Popeye, Tintín y otras obras cuyos derechos de autor expiran en 2025

De Popeye a Tintín. Los derechos de autor estadounidenses expiraron en cientos de obras que hicieron historia en el siglo XX. A partir del 1 de enero de 2025, en efecto, las creaciones de 1929 podrán ser copiadas, modificadas y utilizadas libremente por cualquier persona en Estados Unidos. Es el caso de Popeye y Tintín. Sus primeras versiones pasarán a ser de dominio público, lo que permitirá a artistas y editores publicar nuevos cómics con estos personajes o realizar películas y espectáculos sin tener que pedir permiso ni pagar derechos de autor.
Y no solamente los cómics: 2025 marca también la salida al mercado de obras literarias como Adiós a las armas, de Ernest Hemingway, y El grito y la furia, de William Faulkner, que podrán ser reeditadas por cualquier editorial o adaptadas al teatro o la gran pantalla. En el mundo del cine, el thriller Chantaje (Blackmail), de Alfred Hitchcock, podrá proyectarse libremente, mientras que doce cortometrajes de Disney, entre ellos The Karnival Kid (el primero en el que habla Mickey Mouse), podrán reutilizarse para nuevas animaciones. El panorama musical también será testigo de la liberalización de algunas de las obras más famosas y significativas. De hecho, será posible reproducir las composiciones originales de temas emblemáticos como Singin’ in the rain y Ain’t misbehavin, canción emblemática de la era del jazz estadounidense compuesta para el musical de Broadway Hot Chocolates. Y algunas de las canciones locas más famosas de Cole Porter y George Gershwin.
Dos continentes, dos visiones de los derechos de autor
¿Y en Europa? Ahí las cosas son diferentes. En efecto, en el Viejo Continente los derechos de autor no se calculan a partir de la fecha de publicación de la obra, como ocurre en Estados Unidos, sino desde el momento de la muerte de su autor. Una elección que modifica radicalmente los plazos y las modalidades de utilización de las obras.
El sistema americano fija un plazo preciso a partir de la primera publicación: 96 años, al término de los cuales la obra pasa automáticamente a ser utilizable por cualquiera. Sin embargo, hay que decir que esta duración no siempre ha sido tan larga: la Ley de ampliación del plazo de los derechos de autor de 1998 lo amplió 20 años, tras fuertes presiones de Disney, hasta el punto de que los medios de comunicación la bautizaron como la “ley de protección de Mickey Mouse“. El objetivo era claro: proteger durante el mayor tiempo posible a los personajes de valor comercial del histórico estudio de animación. Antes de esta ley, de hecho, las obras habrían entrado en el dominio público 75 años después de su publicación.
En Europa se aplica un principio diferente, basado en el vínculo personal entre el autor y su creación. La Directiva europea sobre derechos de auto, protege las obras durante 70 años después de la muerte de su creador. Este sistema crea caminos mucho más largos para algunas obras: Tintín, por ejemplo, no entrará en el dominio público hasta 2053, ya que su creador, Hergé, falleció en 1983. En cambio, en 2025 pasan a ser de dominio público en Europa autores como Colette, la escritora francesa famosa por su novela Gigi; Henri Matisse, uno de los más grandes pintores y escultores del siglo XX, y Alan Turing, el matemático británico que sentó las bases de la teoría de la computación. Y Frida Kahlo, la famosa pintora mexicana conocida por sus cuadros intensos y simbólicos, y Robert Capa, el legendario fotógrafo húngaro que inmortalizó algunos de los conflictos más devastadores del siglo XX.
Las complicaciones de los derechos de autor
Pasar al dominio público no significa libertad total de uso. Para cada obra de 1929 existen límites precisos que deben respetarse. El caso más evidente es el de Popeye: solamente podrá utilizarse la versión original del marinero. La espinaca que le hace superfuerte, introducida por Segar en tiras posteriores, sigue protegida por derechos de autor, al igual que su característica voz de dibujos animados de 1933. La cuestión es aún más delicada en el caso de los personajes de Disney: solo podrán utilizarse libremente los dibujos animados estrenados antes de 1929. Disney conserva los derechos de autor sobre todos los desarrollos posteriores de los personajes, desde el diseño hasta los rasgos característicos.
Incluso en el caso de las obras literarias, los límites están claros. “Adiós a las armas” de Hemingway y “El ruido y la furia” de Faulkner pueden reimprimirse, adaptarse o editarse, pero solamente en sus versiones originales de 1929. Las traducciones posteriores siguen estando protegidas, al igual que las versiones teatrales y cinematográficas ya realizadas. Las futuras adaptaciones serán posibles, pero deberán basarse exclusivamente en el texto original. En el campo de la música, la situación se complica aún más. La composición original de “Singin’ in the Rain” pasa a ser de dominio público, lo que permite nuevos arreglos e interpretaciones. Pero la famosa versión de la película de 1952 con Gene Kelly sigue protegida. Lo mismo ocurre con ‘Ain’t Misbehavin”: la partitura es libre, pero las grabaciones históricas de la época conservan protección aparte.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.