El Progresar sufre la motosierra: cada vez menos inscriptos y los que quedan cobran poco | Desde que asumió Milei se dieron de baja medio millón de beneficiarios

De acuerdo a un informe elaborado por el CEPA (Centro de Economía Política Argentina), desde que asumió Javier Milei, el Programa Progresar creado para acompañar a jóvenes a transitar sus estudios, también fue víctima de la motosierra. Se excluyó a inscriptos por incumplimientos de requisitos, al tiempo que se instrumentaron trabas administrativas para evitar nuevos ingresos. Como resultado: medio millón de beneficiarios menos. Los que quedaron, también se vieron perjudicados por la inflación, al percibir montos que estuvieron congelados hasta septiembre de 2024.
De 1.870.986 beneficiarios en 2023, en menos de un año, el gobierno libertario dio de baja a 500 mil. En la práctica: un 27 por ciento menos de estudiantes disponen de la beca para poder finalizar sus estudios. Los beneficiarios cobran 35 mil pesos mensuales, aunque según los requisitos de cada propuesta, pueden sufrir retenciones de un 20 por ciento. El monto es, a esta altura, simbólico.
No solo hay menos beneficiarios, sino que los que quedan, cada vez cobran menos. Dice el informe: “Para recuperar el poder adquisitivo de abril de 2022, el monto de la beca debería ubicarse en 76.713 pesos. Para alcanzar los niveles de abril de 2023, debería ser de 73.359 pesos. Si se buscara equiparar el valor real de la beca de abril de 2015, los estudiantes deberían recibir 127.186 pesos. Sin embargo, el valor percibido en abril de 2025 es de apenas 35 mil”.
De cara al futuro, las proyecciones no son mejores. La mirada minimalista del Estado habilita a prever recortes presupuestarios que redundan en menos beneficiarios en los próximos años. Tomás Castagnino, analista económico y político, y uno de los referentes del informe, comenta a Página/12: “El presupuesto real asignado en 2025 es menor a 2024, que ya había tenido un ajuste del 65 por ciento en términos reales contra 2023. Por lo tanto, en este 2025 es difícil que haya una mejora, o un aumento en la cantidad de becas asignadas. En el caso de que el gobierno mantenga la cantidad, sería a costa de que se siga perdiendo el monto real de la beca. Sin presupuesto, es muy difícil que haya una mejora”.
El resultado, ante esta realidad de motosierras y tijeras, no puede ser peor. Agrega el politólogo: “Esto termina siendo una desnaturalización del programa, destinado a ser un aporte significativo para los estudiantes, a los cuales sus familias no les podían dar el sustento necesario para continuar sus carreras. La caída del monto, a esta altura casi simbólico, hace que ese aporte no sea importante. Plata que podía ser usada para útiles o insumos para carreras técnicas por ejemplo, en el presente no alcanza para nada”.
La beca estudiantil: ¡afuera!
Solange del Río estudia la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Quilmes. A lo largo de su recorrido estudiantil, percibió la beca en dos ocasiones y cuando se volvió a inscribir el año pasado, finalmente la rechazaron porque “no cumplía con los requisitos previstos”. En diálogo con este diario, cuenta: “La Licenciatura son cinco años según los planes y yo me atrasé un año, porque tuve complicaciones de salud y hubo cuatrimestres en los que no cursé”. Y continúa: “Para cumplir en tiempo con una carrera tenés que hacer entre tres y cuatro materias por cuatrimestre, y muchas veces a los estudiantes se nos hace muy difícil. Desde el trabajo, o porque ayudás a la familia, o simplemente no podés seguir el ritmo de estudio”.
En esta ocasión, le negaron continuar con la beca y comenta: “Me dieron de baja y me parece incorrecto. No se contempla que cada uno lleva su recorrido académico como puede. En la universidad, los estudiantes somos laburantes. Muchos trabajan en negro y no les alcanza, por eso solicitan la beca. Es una ayuda muy baja, pero al menos era algo. Hoy, muchos ni siquiera la tenemos”.
Además, del Río marca particularidades para el acceso a la beca durante los últimos meses. “La convocatoria sale tarde, la página no funciona bien. A veces te hacen llenar formularios que no te redirigen a ningún lado. Todo eso hace que, en definitiva, las personas que se quieren anotar desistan”, reclama.
Casi un castillo kafkiano: la burocracia excesiva también estimula la falta de adhesión y el desinterés. “Los que se anotaron no saben si lo hicieron bien y si la percibirán. Cuando empezás el cuatrimestre, ya tenés gastos de viáticos, apuntes y demás. Pierde credibilidad el programa”, sentencia.
