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Georgia contrató a mercenarios para reprimir manifestaciones proeuropeas


Al caer la noche, vestidos de negro, con la cara cubierta por pasamontañas, se mueven en grupos por los callejones de Tiflos. Los “titushki”, mercenarios contratados por el gobierno georgiano, vuelven a la acción para reprimir las protestas proeuropeas que desde hace días recorren la capital. Son atléticos y van vestidos con capuchas estrictamente negras o jeans ajustados, y su tarea consiste en golpear a los manifestantes y a los periodistas que documentan la represión.


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Historia de una técnica represiva

El término “titushki” tiene una historia precisa, y narra una estrategia de represión ya vista. El nombre proviene de Vadim Titushko, un joven de 20 años que el 18 de marzo de 2013, atacó a la reportera Olga Snytsarchuk y al fotógrafo Vlad Sodel’ durante una contraprotesta progubernamental en Ucrania. Era la época del Euromaidán, la serie de manifestaciones proeuropeas que provocaron la caída del gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich. Durante aquellos disturbios, el gobierno ucraniano pagó a estos mercenarios entre veinticinco y cincuenta euros al día para que atacaran a los manifestantes proeuropeos. Hoy se utiliza la misma técnica en Georgia, donde el 28 de noviembre estallaron protestas tras el anuncio del primer ministro Irakli Kobakhidze del aplazo de las conversaciones para la adhesión a la UE hasta 2028. Según informa Euronews, en menos de dos semanas se detuvo a más de 300 manifestantes y más de 100 personas fueron atendidas por heridas graves.

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Los manifestantes exigen al gobierno que actúe con rapidez para avanzar en las conversaciones de adhesión en Tiflis, Georgia, el 11 de diciembre de 2024.

Fotografía: Anadolu/Getty Images

Actualmente, el país enfrenta una transición institucional sin precedentes: el 14 de diciembre expirará el mandato de la presidenta Salomé Zurabishvili. Por primera vez en la historia de Georgia, el jefe de estado no será elegido por sufragio directo, sino delegado por un colegio electoral de 300 políticos: 150 diputados y otros representantes de los órganos de autogobierno del país. La presidenta, contraria a la línea gubernamental, declaró que no abandonará su cargo porque “un parlamento ilegítimo no puede elegir a un nuevo presidente”.


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Noches violentas en la capital Tiflis

La represión alcanzó su punto más álgido el 7 de diciembre, cuando la cadena de televisión Pirveli documentó un ataque brutal. Una treintena de titushki atacaron a dos manifestantes en la calle Besiki, donde se encuentra el Parlamento georgiano. Cuando la periodista Maka Chikhladze y el camarógrafo Giorgi Shetsriuli llegaron para documentar el incidente, fueron agredidos en la transmisión en vivo por televisión. Se sugiere que el ataque fue una especie de represalia contra la reportera, quien acababa de difundir una importante investigación sobre la implicación directa de las autoridades en la represión. El reportaje documenta al jefe adjunto del Departamento de Operaciones Especiales del Ministerio del Interior, Ioseb Margvelashvili, mientras se preparaba para participar en los actos violentos. Además, Chikhladze desveló cómo Margvelashvili dirigía personalmente uno de los escuadrones que dispersaban a los manifestantes, los perseguían y los golpeaban. Un video grabado poco antes del ataque al equipo de noticias documentó cómo la policía coordinaba la acción de los titushki, bloqueando la calle Besiki para permitirles actuar sin ser sancionados.

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Fotografía: Anadolu/Getty Images

Ante la escalada de violencia, la sociedad civil georgiana comenzó a movilizarse. La Asociación de Jóvenes Abogados de Georgia (GYLA, por sus siglas en inglés), una de las principales organizaciones de derechos humanos del país, denunció un sistema de “crimen organizado” contra los manifestantes. El partido gobernante Sueño Georgiano, que mantuvo el control del Parlamento en las controvertidas elecciones del 26 de octubre, niega cualquier implicación. Por su parte, el secretario del partido, Mamuka Mdinaradze, culpó a la oposición, afirmando que los ataques sirven “a los intereses de quienes necesitan el caos y los disturbios” y son “en un 99% una provocación premeditada”.

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.



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