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Hasta los cactus gigantes del desierto de Sonora enfrentan un futuro incierto debido al cambio climático


Bajo estrés por radiación, el clorénquima del cactus se decolora, un fenómeno ya conocido como pardeamiento epidérmico, aunque en el desierto de Sonora, los investigadores hallaron una versión más agresiva de esa decoloración: una quemadura de la cactácea.

En la primavera de 2024, evaluaron la condición de cuatro especies de cactáceas columnares (Lophocereus schottii, senita; Pachycereus pringlei, cardón; Stenocereus gummosus, pitaya agria; Stenocereus thurberi, pitaya dulce; y de un árbol suculento, Bursera microphylla, torote) en 18 localidades de Baja California Sur.

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A la izquierda, Stenocereus gummosus, pitaya agria; a la derecha, Stenocereus thurberi, pitaya dulce.

Alfonso Medel/ Cortesía Benjamin Wilder

Al amarillo de las pitayas dulces se sumaron otros tonos del daño: grises metálicos en pitayas amargas, y marrón oscuro en saguaros y cardones.

Los investigadores cortaron muestras de dos centímetros de pieles verdes y oscurecidas para verlas con el microscopio. Entonces confirmaron las quemaduras de las cactáceas, una decoloración tan rápida que hace que su sistema fotosintético se desacople porque los lípidos de los cloroplastos se derriten. Esto deja a las plantas sin el agua almacenada y afecta su función metabólica. Si esta lesión cubre gran parte de la cactácea, es posible que no produzca los recursos que necesita para vivir.

En el desierto de Sonora, las quemaduras se correspondieron con un aumento de tres veces en la mortalidad de las especies de cactus gigantes en relación con los niveles de fondo después de 2020-2021. En ese contexto, insectos como el escarabajo de cuernos largos y la mosca soldado aprovecharon la indefensión de las plantas.

Para entender el efecto de norte a sur, además de las exploraciones en México, el grupo revisó los censos realizados entre 2015 y 2024 en el Jardín Botánico del Desierto, en Phoenix, Arizona, donde tienen 1,000 cactus saguaros (Carnegiea gigantea) de entre tres y 100 años de edad.

Antes de la sequía de 2020, el 4% de las plantas del jardín botánico tenían mala salud. A fines de 2021, ya era el 38 %. Las más afectadas fueron las grandes: en 2017, el 5% de los cactus de más de cinco metros estaban en mal estado; en 2024, eran más de la mitad (52%). Los que medían menos de un metro pasaron del 2% en malas condiciones al 7%. Los saguaros con riego resistieron mejor. Entre 2015 y 2021, la salud de los que no recibían agua cayó un 45%, mientras que en los irrigados bajó un 7%.



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