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Científicos logran revertir síntomas del Parkinson en ratones; ¿podrán hacerlo en humanos?


Esto sugiere que el tratamiento corrigió las disfunciones de la SOD1 y restableció sus propiedades protectoras. Además, se observó una reducción significativa en la patología asociada a esta proteína, así como la preservación de las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra, una región del mesencéfalo esencial para el control del movimiento, la coordinación, el aprendizaje y ciertas funciones cognitivas.

“Todos los ratones que tratamos mostraron una mejora drástica en sus habilidades motoras. Los resultados superaron nuestras expectativas y sugieren que, tras realizar más estudios, este enfoque terapéutico podría ralentizar la progresión del Parkinson en humanos”, afirmó Double.

Reestableciendo las conexiones neuronales perdidas por el Parkinson

Los especialistas advierten que, al igual que con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), el Parkinson es una condición compleja que probablemente requerirá de múltiples intervenciones combinadas. Un solo tratamiento puede tener un efecto limitado, pero su eficacia puede aumentar al integrarse con otros enfoques terapéuticos.

En ese contexto, los hallazgos del equipo de Double podrían complementarse con una investigación reciente de la Universidad de Stanford, centrada en restaurar la comunicación neuronal en un subtipo de Parkinson vinculado a mutaciones en el gen responsable de producir la proteína LRRK2.

En estos casos, la mutación provoca una hiperactividad de la enzima, alterando la estructura de las células cerebrales e interrumpiendo la señalización entre las neuronas dopaminérgicas y las del cuerpo estriado, una región profunda del cerebro relacionada con el movimiento, la motivación y la toma de decisiones.


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Se estima que cerca del 25% de los casos de Parkinson tienen origen genético, y la mutación de LRRK2 es una de las más frecuentes. El equipo liderado por Suzanne Pfeffer, neurocientífica de Stanford, planteó que inhibir la actividad excesiva de esta enzima podría estabilizar los síntomas, especialmente si se detectan en etapas tempranas. El objetivo era regenerar los cilios primarios, estructuras similares a antenas que permiten la comunicación entre las células.

La hipótesis se probó en ratones genéticamente modificados para presentar hiperactividad de LRRK2 y síntomas iniciales del trastorno. A estos animales se les administró durante dos semanas el inhibidor MLi-2, un compuesto que se une a la enzima y reduce su actividad.

En esta primera prueba no se observaron cambios relevantes, lo que los investigadores atribuyeron al hecho de que las neuronas y glías examinadas ya eran maduras y no se encontraban en fase de división celular.

Sin embargo, una revisión de la literatura científica reveló que, pese a no dividirse, ciertas neuronas pueden regenerar sus cilios primarios en función de sus ciclos de sueño y vigilia. “Los hallazgos de que otras células no proliferativas pueden desarrollar cilios nos hicieron pensar que el inhibidor aún tenía potencial terapéutico”, explicó Pfeffer.

El equipo decidió entonces prolongar el tratamiento a tres meses. Tras este periodo, encontraron que el porcentaje de neuronas y células gliales del cuerpo estriado con cilios primarios era comparable al de ratones sanos sin la mutación genética.

Esta restauración de las estructuras celulares permitió reactivar la comunicación entre las neuronas dopaminérgicas y el cuerpo estriado. Como resultado, los neurotransmisores afectados por la proteína LRRK2 volvieron a inducir la producción de factores neuroprotectores en niveles similares a los de un cerebro saludable. Además, se duplicaron los indicadores de densidad de las terminaciones nerviosas dopaminérgicas, lo que sugiere una posible recuperación de neuronas previamente dañadas.

“Estos descubrimientos sugieren que no solo es posible estabilizar la enfermedad, sino también mejorar la condición de los pacientes. Este enfoque terapéutico tiene un gran potencial para restaurar la actividad neuronal en los circuitos afectados por el Parkinson. Actualmente hay varios ensayos clínicos en curso con inhibidores de LRRK2, y esperamos que estos resultados en ratones puedan trasladarse a humanos”, señaló Pfeffer.

Los autores subrayan que, para maximizar la efectividad del tratamiento, es esencial identificar los primeros síntomas, los cuales pueden presentarse hasta 15 años antes de los temblores característicos. La esperanza es que las personas con mutación por LRRK2 puedan iniciar el tratamiento de forma precoz. El siguiente paso sería evaluar si otras variantes del Parkinson, no asociadas a esta mutación genética, podrían beneficiarse también de esta estrategia.

Se estima que el número de casos de Parkinson en el mundo podría superar los 25 millones para 2050, lo que representaría un aumento del 112% respecto a las cifras de 2021, de acuerdo con proyecciones publicadas en The British Medical Journal. La comunidad científica advierte que, aunque estas estimaciones no son definitivas, reflejan un desafío creciente para los sistemas de salud pública. Por ello, el desarrollo de terapias capaces de mitigar, estabilizar e incluso revertir la progresión de la enfermedad se ha convertido en una prioridad mundial.



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