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Jugando a ser Dios: hablemos de la psicología detrás del éxito de Love Island


La separación enfureció a Mustafa y su ataque de ira se hizo viral en las redes sociales. “El punto más alto del cine”, lo calificó Campbell. Mientras que muchos fans parecían estar hartos de Mustafa, antes de la ruptura, algunos se preocupaban por su bienestar: “Pensé que el colapso de Huda sería divertido, estaba equivocado”, publicó @daesbloodline en X. Los fans incluso han localizado a Noah Sheline, su exnovio y padre de su hija de cuatro años, para expresar su desaprobación por Mustafa. “La batalla por la custodia completa será muy fácil, hermano”, comentó una persona en su feed de TikTok. Sheline publicó un comunicado en TikTok calificando la obsesión de los fans de “malsana”.

“Que vaya a ese programa para encontrar el amor, o lo que sea que esté haciendo, sigue siendo humana, tiene una hija y una vida. No me gusta ver tanta mierda negativa en mi página o incluso clips sobre ella”, escribió.

Aunque Mustafa fue villanizada por su comportamiento errático en el programa, crashing out’, un término popularizado por la Generación Z para referirse a un colapso mental, no es infrecuente en el programa. Y es una respuesta que parece casi inevitable en un experimento social en el que los participantes no solo están rodeados los unos de los otros día y noche y obligados a ver cómo sus intereses amorosos se enrollan con otras personas, sino que también están sometidos a las opiniones de la audiencia, a menudo despiadadas, sobre ellos. “No sé si EE UU me odia o todo el país sabe algo que yo no”, confesó Mustafa tras su ruptura con Jeremiah inducida por los fans. La respuesta puede ser un poco de ambas cosas. Una cosa es segura: con 1,200 millones de minutos vistos en sus dos primeras semanas, la segunda cifra más alta para un programa de televisión en streaming, Estados Unidos la está viendo. Y muy de cerca.


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Un gran poder conlleva una gran responsabilidad

Dado que los fans de Love Island ayudan a influir en las principales tramas, desenlaces y eliminaciones, se convierten esencialmente en productores en segundo plano. Pero ese poder también puede facilitar una cantidad insana de inversión, comenta Colman Feighan, de 26 años, antiguo productor de reality shows que vive en Los Ángeles.

“La implicación de los fans hace que mucha gente sienta que puede controlar todos los resultados. Y, al igual que Huda, se sienten fuera de control cuando las cosas no salen exactamente como ellos quieren o, si salen, quieren que salgan más cosas a su favor”, explica. “Así como ella tuvo colapsos importantes, la gente también está teniendo los suyos”.

Para algunos seguidores de la telerrealidad, que tratan el género como una fantasía escapista, su profunda inversión proviene de “conseguir jugar a ser dios por encima de todo”, indica Alo Johnston, terapeuta licenciada en Pershing Square Therapy. “Si, como espectador, utilizas el programa para escapar de un mundo real que te parece incontrolable y abrumador, es posible que te sientas más implicado en controlar esta pequeña cosa”. Tras la eliminación de Brown del programa, los fanáticos exigieron su regreso y desde entonces han creado una petición en Change.org que cuenta con más de 72,000 firmas.



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