Una historia conocida
El Programa de Respaldo a Estudiantes de Argentina, popularmente conocido como Progresar, fue creado en 2014 para acompañar a jóvenes (18 a 24 años) que tuvieran dificultades socioeconómicas para transitar sus estudios. Así, con el propósito de ser una ayuda en los hogares de bajos ingresos, contempla una prestación mensual a cada estudiante. El 80 por ciento de ese pago se recibía cada mes, siempre que el alumno constatara la regularidad académica, mientras que el 20 restante se liquidaba hacia el final del ciclo lectivo, siempre y cuando se cumplieran las metas estipuladas en cada tramo de formación.
Un año después de su creación, en 2015, un decreto pasó de 600 a 900 pesos la ayuda, al tiempo que se elevó el piso de ingresos familiares para acceder al beneficio. Sin embargo, según el informe del CEPA, entre abril de 2015 y febrero de 2018 –gobierno de Mauricio Macri– “el monto de la beca estuvo congelado”. De hecho, tanto los beneficiarios como las universidades advirtieron “bajas arbitrarias en el beneficio”.
A partir de esa fecha, el programa tuvo, quizás, su mayor transformación: pasó de ser un beneficio universal para quienes no tuvieran posibilidades, a “un esquema de becas basado en el mérito académico”. Asimismo, se sumaron a la propuesta becas de formación profesional y los montos recibidos según si los estudiantes cursaran carreras terciarias, universitarias o estratégicas.
Para 2021, se detalla en el informe de CEPA, “se extendió la edad límite a 30 años para estudiantes avanzados, se permitió el acceso desde los 16 años para fomentar el fin de los estudios obligatorios y se buscó una mayor integración de trabajadores informales y monotributistas de bajos ingresos. Además, se reajustaron y equilibraron los montos para compensar la inflación”. Los beneficiarios, que habían disminuido durante el macrismo, volvieron a incrementarse en plena pandemia de coronavirus.
En la actualidad, existen tres clases de becas que, para casi todos los casos, corresponden a personas entre 16 y 35 años. El Progresar Obligatorio (orientada a la finalización del nivel secundario), el Progresar Superior (para carreras terciarias y universitarias) y el Progresar Trabajo (vinculada a cursos de formación profesional).
Castagnino, contrasta el ejemplo local con el brasileño. “Hace poco Lula sacó una beca similar en Brasil. Cuando lo acusaron de un excesivo gasto fiscal, el presidente respondió: ‘El verdadero gasto fiscal sucede cuando estos pibes no estudian, no terminan la escuela, no tienen una perspectiva de futuro y terminan en manos del narcotráfico. Ahí tenés que poner plata en fuerzas de seguridad y demás’. En Argentina, el gobierno considera a la educación como un gasto, algo que hay que ajustar, y no una inversión”.
Fondos más, fondos menos
A partir del relevamiento de las cifras, el perfil ideológico de los diferentes gobiernos de turno deja entrever una lógica más inclusiva, o bien, más expulsiva. Según el relevamiento del CEPA, el programa que nació en 2014, logró su máximo punto en 2016 con 809.752 beneficiarios; disminuyó a 561 mil en 2018; y se mantuvo casi estable de cara a 2019, con 571 mil. Durante 2020, con la pandemia, disminuyó a 535.927 y hacia fines de 2021 ese número se recuperó hasta alcanzar 1.070.883. Así, para 2022 y 2023, el Progresar tuvo máximos históricos: 1.697.663 y 1.870.986 inscriptos, respectivamente.
Bajo la gestión libertaria, a partir de 2024, la cantidad de estudiantes inscriptos bajó a 1.359.274, esto es, 511.712 menos. En la práctica: un 27 por ciento menos de estudiantes disponen de la beca para poder finalizar sus estudios.
Con la inflación, como es natural, el poder adquisitivo de la beca también se vio afectado. De acuerdo al CEPA, si en 2015 el promedio anual del monto real de la beca para universitarios de carreras equivalía a 100 pesos, en 2016 bajó a 79 y en 2017 a 62.
En 2018, con una reforma en el programa, se recuperó a 67, aunque en 2019 descendió hasta llegar a 50 pesos. En 2021 se elevó a 58, en 2022 a 64 y en 2023 volvió a bajar a 59. “Está recuperación de las becas Progresar duró poco. En 2024, la fuerte devaluación de la moneda y la aceleración inflacionaria posterior licuaron el poder adquisitivo del monto de las becas. Si el promedio de 2023 fue de 59 pesos, el promedio de poder adquisitivo en 2024 fue de 31, con una reducción de casi 50 por ciento”, refiere el informe.
Por último, en pesos de 2025, el presupuesto de 2021 alcanzó los 802.000 millones de pesos, en 2022 aumentó a 1.072.233 millones de pesos y en 2023 a 1.370.088 millones.
En 2024, el ajuste sobre el programa implicó una caída del presupuesto en términos reales de 65 por ciento respecto a 2023. Para 2025, lo presupuestado proyecta una reducción adicional de 18 por ciento en comparación con 2024. Nada nuevo: todo marcha de mal en peor también en este rubro.