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El duelo que consolidó al fotoperiodismo argentino | La muerte de Perón



La prolongada fila bajo la lluvia, el olor de las humedecidas ofrendas florales y los reporteros cargando con la culpa de que sus rollos fotográficos estuviesen empapados. Durante cuatro días, los lentes de fotoperiodistas como Eduardo Grossman, Mario Paganetti, Carlos Pesce y Eduardo Di Baia capturaron el dolor colectivo y moldearon una memoria visual que aún persiste.

Una extensa fotografía en doble página por parte de la revista Siete Días, en la que se veía el cuerpo del General, fue vista como una postal que marcaba el fin de una época. “La imagen más representativa del momento fue, justamente, la de Perón en el cajón”, aseguró Mario Paganetti, fotógrafo del mencionado medio, quien debió suspender la celebración de su casamiento para cubrir el velorio. “No fue una foto bonita, fue una foto necesaria”, agrega.

La difunta figura del líder justicialista era un hecho, aunque los reporteros no sólo enfocaron el féretro. El dolido gesto en el rostro del pueblo se llevó gran parte de la cobertura periodística. “Gente gritando, llorando, rezando, arrodillada bajo la lluvia. Eso tenía un impacto visual enorme. El duelo se convirtió en un retrato de la sociedad”, recuerda

Paganetti. “Lo sentí muchísimo. Estaba triste, pero sabía que era mi trabajo. Un momento que no se iba a repetir”.

En las décadas del ‘60 y ‘70, la fotografía en el ámbito periodístico del país comenzaba a ganar terreno como lenguaje narrativo. “Antes era sólo una ilustración adjunta al texto”, explica Julio Menajovsky, referente del fotoperiodismo al ser uno de los primeros fotógrafos en atestiguar el atentado a la AMIA. “A partir de ese período, la imagen empieza a contar los hechos por sí sola y el velorio de Perón fue el suceso que definió la labor del fotoperiodismo nacional en la construcción de la memoria colectiva”.

Su luminoso período se desplegó a partir de la aparición de la Revista Siete Días. Principalmente gracias a ésta, se constituye una nueva generación de fotoreporteros. La revista reivindicaba sus trabajos ya que, mediante la publicación de firmas de autor y cantidad de fotos publicadas, se les daba el merecido reconocimiento de las imágenes exhibidas en sus páginas. Este hecho fue de la mano con un fuerte proceso de politización sobre la sociedad, especialmente entre el público joven, por lo que consecuentemente el consumo de material gráfico fue elevado durante esos años.

Es alrededor del acontecimiento del Cordobazo (1969) que se da la aparición de una prensa militante de izquierda la cual no era gráfica, sino literaria al denunciar y visibilizar los hechos por escrito. Posteriormente, se utilizó a la fotografía como un lenguaje directo que reflejaba la ideología del medio y se involucraba con los hechos de la actualidad. Es el caso de Evita Montonera, El Nuevo Hombre, El Descamisado, y otras como Diario Noticias, Diario Sur y Revista Siete Días. Ésta última sobresalió al lanzar un suplemento especial sobre el Cordobazo, por fuera de la fecha regular de publicación de la revista, a la cual Menajovsky define como: “Una clase magistral de fotoperiodismo”.

En sus inicios, el fotoperiodismo no era para improvisados. Las cámaras eran pesadas, los lentes complejos y la luz debía medirse a ojo. Eduardo Di Baia, de la agencia Associated Press, recuerda haber trabajado con tres ópticas distintas ese día. “Tenía un 24mm, un 85mm y un 135mm para capturar todos los ángulos de visión posible. Debíamos estar atentos a cada momento. Lo que hoy se puede hacer en un instante con el celular, antes llevaba horas de trabajo”.

