Nigel Farage: un Milei británico con la mira en las póximas elecciones | Su formación ya es la segunda fuerza política de Gran Bretaña

El Milei británico, Nigel Farage, líder de la ultraderecha y artífice del Brexit, está desplazando a los conservadores como segunda fuerza política y tiene la mira puesta en los comicios de 2029 ante el deslucido primer año de gobierno del laborista Keir Starmer. En las municipales de mayo, su partido Reform UK ganó un escaño parlamentario, una intendencia, diez municipios y casi la mitad de los concejales electos desplazando a los conservadores a un tercer lugar y ganándole en algunos distritos – no en todos – al laborismo. “Somos el principal partido de oposición”, celebró Farage que, jamás modesto, apunta a la cabeza de los laboristas.
A diferencia de Milei, Farage tiene un estilo más sobrio y una larguísima carrera política caracterizada por una exuberancia de simpático charlatán de pub que dice lo que los políticos callan. Después de un breve paso por la City de Londres, se unió a los conservadores en los 80 y se distanció de ellos por su política europea fundando distintas agrupaciones políticas a partir de los 90 que tenían como eje central sacar al Reino Unido de la Unión Europea.
Cuando en 2016 los británicos votaron en un referendo por el Brexit, su carrera político pareció perder el rumbo. El subsecuente fracaso de los conservadores con Theresa May, Boris Johnson, Liz “la breve” Truss (siete semanas en el gobierno) y Rishi Sunak le abrieron una nueva puerta con su feroz agenda antiinmigratoria.
No todo lo que brilla es oro
Las encuestas acompañan a Farage poniéndolo en segundo lugar a un par de puntos de los laboristas y muy por encima de los conservadores. Si además uno analiza el resultado de las elecciones generales en julio del año pasado, se ven dos cosas. La escasa participación del electorado (menos del 60%votó) y el dislocamiento que produce el sistema uninominal de votación. Con 34% de los votos, el laborismo obtuvo un 64% de los escaños. Farage salió tercero con un 16% de los sufragios, pero solo obtuvo cinco diputados (un 1% del total).
Pero por más que el sistema electoral atente contra la representación proporcional de cantidad de votos y escaños, la realidad es que el partido Reform UK obtuvo más de cuatro millones de votos, casi la mitad que los laboristas. A este contingente electoral se le suma el caos interno post-derrota de los conservadores. La elegida para sustituir a Rishi Sunak como líder, Kemi Badenoch, no convence ni a sus propios votantes que están dudando si seguir apoyándola o buscarle un sustituto “para salvar al partido”.
El electorado conservador enfrenta un dilema similar al de Macri o Milei. Una parte del partido desea formar una alianza con Farage: la otra rechaza por completo esta posibilidad. El principal contendiente a reemplazar a Kemi Badenoch, Robert Jenrick, se inclina por un pacto electoral con Farage.
Pero no todo lo que brilla es oro para el líder de Reform UK. Farage ha quedado identificado con la ultraderecha y el Brexit, considerado hoy un fracaso por una amplia mayoría del electorado (más del 64%, según los sondeos). Está identificado también con Donald Trump, un político detestado en el Reino Unido.
En los últimos meses ha intentado moverse más hacia la derecha tradicional, copiando el modelo de la condenada Marine Le Pen y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. “Farage quiere ganar el apoyo de sectores más moderados para lo que ha suavizado su discurso anti -inmigratorio. El problema es que para buena parte del partido esto es una virtual traición”, le señaló a “Pagina 12” Tom Mc Tague, editor del semanario New Stateman.
Por esta “moderación” Elon Musk le retiró el apoyo político y financiero en enero. Lanzado a inmiscuirse en la política europea, Musk decidió que sus ideas estaban mejor representadas por el ultraderechista islamofóbico, Tommy Robinson, que está en la cárcel por difamación y desacato a la Corte. Farage evitó un enfrentamiento con el dueño de X, pero el dilema que enfrenta no ha desaparecido. Si suaviza sus posturas, podría sufrir hemorragias internas. Si no lo hace, su crecimiento tocará un techo con el electorado más moderado Por suerte para Farage, hay un segundo factor que favorece su ambición de hacerse con 10 Downing Street: el laborismo de Sir Keir Starmer.
El Alberto Fernández británico
Sorprenden a veces las analogías políticas entre países tan distintos como el Reino Unido y Argentina. Como líder del partido Laborista (modelo en el que se inspiró en parte Juan Domingo Perón), Starmer tiene una mayoría parlamentaria absoluta que obtuvo con su promesa de terminar con el eterno ajuste fiscal de los conservadores que gobernaron de 2010 a 2024.
A semanas de asumir, Starmer anunció que la herencia recibida del eterno ajuste conservador incluía un agujero fiscal de más de 20 mil millones de libras que debía resolver “con responsabilidad”. Resultado: una brutal reducción del subsidio energético para la mayoría de la población y recortes en el gasto social a desempleados y discapacitados. El mantra laborista pasó de terminar con la austeridad a alcanzar un “crecimiento” que revirtiera el declive de la era conservadora mediante la inversión. Este mantra figuraba en un segundo plano de su programa electoral, pero ahora ha pasado a primer plano con un nuevo eje.
El laborismo ya no insiste mucho con su promesa de construir un millón y medio de hogares populares en sus cinco años de gobierno. Ahora pregona un gasto “Keynesiano” en Defensa ante la amenaza rusa y tratados o acuerdos bilaterales de libre comercio frente al nuevo escenario global. El primer ministro anunció que el gasto en defensa aumentará a un 2,5% del PBI y que será un “dividendo” para la creación de empleo a través de la poderosa industria armamentística en el país (el Reino Unido es el cuarto exportador global de armas).
El martes seis de mayo Starmer firmó un acuerdo de libre comercio con India. El jueves cerró un acuerdo con Estados Unidos para la eliminación o reducción de aranceles de algunos productos (aluminio, acero, automotrices. Al mismo tiempo, está buscando un nuevo acuerdo con la Unión Europea, en el que, sin formar parte del bloque, pueda mejorar su acceso a nivel económico. Hay oposición de distintos sectores a esta política. Los verdes, liberal demócratas, los nacionalistas escoceses y franjas del mismo laborismo quieren que los Tratados se debatan en el parlamento: el gobierno parece dispuesto a refugiarse en una arcana parte del reglamento parlamentario para evitarlo. Farage acusará al gobierno de traición y retomará su viejo caballo de batalla: la guerra contra Europa.