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¿El fin del mundo podría ligarse al paso cercano de una estrella?


El fin del Sistema Solar está aún muy lejos. Pero nos quedan unos mil millones de años para disfrutar de nuestro planeta antes de que el Sol se caliente demasiado como para seguir viviendo en él. Esto no quiere decir que nuestra especie esté condenada a desaparecer, aunque estamos haciendo todo lo posible para lograrlo: para entonces, puede que nos hayamos trasladado a otra parte, a Marte, quizás, o que estemos colonizando nuevas estrellas y sus exoplanetas. En un futuro tan lejano, para nuestros distantes descendientes, mirar al cielo y señalar con el dedo en dirección a una estrella lejana, el Sol, podría ser una forma de superar la nostalgia y recuperar el sentido de comunidad con el resto de la humanidad, perdida entre las estrellas. A condición, claro está, de que el Sistema Solar siga ahí, esperándolos.

Aunque puede que no sea así. De acuerdo con una nueva investigación del Instituto de Ciencias Planetarias y la Universidad de Burdeos, el equilibrio de nuestro Sistema Solar es mucho menos estable de lo que se pensaba. Además, el paso cercano de otras estrellas en los próximos millones o miles de millones de años tiene una probabilidad nada desdeñable de provocar el fin del Sistema Solar, cambiando por completo las órbitas de los planetas tal como las conocemos, empujando a algunos hacia un impacto catastrófico con el Sol u otros cuerpos celestes, y disparando a otros hacia el espacio abierto, transformándolos en auténticos vagabundos estelares.


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Un sistema “inestable”

En el pasado, se pensaba que el Sistema Solar era un sistema de órbitas predecibles en equilibrio estable. Hoy, los astrónomos saben que las cosas son muy distintas: que en tiempos cósmicos largos los planetas pueden cambiar drásticamente sus trayectorias en el cielo, y que calcularlas es intrínsecamente complejo, hasta el punto de ser imposible en términos puramente analíticos. Sin embargo, no son solo las influencias gravitatorias mutuas de los planetas que pueblan el Sistema Solar lo que hace difícil predecir su evolución. No existimos en el vacío, sino en una galaxia poblada por otras estrellas y planetas. Y de vez en cuando, estos vecinos galácticos nos hacen una visita, y su influencia gravitatoria corre el riesgo de estropear aún más las cosas.

Obviamente, los efectos del paso de una estrella dependerían de muchos factores, como su velocidad relativa, el ángulo desde el que se aproxima y la distancia a la que se encuentra del Sol. Para un encuentro realmente cercano, uno que empujara a una estrella a menos de 100 unidades astronómicas, cien veces la distancia media entre la Tierra y el Sol, las probabilidades son de alrededor del 5% en los próximos 5,000 millones de años. En ese caso, las consecuencias serían casi seguras, y catastróficas. Según los dos autores del nuevo estudio, Nathan Kaib, del Instituto de Ciencias Planetarias, y Sean Raymond, de la Universidad de Burdeos, no hace falta un escenario tan extremo para cambiar el aspecto del Sistema Solar: incluso estrellas que pasan a distancias mucho mayores pueden provocar una reacción en cadena, potencialmente capaz de alterar drásticamente las órbitas de los planetas del Sistema Solar. Y en este caso, estos acontecimientos son mucho más frecuentes en los miles de millones de años que lleva la historia de nuestro Universo.


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El fin del Sistema Solar

“Muchos análisis anteriores se han centrado en los efectos que el paso de una estrella solitaria podría tener sobre las órbitas de los planetas del Sistema Solar a lo largo de unos pocos millones de años. Pero cuando se estudian los sistemas solares en modelos aislados, las inestabilidades suelen tardar cientos de millones de años en desarrollarse plenamente”, escriben los dos astrofísicos. Por tanto, es probable que los efectos gravitatorios de una estrella pasajera puedan observarse en un horizonte temporal mucho más amplio del que se ha estudiado hasta la fecha.

Armados con esta intuición, ambos especialistas crearon cinco simulaciones con diferentes parámetros iniciales de distancia y velocidad de la estrella pasajera, y ejecutaron cada una miles de veces en sus computadoras, modificando cada vez las posiciones iniciales de los planetas del Sistema Solar, incluido Plutón, a pesar de su degradación a planeta enano “simple”. Al final de las simulaciones, ambos confirmaron que las probabilidades de que una estrella pasajera empujara al menos a uno de los planetas fuera de su órbita serían de una entre 200, al menos el doble de lo que se creía anteriormente. Una circunstancia que convierte a las estrellas pasajeras en la amenaza más concreta para la estabilidad del Sistema Solar en los próximos 5,000 millones de años.


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Qué planetas estarían en peligro

“En nuestras simulaciones, casi siempre era el mismo planeta el que era empujado fuera de su órbita: Mercurio”, explica Raymond en su blog. Añade que, a pesar de ser el planeta más cercano al Sol y, por tanto, el que tiene menos probabilidades de ser perturbado directamente por una estrella que pasa, la precaria órbita de Mercurio es vulnerable a pequeños cambios en la alineación de los planetas gigantes. Concretamente, basta un pequeño empujón a la órbita de Júpiter o Urano para que Mercurio acabe en rumbo de colisión con el Sol o con Venus dentro de unos miles de millones de años.

En segundo lugar entre los planetas en peligro se encuentra Plutón, una sorpresa, ya que su órbita suele considerarse particularmente estable. Sin embargo, en los próximos 5,000 millones de años habría un 5% de riesgo de que se volviera inestable debido al paso de una estrella, con muchas posibilidades de que, en ese caso, nuestro planeta enano saliera disparado aún más lejos del Sol, cruzara los límites del Sistema Solar y se perdiera en las profundidades del cosmos.

Venus tiene solo un 0.2% de posibilidades. Marte, un 0.3%. La Tierra, aún menos: las probabilidades de que abandone su órbita actual son del 0.05%. No obstante, los dos autores de las simulaciones advierten que puede hacer falta mucho menos para cambiar para siempre el aspecto de nuestro planeta: las probabilidades de que los efectos gravitatorios del paso alteren drásticamente el clima terrestre se elevan al 0.3%.

“Obviamente, a la Tierra solo le quedan uno o dos mil millones de años antes de que el Sol se caliente hasta el punto de hacerla inhabitable. Hay aproximadamente una posibilidad entre mil de que la órbita de la Tierra se estire por el paso de una estrella antes de que eso ocurra. En ese caso, es probable que esto calentara aún más la Tierra y acelerara su desaparición”, concluye Raymond.

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.



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