Por su parte, cada medio eligió su relato visual. Clarín documentó el desconsuelo popular; La Nación optó por la solemnidad institucional de escasas imágenes; Crónica gritó “Murió” en un titular de letras mayúsculas; y el difunto Diario Noticias, ligado a la agrupación Montoneros, se centró en mostrar la militancia popular. La revista Siete Días publicó suplementos especiales y fotos a página completa. Una de las imágenes más emblemáticas fue la de un joven soldado llorando al paso del féretro, tomada por Carlos Pesce: “Tuve que correr al lado de la cureña para capturarla”, relató.

Colega de Paganetti, Carlos Pesce se desempeñó como reportero en la misma Editorial de la Revista Siete Días. Su fotografía del famoso soldado Roberto Andrés Vassie, quien rompió en llanto al ver pasar el féretro del General, fue incorporada en las páginas del medio. “Voy caminando a la Editorial, porque en esas fechas se había suspendido el servicio de transportes, que quedaba en la intersección de Alem y Paraguay. Cuando llego me dicen: “Pesce, tenés una foto fantástica” y yo hasta que no la vi publicada no sabía qué foto era”, cuenta Pesce quien, con 22 años de edad, recibió el elogio de la revista por su icónico retrato.

Ki Chul Bae, fotógrafo coreano de baja repercusión mediática que en ese entonces trabajaba para la revista Gente, también fotografió al soldado Vassie. Sin embargo, dicha revista publicó su foto en un tamaño más pequeño a diferencia del mismo retrato que hizo Pesce el cual se exhibió en una página completa de Siete Días y que difiere en el ángulo de la

toma: “Tomé la decisión de juntar las dos cosas; la cureña y el soldado. Cuando me vieron sacar la foto habían otros 50 fotógrafos y ellos también le tomaron la suya. Yo no soy el único autor, pero mi imagen es esa”, relata Pesce.

Es a fines de 1973 cuando se comunicaron con Eduardo Grossman para proponerle trabajar en Diario Noticias, donde desplegó su abanico de reportero gráfico durante ocho meses, hasta que el medio fue violentamente clausurado en agosto de 1974. Trabajó deliberadamente en la gráfica sólo para darse cuenta que su vocación era la fotografía y no el periodismo: “Los ocho meses en que se publicó fueron para mí la verdadera iniciación como reportero y un aprendizaje definitivo del oficio periodístico”, manifiesta Grossman.

El fotógrafo se encontraba en un altísimo palco del Congreso del cual no se movió en toda la ceremonia. Permaneció todo el tiempo dentro, por lo que no vivió fotográficamente lo que sucedía afuera de este. Comenta que ese día llevaba consigo un filtro fotográfico untado con un poco de vaselina en los bordes, el cual produce un desenfoque envolvente y dirige la atención a la zona nítida del centro de la imagen: “Encastré el filtro en el lente y el conjunto de diputados y senadores que estaban en la sala salieron fugados en la fotografía. Considero que me quedó una foto bárbara, pero creo que hay que estar preparado para captarlo”, asevera.

Los reporteros trabajaban, la mayor parte de las veces, en modalidad freelance. Presentaban su portfolio fotográfico a los editores con el deseo de que los tuviesen en cuenta para cubrir el próximo hecho relevante que sería exhibido en la impresión de las páginas de la revista o el diario de turno. Así, a medida que se les publicaba mayor cantidad de material, se iba formalizando su permanencia como fotoperiodista del medio.

Los medios exhibían las más crudas representaciones sentimentales que desentrañó el público durante el duelo y aquello no fue un acto ideológico, sino un suceso trascendental para la historia del país y el fotoperiodismo nacional. Fenómenos que se vieron sólo ese día

y que sólo se podría llegar a comparar con el calibre del duelo ante la muerte de Néstor Kirchner o Diego Armando Maradona. Menajovsky concluye: “Ver un solado llorar, ver largas filas de gente que bajo la lluvia no se movían de su lugar, ser testigo de una escenografía de la ciudad totalmente distinta a la habitual; todo eso dotó al suceso de características especiales y únicas para analizar”.

*Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UBA. Docente de la Escuela Nacional de Fotografía.



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