San Lorenzo, con el alma de Los Camboyanos | Opinión

En este sorprendente San Lorenzo semifinalista del Torneo Apertura, vibra el alma de Los Camboyanos. Aquel equipo curtido en las adversidades que, en medio de una de las tantas crisis azulgranas de los últimos cincuenta años, entre 1986 y 1988 ganaba partidos y peleaba campeonatos sin cobrar dinero y a veces, hasta bañándose con agua fría después de cada entrenamiento. Entre otros, José Luis Chilavert, Luis Malvárez, Blas Giunta, Walter Perazzo y Leonardo Madelón jugaron esos años casi sin ver un peso, por amor a la camiseta, dejando la piel en la cancha. El colombiano Jhohan Romaña, el vasco Iker Muniain, el grandote goleador Andrés Vombergar, el implacable Gastón Hernández y varios juveniles ahora hacen lo mismo. Muchos de ellos, la mayoría, todavía no ha terminado de percibir el sueldo de febrero.
Emociona esa vibración amateur en un ambiente superprofesional, ese respeto por los hinchas y los socios que pagan sus entradas o se sientan delante de las pantallas. Se ha generado una mística ganadora dentro de la cancha, y una potente identificación mas allá del verde césped. La gente reconoce el orgullo y el sentimiento de un plantel que el jueves de la semana pasada dejó de entrenarse cansado de los incumplimientos de los dirigentes. Y que ha logrado encapsularse y dejar la crisis política y económica del club fuera del vestuario, lo más lejos posible. Al menos hasta que termine el torneo.
En todo caso, este San Lorenzo semifinalista que el lunes por la noche sacó por la diferencia de un penal (8 a 7) a Argentinos Juniors en su estadio de La Paternal y tras un durísimo partido, imita el espíritu resiliente de su técnico, Miguel Angel Russo. Un guerrero que lleva 36 años dirigiendo (arrancó en Lanús en 1989) y que sigue a cargo después de haber capeado (o de estar capeando) innumerables tormentas futbolísticas y personales, incluso una seria enfermedad. Aunque las condiciones de trabajo distan de ser las ideales, Russo y su cuerpo técnico no renuncian. Siguen e insisten día a día en darle forma a un equipo áspero e intenso pero también muy ordenado, que nunca llenará los ojos. Pero que enamora a sus hinchas porque pone en la cancha todo lo que no siempre abunda: carácter, entrega, despliegue, sacrificio y compromiso colectivo.
Con todo eso que le sobra, San Lorenzo eliminó a Tigre jugando casi todo el partido con un hombre menos y a Argentinos y llegó a la semifinal del próximo fin de semana. Tal vez se quede ahí, tal vez pase y alcance la gran final del 1º de junio en Santiago del Estero. Pero este plantel golpeado y que muchas veces siente que los dirigentes le faltan el respeto merece ser destacado aunque le falte vuelo para jugar mejor. En tiempos en los que todo pasa por el dinero y por el frío cálculo de las conveniencias y los intereses, el Ciclón repone las viejas esencias del fútbol. Y rinde homenaje a aquellos Camboyanos de los años ochenta jugando como ellos lo hacían: con todo en contra. Sólo por el amor a los colores y el respeto a los hinchas.