La vejez asistida por IA: ¿Preparados para un futuro de robots cuidadores?

¿Alguna vez te has detenido a pensar cómo será tu vejez? No nos referimos a la apariencia física, sino a tu día a día: ¿quién te cuidará? Durante siglos, la respuesta fue obvia e incuestionable: la familia o el gobierno. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a una nueva realidad donde la solución a esta pregunta podría parecer sacada de una novela de ciencia ficción: los robots.
Aunque este escenario pueda parecer lejano, ya es una realidad en algunos países. Cada vez más, la inteligencia artificial (IA) se está utilizando para apoyar los cuidados a largo plazo, es decir, el conjunto de servicios que asisten a personas cuya capacidad física o mental está en declive, ya sean adultos mayores, personas con alguna discapacidad, en la vejez o aquellos con enfermedades crónicas (OMS, 2022). Pero antes, entendamos el problema.
El desafío demográfico y la crisis del cuidado
A nivel global, la pirámide demográfica se está invirtiendo: cada vez hay más personas mayores y menos jóvenes. Esto dificulta que los gobiernos puedan sostener los sistemas de cuidado, ya que no cuentan con suficiente población en edad económicamente activa para mantener a quienes no lo son. También se vuelve un desafío para las familias, cuyo tamaño ha disminuido drásticamente en las últimas décadas. En otras palabras, las sociedades actuales no tienen ni suficiente dinero ni suficiente tiempo para cuidar a quienes lo necesitan.
Esta situación ha ejercido una presión enorme sobre los sistemas de salud y los centros de cuidado. A esto se suma una crisis laboral arrastrada desde la pandemia, que ha reducido el personal a niveles no vistos desde 1995 (American Health Care Association, 2023). Es en este contexto que entran en juego los sistemas de IA.
La IA al rescate: Ejemplos reales
En Singapur, por ejemplo, los esfuerzos se han acelerado ante las proyecciones que indican que uno de cada cuatro habitantes tendrá más de 65 años en 2030, junto con un aumento en los casos de demencia (Raman, 2025). Uno de los desarrollos es el robot Dixie, quien se ha convertido en un acompañante muy popular en varios centros para adultos mayores. No solo dirige actividades y fomenta la participación, sino que, según el personal, ha servido para tranquilizar a los pacientes.
Otro caso es el uso de biomarcadores de voz para detectar los primeros signos de depresión en personas mayores, o el uso inusual de un chat para conservar los recuerdos de personas con demencia, convirtiéndolos en capítulos de un libro. Al leerlo, pueden reconectar con su propia historia. Es, podríamos decir, la versión menos romántica de “Diario de una pasión”. Estas aplicaciones son solo algunos ejemplos de las muchas que se están utilizando para apoyar al limitado personal disponible.
Robots sociales: ¿El fin de la soledad?
A medida que la población envejece, uno de los desafíos menos comentados es la soledad. Frente a este escenario, están surgiendo los llamados “robots sociales” como una posible respuesta. Investigaciones han demostrado que estas interacciones pueden reducir significativamente los sentimientos de soledad y fortalecer el bienestar emocional y cognitivo de las personas mayores (Yang, et al., 2025).
Sin embargo, estudios anteriores revelan que no todas las personas mayores reaccionan igual: mientras que algunas son receptivas, otras muestran desinterés o rechazo (Loveys, et al., 2022). Además, se ha evidenciado que estos vínculos pueden generar angustia al separarse de ellos, y este impacto emocional ha sido poco explorado (Loveys, et al., 2022). Sumado a esto, también deberíamos preguntarnos si realmente queremos delegar a las máquinas aspectos tan humanos del cuidado.
Los dilemas éticos y sociales de la IA en el cuidado
Si bien estas tecnologías representan una promesa importante y, sin duda, serán parte del futuro de los cuidados, no podemos ignorar los dilemas éticos y sociales que traen consigo.
Por ejemplo, aunque el uso de sensores y sistemas de monitoreo puede ser muy útil, abre preguntas importantes sobre la vigilancia constante, el derecho a la intimidad y la protección de los datos sensibles, así como el consentimiento informado. Ya se han documentado filtraciones de datos sensibles en centros de cuidados, exponiendo gravemente a pacientes. A esto se suma que muchos países aún carecen de marcos regulatorios claros sobre el uso de IA en salud, especialmente cuando se trata de datos biométricos y emocionales, dejando un vacío legal.
Además, es importante recordar que los sistemas de IA no son neutros. Si se entrenan con datos que no representan a toda la diversidad de personas que requieren cuidados, pueden arrojar diagnósticos erróneos o generar recomendaciones que, lejos de ayudar, agraven las desigualdades (puedes leer nuestro artículo sobre sesgos en el sector salud aquí).
Por último, es crucial preguntarnos cómo impactará todo esto en la desigualdad. ¿Nos dirigimos hacia un escenario donde únicamente quienes tienen recursos podrán acceder a estas tecnologías? ¿O a uno en el que los más privilegiados seguirán recibiendo atención humana, mientras que a los demás se les ofrezca la IA como sustituto?
La IA promete transformar el cuidado de las personas mayores, pero es fundamental abordar estos desafíos con cautela y una planificación reflexiva. ¿Cómo crees que la sociedad debe prepararse para este futuro?