis en esto desde sus secretarías y ministerios de Defensa. Por ejemplo EE.UU. hace previsión desde matrices infraestructurales, pensando en situaciones de guerra para detectar vulnerabilidades de los sistemas técnicos, que podrían ser atacados. Hacen estudios para anticiparse a escenarios caóticos y el sucedido en la península Ibérica fue una pequeña muestra.
–El primer golpe letal a un país es paralizarle sus infraestructuras.
–Claro; igual, lo que tratamos de pensar nosotros es que ese conocimiento infraestructural debe ser un bien público, que esté abierto a la discusión política. Porque involucra ni más ni menos que los modos de vida de los ciudadanos –como se demostró– sin estar en una situación bélica. Mi balance del caso es que estos accidentes nos muestran las relaciones de codependencia entre infraestructuras. Hemos visto cómo una responde a la otra y que necesitamos discutir el conocimiento infraestructural para que la política se haga cargo de ellos y pueda prever situaciones.
–Hasta ahora, era el cine post-apocalíptico el que abría esos debates.
–En 2023 se estrenó en Netflix, “Dejar el mundo atrás”, actuada por Julia Roberts. Ahí hay un tratamiento interesante del fenómeno: una familia está de vacaciones en una lujosa casa de alquiler y un ciberataque deja incomunicado a todo el país. Todo cobra un giro siniestro cuando dos extraños llaman a la puerta buscando refugio y los inquilinos alojan a esos intrusos con turbias intenciones. En la película, resultado del mega ciberataque, se salen de carril los transportes –rutas atascadas, barcos que se llevan puesto un puerto–; algunas de estas cosas sucedieron en España y Portugal. El fenómeno en la película fue producto del hackeo, pero también hay una falla preventiva estructural por la ignorancia de estas codependencias. Es tan perturbador que esto sea por un fallo humano técnico, como por un hackeo. La película muestra ese estado de perturbación que pueden generar esos accidentes.
–¿Cuál es su balance de esto?
–Ver cómo esos acontecimientos tienen un efecto disruptivo que subraya la fragilidad de los sistemas técnicos y su entrelazamiento. Vemos cuánto depende el funcionamiento social, de los sistemas de tendido eléctrico, que en el caso español-portugués, están hibridados con el sistema de energía renovable. Pero a su vez, se puso de relieve el entrelazamiento entre la energía eléctrica y toda la vida social que implica transportes, compra de objetos, comunicación, redes de internet. Otro rasgo notable es el impacto diferencial que tuvo. Porque pueblitos de Andalucía sufrieron menos que una megaciudad como Madrid o Lisboa. Las redes infraestructurales menores son menos dependientes de los megasistemas: esos pueblitos encendieron sus generadores a diésel y se reencendieron de inmediato. Y podemos comparar con los apagones de Latinoamérica. Aquí el impacto diferencial de estos accidentes es distinto, según la infraestructura de cada lugar. Allí donde ésta es más precaria o hay más desgaste, puede que el impacto no se note tanto porque no es tan disruptivo. En muchos países latinos se opera desde una especie de estado de emergencia permanente, un potencial estado de accidente.
–En España la disrupción afectó mucho las comunicaciones interpersonales y el uso del dinero.
–Y surgieron usos creativos. Regresaron a la comunicación telefónica no mediada por internet, que igual se colapsó un poco. El hecho es que se empezó a utilizar el teléfono como teléfono, fue algo llamativo. Y después hubo improvisaciones que se dieron para el intercambio comercial, porque se volvió a utilizar dinero físico. Pero se descubrió que la cantidad de billetes en circulación no es suficiente para el volumen de intercambio real. Lo que más quedó en evidencia son las infraestructuras invisibilizadas, de las cuales no somos muy conscientes, y que sirven de apoyo a otras. Este accidente sirvió para romper el engaño de creer que no hay infraestructuras materiales girando por detrás de las interacciones digitales: tenemos tendidos eléctricos, cables interoceánicos, granjas de servidores gigantescas. Y si se cae una sola de esas cosas, se cae toda nuestra interacción digital.