Desde la alianza con EE UU hasta la bomba atómica: La historia del programa nuclear iraní

El programa nuclear iraní vuelve a estar en el centro de la confrontación internacional. El ejército israelí atacó la planta de enriquecimiento de Natanz, al sur de Teherán, la capital iraní, y mató a algunos de los principales jefes militares del país. El ataque israelí se produce en un momento especialmente delicado: desde abril se han reanudado las negociaciones entre Estados Unidos e Irán sobre el programa nuclear, mientras que, a mediados de esta semana, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) votó a favor de declarar que la República Islámica está violando los acuerdos globales contra la proliferación de armas nucleares.
La decisión del organismo de la ONU se basó en el informe del 31 de mayo, que documentaba con pruebas científicas la existencia de un programa nuclear militar secreto iraní activo a principios de la década de 2000. Mientras tanto, Irán respondió despectivamente a la resolución, anunciando la construcción de una nueva planta de enriquecimiento y la instalación de centrifugadoras avanzadas.
Actualmente, el país ya posee suficiente material fisible para construir una docena de dispositivos nucleares. De hecho, a pesar de más de dos décadas de esfuerzos diplomáticos por limitar su desarrollo, Teherán ha logrado construir uno de los programas nucleares más avanzados del mundo, completando una transformación que lo ha llevado de ser socio nuclear de Occidente en los años cincuenta a convertirse en la principal amenaza atómica de la región.
La larga historia del programa nuclear iraní
El programa nuclear iraní se inició en la década de 1950 con el apoyo de Estados Unidos. En 1957, el sha Mohammad Reza Pahlavi, aliado de Occidente, impulsó el desarrollo de la energía nuclear civil gracias a la iniciativa estadounidense “Átomos para la paz”, lanzada por el presidente Dwight Eisenhower como parte de la estrategia de la Guerra Fría para contener a la Unión Soviética. Estados Unidos suministró a Irán su primer reactor de investigación y combustible nuclear, mientras que, en la década de 1970, Alemania Occidental inició la construcción de la central nuclear de Bushehr, al sur del país, en el golfo Pérsico.
Sin embargo, la Revolución Islámica de 1979 lo cambió todo: el nuevo régimen del ayatolá Jomeini rompió la cooperación con Occidente, y la guerra con Irak (1980-1988) dañó gravemente la infraestructura nuclear. El programa permaneció paralizado durante más de una década. El punto de inflexión llegó en 2002, cuando grupos de la oposición iraní en el exilio revelaron la existencia de dos instalaciones nucleares secretas que nunca se habían declarado al OIEA: la planta de enriquecimiento de Natanz, ahora en el punto de mira de los israelíes, y el reactor de agua pesada de Arak. Esta revelación desencadenó la crisis nuclear que aún continúa.
Sanciones internacionales
Tras el descubrimiento de las actividades nucleares no declaradas, siguieron años de sanciones internacionales cada vez más severas, que devastaron la economía iraní. En 2013, el nuevo presidente, Hasán Rohaní, abrió negociaciones que desembocaron en 2015 en el Plan Integral de Acción Conjunta (PAIC), firmado por Irán, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China. El acuerdo funcionó inicialmente: Irán redujo sus reservas de uranio enriquecido en un 98%, desmanteló miles de centrifugadoras y aceptó inspecciones como nunca antes. A cambio, se eliminaron las sanciones económicas internacionales.
Sin embargo, en mayo de 2018, Donald Trump retiró unilateralmente a EE UU del acuerdo, por considerarlo “demasiado laxo”, y volvió a imponer fuertes sanciones al país. Desde entonces, Irán ha comenzado a violar progresivamente todos los límites del acuerdo: actualmente, sus reservas de uranio enriquecido superan en más de 25 veces los límites establecidos en 2015. Las negociaciones reanudadas en abril de 2025 entre la administración Trump e Irán parecían allanar inicialmente el camino hacia una posible solución diplomática. Sin embargo, hasta ahora no han producido resultados concretos. El líder supremo, Alí Jameneí, rechaza la exigencia estadounidense de detener por completo el enriquecimiento de uranio, manteniendo una línea dura respecto al programa nuclear. El ataque israelí marca probablemente el final de la vía diplomática y el inicio de una nueva fase de confrontación militar en Oriente Próximo.
¿Irán posee la bomba atómica?
El enriquecimiento de uranio está en el centro de la disputa entre Occidente e Irán. El uranio natural extraído de las minas contiene solo un 0.7 % de uranio-235, el isótopo capaz de sostener una reacción nuclear en cadena. Para que sea utilizable, debe ser enriquecido mediante un complejo proceso industrial que separa los isótopos utilizando miles de centrifugadoras que giran a velocidades muy altas, de hasta 90,000 rpm. Para alimentar reactores nucleares civiles se necesita uranio enriquecido al 3 o 5%, mientras que, para fabricar una bomba atómica, se requiere al menos un 90%.
El problema es que la tecnología es la misma: la que puede enriquecer hasta el 5% puede, técnicamente, enriquecer el 90%; solo es cuestión de tiempo y voluntad política. Irán posee hoy unos 408 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, un nivel sin aplicación civil que está muy cerca del grado militar. Según los expertos del Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional, Irán podría convertir este arsenal en material de grado militar en tres semanas, cantidad suficiente para fabricar unas diez bombas atómicas.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.