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Silicon Valley está listo para la guerra


¿Podemos confiar el porvenir armamentístico de una nación a un batallón de tech bros? Lo más probable es que no. No obstante, en las últimas semanas, un pequeño grupo de ingenieros informáticos de primer nivel de Silicon Valley se unió a la Reserva del Ejército de EE UU.

Una noticia que dice mucho, no solo de cómo está cambiando el campo de batalla, sino también del cambiante clima político dentro de las big tech: “Hay mucho patriotismo que ha estado oculto durante mucho tiempo y que ahora está saliendo a la luz”, explicó al Wall Street Journal Andrew Bosworth, director de Tecnología de Meta.

Bosworth, junto con Kevin Weil y Bob McGrew, director de producto y exjefe de investigación de OpenAI, respectivamente, a los que se une Shyam Sankar, director de tecnología de Palantir, es uno de los cuatro ejecutivos tecnológicos contratados en lo que irónicamente se ha denominado “Cuerpo de Innovación del Ejército”. El nombre oficial del programa es Destacamento 201.


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No saben nada de estrategia bélica y jamás se levantarán en armas

Entonces, ¿qué papel desempeñarán durante las 120 horas anuales en las que deberán vestir el uniforme? La respuesta es bastante intuitiva: serán responsables de acelerar la integración de sistemas de inteligencia artificial con fines bélicos, sin participar en proyectos que afecten directamente a sus empresas ni compartir información con sus empleadores, y de entrenar a los soldados para que utilicen estas herramientas de la mejor manera posible.

Y pensar que, hasta hace poco, las políticas de prácticamente todos las gigantes de Silicon Valley, empezando por Meta, prohibían explícitamente la colaboración con el ejército. Quienes trataban de ignorar la ética imperante en aquella época tenían que pagar literalmente el precio: en 2018, por ejemplo, unos tres mil empleados de Google protestaron contra la participación de la compañía en el proyecto del Pentágono llamado Maven, que planeaba desarrollar un sistema de reconocimiento de imágenes y procesamiento de datos con fines bélicos. La protesta obligó al gigante de Mountain View a renunciar al lucrativo contrato y sufrir el desaire de ver cómo dos de sus rivales más acérrimos, Microsoft y Amazon, ocupaban su lugar.

La situación dio un drástico giro cuando, en abril de 2024, los empleados de Google intentaron nuevamente protestar contra el uso por parte del ejército israelí de algunas tecnologías desarrolladas como parte del proyecto Nimbus. ¿El resultado? Cincuenta ingenieros fueron despedidos por participar en las protestas y Google no dio marcha atrás, ni siquiera parcialmente.


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Hoy en día, el clima en Silicon Valley es muy diferente: la máscara progresista que las gigantes tecnológicas han llevado durante mucho tiempo por fin se ha caído, y ahora nadie parece tener reparos en seguir el camino de Palantir y Anduril, empresas fundadas respectivamente por la eminencia gris de la derecha tecnológica, Peter Thiel, y el belicista Palmer Luckey, ya conocido por haber fundado Oculus, posteriormente comprada por Meta, y por emitir declaraciones como: “Queremos construir tecnologías que nos den la capacidad de ganar fácilmente todas las guerras”.

Mientras Palantir desarrolla software de análisis de datos para gobiernos y ejércitos, su principal producto es Gotham, utilizado por agencias de inteligencia y fuerzas armadas para misiones antiterroristas y operaciones militares, Anduril construye principalmente hardware de defensa, como el dron Altius-600M, capaz de identificar de forma autónoma al enemigo y explotar al impactar; el avión de guerra autónomo Fury; y el submarino de combate Dive-LD. No obstante, su producto estrella es probablemente Lattice, un sistema operativo militar que gestiona flotas de drones, torretas y radares. Sus contratos son principalmente con el Departamento de Defensa (DOD, por sus siglas en inglés), la Marina y la Armada, lo que permitió a Anduril alcanzar 1,000 millones de dólares en ventas y una valoración de 14,000 millones de dólares en 2024.



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