Andrea Chapela: “Me interesa el ‘hope punk’, que no muestra utopías, sino la importancia de resistir y tener esperanza incluso en escenarios terribles”

Era de esperarse que Andrea Chapela (Ciudad de México, 1990) estudiara Química. Su madre es matemática; su padre físico y uno de sus hermanos biólogo. Pero, a los 12 años, en plena adolescencia, descubrió los libros de Harry Potter y comenzó a leer; luego a escribir fanfiction en internet. Más temprano que tarde dejó la tabla periódica de los elementos para “tomarse en serio esto de escribir”, como ella misma dice.
A los 15 ya había escrito su primer libro, que luego se convirtió en una saga: la tetralogía Vâudïz (La heredera, El creador, La cuentista y El cuento), que se terminaron de publicar en 2015. Es autora de Grados de miopía, un ensayo alrededor del lenguaje científico que toma tres objetos de la vida común: el vidrio, los espejos y la luz. Y de Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio (Almadía, 2021), diez relatos sobre objetos que permiten a las personas conectar sus mentes en una nube digital, compartir sus pensamientos y memorias; ponerles filtros a sus percepciones o calcular el éxito de un romance, mientras comen tacos de canasta o navegan sobre las calles de una Ciudad de México cubierta por el agua.
“Durante la carrera descubrí algo curioso: lo que más me apasionaba de la química eran las historias detrás del conocimiento. Esa gran aventura colectiva de la humanidad tratando de entender y transformar el mundo me fascinaba más que los experimentos en sí. Me di cuenta que mi curiosidad iba por otros caminos, pero si tuviera que elegir de nuevo, volvería a estudiar química sin dudarlo”, explica Andrea Chapela. “Mientras estudiaba química en la UNAM, descubrí la ciencia ficción —tarde, comparado con otros— y me enamoró. Más tarde, hice una maestría en escritura creativa en Iowa, donde quise aprender a ‘escribir como adulta’. Pero quería volver a la novela, esta vez con ciencia ficción centrada en el cambio climático”.
Ganadora del Premio Nacional de Literatura de Cuentos Gilberto Owen, el Premio Nacional de Literatura Juan José Arreola y el Premio Nacional de Ensayo Joven Jose Luis Martínez, acaba de publicar Todos los fines del mundo (Random House, 2025), una novela de ciencia ficción que explora un fin del mundo lento, no apocalíptico, donde la humanidad se adapta a una decadencia interminable, que mezcla la crisis ambiental con los afectos: la amistad, el amor no romántico y cómo reinventamos las relaciones en un mundo que se desmorona. “Me obsesiona cómo narrar un problema tan complejo: urgente pero normalizado, vasto en tiempo y espacio, con efectos sutiles y brutales”, dice Andrea Chapela, en entrevista con WIRED.
WIRED: En Todos los fines del mundo exploras un clima al borde del colapso. ¿Cómo concibes el ‘fin del mundo’ en tu literatura: como metáfora de nuestras crisis actuales, como advertencia ecológica, o desde otra perspectiva?
Andrea Chapela: El título Todos los fines del mundo refleja precisamente eso: que el mundo termina de muchas maneras y en muchos niveles. No es solo el gran colapso climático, sino también esos finales cotidianos: cuando emigramos, perdemos un trabajo o termina una relación. Cada final es también un comienzo, un ciclo constante de mundos que se cierran y otros que se abren. Pero el libro explora específicamente ese fin del mundo climático que vivimos como un largo suspiro, donde nos resistimos a aceptar la crisis real. Me aterra especialmente ese escenario en que usamos la ciencia y la tecnología no para resolver los problemas de raíz, sino solo para paliar los síntomas, para que todo parezca seguir igual. Es como esa medicina que alivia pero no cura: estamos haciendo lo mínimo para que la vida – especialmente de los privilegiados – no cambie demasiado. Y me pregunto: ¿en qué momento nos daremos cuenta de que ya estamos en el colapso? Quizás ya estamos ahí, pero nos negamos a verlo. Estas son las preguntas que dan forma al escenario apocalíptico de la novela.
WIRED: Me interesa explorar contigo este concepto de ficción climática. ¿Crees que debe ofrecer esperanza o basta con reflejar la crisis? ¿Cómo ves el balance entre lo distópico y lo utópico en este género?
Andrea Chapela: La ficción climática es un término relativamente nuevo – acuñado alrededor de 2009 por el periodista Dan Bloom con el término ‘Cli-Fi’. Surge como un subgénero de la ciencia ficción porque requiere ese ejercicio de imaginar escenarios futuros o alternativos, aunque con un enfoque específico en problemas climáticos concretos: sequías, migraciones climáticas, aumento de temperaturas. El género obliga a seleccionar y exagerar algún aspecto particular de la crisis, ya que es imposible abarcarla en toda su complejidad. Actualmente existe un debate interesante sobre el rol de este género. Por un lado, hay críticas válidas a ciertas narrativas que recurren a soluciones tecnológicas milagrosas (como máquinas que eliminan todo el CO2), lo que puede resultar simplista. Pero también están surgiendo enfoques más matizados desde el ecofeminismo y la ecocrítica, que exploran nuestra relación con la naturaleza y cuestionan el antropocentrismo, abordando las múltiples injusticias interconectadas con la crisis climática.
Personalmente, no creo que la ficción climática deba obligatoriamente ofrecer soluciones o ser esperanzadora. Sin embargo, me interesa especialmente el ‘hope punk’, un subgénero que propone Alexandra Rowland. No se trata de presentar utopías ingenuas, sino de mostrar que incluso en los peores escenarios, la resistencia y la esperanza tienen sentido. La idea clave es que necesitamos imaginar futuros por los que valga la pena luchar en el presente, porque sin esa visión, ¿qué nos motiva a actuar hoy?