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Justicia por Kim   | Sobre la violencia en la sociedad



En los últimos días no dejó de resonar la frase “maldita inseguridad”, acuñada hace algunos años en medios y reiterada especialmente hasta el hartazgo en programas de televisión. Esta expresión se erigió, como tantas otras, en un clamor colectivo que surgió ante un crimen atroz, provocando que la sociedad dijera “basta”. En diversas ocasiones, esto nos llevó a las calles; en otras, no. No se trata de que un delito cause más dolor que otro, sino de momentos concretos que coinciden con el hastío de la población y con la imperiosa necesidad de demandar acciones a nuestros gobernantes. Quizás la falta de respuestas efectivas y de políticas públicas nos han llevado a normalizar los horrores que nos rodean, conviviendo en esta olla a presión que es nuestra sociedad. Ya nos parece natural un escenario en el que la desigualdad se agrava y los olvidados –aquellos que residen en las villas y barrios populares– enfrentan diariamente un futuro cada vez más incierto, con escasas posibilidades y oportunidades de mejorar sus condiciones de vida.

Dos menores de edad asesinaron a Kim, una nena de 7 años, arrastrándola con un auto por más de diez cuadras en La Plata. El jueves, en el entierro de su hija, el papá pedía con los ojos llenos de lágrimas que la sociedad los ayudara, que ellos son buena gente. Era el grito desesperado de una persona que podría haber sido cualquiera de nosotros. Contaba que lo había llamado el padre de uno de los asesinos para pedirle disculpas: “Tu hijo me la mató, enfrentá mi dolor”, le había respondido. En medio de este tormento inmenso, les pedía disculpas a los periodistas que lo habían solicitado y que él no había podido atender. Es un hombre fuerte que ahora reconoce sentirse como un niño, destrozado, con el alma partida.

¿Cómo llegamos a semejante estado de situación en la que dos chicos de 14 y 17 años matan a una nena para robarse un auto? ¿Cómo se sigue? ¿Cuál es la responsabilidad del Estado? ¿Cuáles son las herramientas que le faltan al Estado para hacer algo que realmente funcione frente a esta catástrofe? ¿Existen políticas efectivas en otros países que hayan logrado reducir la delincuencia juvenil en un contexto parecido al nuestro?

También me pregunto qué papel juegan los medios de comunicación en la construcción de la narrativa en torno a estos crímenes. La miserabilidad en los tratamientos periodísticos como caranchos, que utilizan la sangre de una criatura, de ninguna manera es justificable. Ver a lxs periodistas amigos repitiendo el guion “espontáneo” para atacar al Gobernador de la Provincia Axel Kicillof es repulsivo, por más evidente que sea su responsabilidad. También lo son los periodistas que tienen una moral selectiva y que encuentran en este crimen el modo de silenciar otros temas, mientras los medios más importantes del mundo, como The New York Times, hablan del escándalo de la criptoestafa y llaman estafador a nuestro presidente de la nación.

Reconocer a todos los oportunistas utilizar el dolor de una familia para hacer política es realmente vergonzoso. Son tan obvios ante las órdenes del jefe que no intentan disimular ni un poquito y salen todos juntos a fingir indignación. No nos engañemos: claro que es indignante y que es importante señalar responsabilidades políticas en este crimen, y en el estado espantoso en que están la mayoría de nuestros niños, niñas y jóvenes, pero noto que no expresan ningún desplante ante otras aberraciones que tampoco deberían ocurrir. Por ejemplo, cuando el presidente de la nación elige a dos jueces a dedo, por decreto, utilizando un vericueto legal ¡de hace 130 años! que apela a los momentos de receso del Congreso de la Nación. Ya pasó la época en que los representantes de las provincias tenían un mes de viaje en carreta de regreso a sus casas y sin embargo a nadie parece afectarle mucho que haya utilizado esa excusa indecorosa y se haya pasado la constitución nacional por el culo. ¡Qué sospechoso silencio! Vamos, muchaches.

En su cuenta de X, el presidente decidió pronunciarse sobre las muertes en el conurbano y echarle toda la culpa al gobernador de la provincia, olvidándose de que le recortó fondos destinados a seguridad. Kicillof tiene responsabilidad, así como todas las gestiones anteriores, que vienen colaborando por acción u omisión para generar el deterioro actual que padecemos. Es imposible pensar en un escenario sin delincuencia con el nivel de pobreza y de desigualdad que existen desde hace tanto tiempo. Ahora bien, ¿por qué no tendría también responsabilidad el actual presidente de la nación sobre un territorio que habitan más de 17 millones de argentinos? Muchxs esperan que actúe de la misma forma que lo hizo con la provincia de Santa Fe y el gobernador Maximiliano Pullaro. ¿La provincia de Bs As no se merece el mismo trato? ¿El baño de sangre que señala en el posteo es toda responsabilidad de Kicillof? ¿Esa parte de Argentina no la gobierna Milei? ¿Quisiera saber si a los periodistas amigos les parece bien que el presidente quiera correr a un gobernador elegido democráticamente?

En una nación seria, ante el pedido del gobernador Axel Kicillof, un presidente responsable debería anteponer el bienestar de su pueblo, dejar cualquier diferencia de lado y ponerse a trabajar en conjunto para tratar de resolver un tema tan complejo como la inseguridad, que deja a familias argentinas destruidas. Esta semana perdimos a Kim, a una mamá con un tiro en la cabeza y a un papá que paseaba con su mujer y su hija en un cochecito. Y cuántos otros habrá que no salen en los diarios, cuyas muertes no llegan a los medios, que viven vidas devastadas desde el inicio por el hecho fortuito de haber nacido en la marginalidad. Mientras escribo no puedo dejar de pensar en un libro que leí este verano, El niño resentido, de Cesar González. Se lo recomiendo al presidente y a todos lxs políticos que deseen un cambio genuino para nuestro país. En esas historias de hambre, miseria y olvido van a poder comprender qué pasa con esos niños olvidados por el sistema, que en la droga y el delito encuentran su única salida, que sin nada que perder y ante una vida miserable, buscan en la muerte y en la destrucción la mejor escapatoria.

A nuestros representantes, les pido: es hora de que entre todxs, sean peronistas, radicales, del Pro, de la Coalición Cívica, de la Izquierda, kirchneristas, libertarios o del partido que fuera, dejen sus diferencias, piensen por una vez en su vida en el pueblo y se pongan a trabajar en conjunto para erradicar el delito y construir una sociedad con trabajo y educación. Es fundamental todas las personas tengan la posibilidad de una vida más digna.



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